Hay un globo rodando en la calzada.
Parece no tener dueño.
Fue de alguien y será de nadie.
Viene de un domicilio y a ningún lado va.
Transita metro a metro, conforme avanza,
de lo concreto a lo indeterminado.
Así nosotros, distanciados de la encrucijada
del espacio y el tiempo, la hora y latitud
que nos puso en la Tierra
para entregarnos sin más
a lo desconocido.
Dejar por un momento, unos años o siempre
la casa, el rumbo, la ciudad
estirando la liga del alejamiento.
Retrocedamos o no al punto de partida
—matriz de una existencia, umbral del día a día—
la sombra de los márgenes donde el azar engasta su inasible raíz
habrá alterado ya nuestro ADN.
ÁSS