Cristina Pizán: una feminista medieval

Escolios

Logró la proeza de vivir profesionalmente de su trabajo literario y adelantarse a muchas de las demandas de equidad de género de tiempos ulteriores.

Ilustración de ‘La ciudad de las damas’. (Especial)
Armando González Torres
Ciudad de México /

Cristina de Pizán (1364-1430) es la conocida precursora feminista de la Edad Media que logró la proeza de vivir profesionalmente de su trabajo literario y adelantarse a muchas de las más sentidas demandas de equidad de género de tiempos ulteriores.

Cristina de Pizán nació en Venecia, pero vivió desde niña en París, pues su padre, el sabio italiano Tommaso da Pizzano, fungió como médico y astrólogo del rey Carlos V de Francia.

Esmeradamente instruida por su padre, con acceso a la biblioteca real y casada muy joven con un miembro de la corte, de pronto su fortuna cambió: murió el rey, lo siguió el padre y después el esposo.

La viuda, a cargo de tres hijos y su madre, debió aprovechar su ilustración para ganar su sustento como mujer de letras y lo hizo tan bien que forjó una obra prolífica y se volvió célebre en Europa por su poesía y su ingenio.

La ciudad de las damas (Siruela, 2013) es una deliciosa y afable obra de erudición vindicativa que comienza con una escena insólita en la época: la propia Cristina, fatigada de la frecuentación de obras complejas de filosofía, busca una distracción y encuentra un libelo misógino, cuya lectura la perturba tanto que casi se lamenta de haber nacido mujer, pero tres damas, Razón, Derechura y Justicia, se aparecen en su habitación y la consuelan.



Con estas tres interlocutoras, Cristina evoca una amplia lista de mujeres eminentes, algunas de ellas provenientes de la Biblia o la mitología grecolatina, otras con existencia histórica real, que representan dilemas, situaciones y virtudes humanas y que van formando un retrato de lo femenino muy distinto de los estereotipos.

Pizán sigue la huella femenina en la historia y, con tono anecdótico y espíritu analítico, hace un elogio del carácter y del entendimiento femenino en la ciencia, el gobierno, las leyes y las letras.

Se trata de una pesquisa de hazañas bélicas, actos de valor y desprendimiento o demostraciones de sabiduría, santidad, inventiva o sentido práctico realizadas por mujeres.

Así, Semíramis, Pentesilea, Safo, Dido, Carmenta, Ceres, Lucrecia, Lavinia, Santa Catalina o Santa Lucía, entre muchas otras, conforman una animada galería de rasgos femeninos.

Con este elenco de mujeres ejemplares, Cristina tiene la labor simbólica de construir una “ciudad de las damas”, fortificada por las virtudes y valores, eminentemente civilizadores, del género.

Con apabullante razonamiento, Pizán rebate los prejuicios y aboga por una mayor igualdad de sexos. El libro tiene gracia, humor y poder de persuasión y deja ver a una escritora con un temperamento escéptico, una inclinación a lo concreto y gran garra polémica.

De hecho, la utilización de la primera persona, la argumentación hipotética o la apelación al juicio personal prefiguran el moderno género ensayístico que, un par de siglos después, se patentará en Francia.

Vale la pena, en estos días, recordar este discreto clásico de la escritura reflexiva y de la inteligencia feminista.

SVS

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