García Márquez en Bellas Artes, el Auditorio Nacional y París

Doble filo

Diez años de ausencia física de 'Gabo' son un buen motivo para recordarlo en varias de sus andanzas por sitios públicos, interactuando con admiradores y reporteros necios que buscaban la nota.

Gabriel García Márquez, 1927-2014. (Archivo MILENIO)
Fernando Figueroa
Ciudad de México /

I

Hace diez años y diez días, el jueves 17 de abril de 2014, murió Gabriel García Márquez. Parece que fue ayer.

Y parece que fue antier cuando platiqué con él durante unos cuantos minutos en el vestíbulo del Palacio de Bellas Artes. Fue hace casi treinta años, el lunes 24 de octubre de 1994.

Pocos minutos antes de que terminara el último concierto que dio Lola Beltrán en Bellas Artes, el escritor salió furtivamente de la sala principal y yo lo estaba cazando. Cuando vio mi grabadora, me dijo que tenía prisa y no podía detenerse. “Me puede contestar caminando”, le dije bromista y eso le hizo alguna gracia. Finalmente se detuvo y me preguntó de qué medio era (periódico El Nacional). Entonces, se dio este breve diálogo:

¿Qué le pareció el concierto de Lola Beltrán?

¿Qué le pareció a usted?

Me emocionó mucho.

Pues a mí me gustó el doble que a usted.

¿El de Lola Beltrán es un estilo insuperable?

El estilo de Lola Beltrán no lo ha podido superar ni siquiera Lola Beltrán misma. Esto lo digo con conocimiento de causa porque tengo 40 años de estarla escuchando en discos, en espectáculos en vivo y en privado, porque somos muy buenos amigos, para honra mía.

¿Cómo es ella en privado?

Exactamente igual que frente al público. Con eso no quiero decir que en privado ella sea una vedete; al contrario, el espectáculo es igual que cuando está en su casa.

Tiene un altísimo nivel interpretativo, ¿verdad?

Así es. Su nivel es tan alto que no podría bajar aunque ella quisiera. Buenas noches.

Oiga…

¿Qué más le puedo decir? Lola es lo más grande que existe.

García Márquez me extendió la mano para deshacerse de mí y entonces saqué un as que traía bajo la manga. Le pregunté si era cierto que había ido a España solo para ver torear allá a su paisano César Rincón. Me contestó con otra pregunta: “¿Y quién le dijo a usted esa mentira?” Le comenté que eso lo había escuchado de su propia voz en un programa de radio. Entre risas señaló que seguramente lo había dicho en sentido figurado porque en España tenía muchos amigos y otras cosas que hacer, además de ir eventualmente a alguna corrida de toros.

Le pregunté si César Rincón era su torero favorito y su respuesta resultó muy sugerente: “Mi torero favorito es quien salva la tarde cuando yo voy”.

Salimos del recinto, caminamos por la explanada y, ya en la avenida Juárez, me volvió a extender la mano y en buena onda me confesó que iba a una cena donde estaría Lola Beltrán. Se subió a un lujoso auto blanco con chofer y partió en medio del tráfico.

II

En agosto de 1997 se llevó a cabo en el Palacio de Bellas Artes un gran homenaje al escritor colombiano Álvaro Mutis. Participó Gabriel García Márquez, quien advirtió que iba a “refritear” un texto que él mismo había escrito cuatro años antes para celebrar los 70 años de Mutis, su gran amigo y paisano.

Frente al público, Gabo recreó con mucha gracia pasajes biográficos de Álvaro Mutis, intercalados con divertidas aventuras que vivieron juntos. Lo describió como el hombre más simpático y con mayor labia del mundo y recordó que Mutis fue quien le regaló un ejemplar de Pedro Páramo, de Juan Rulfo, al tiempo que le decía: “Tenga, para que aprenda”. Obsequio que, dijo, le abrió los ojos a un mundo literario nuevo e hizo posible la posterior creación de Cien años de soledad.

Al término de la ceremonia, García Márquez comentó que él y Mutis firmarían libros a quienes los tuvieran a la mano. Eso provocó que muchos de los asistentes se volcaran no solo a la librería del Palacio de Bellas Artes para adquirir volúmenes de ambos autores sino también a las tiendas especializadas que están sobre avenida Juárez.

Por supuesto, los primeros autógrafos fueron para quienes, previsores, llegaron al acto con libros de García Márquez y con la ilusión de que él se los firmara. No tardó en hacerse una larguísima fila con Gabo y una corta con Mutis. Yo compré El otoño del patriarca e hice cola durante más de una hora.

Cuando por fin me tocó mi turno, le dije muy convencido: “le está robando cámara al homenajeado”. Firmó mi libro, me miró muy serio y reviró: “ni Álvaro ni yo creemos eso que usted dice, buenas noches”.

Autógrafo de Gabriel García Márquez en un ejemplar de 'El otoño del patriarca'. (Cortesía)

III

A Gabriel García Márquez lo vi a lo lejos varias veces en el Auditorio Nacional, cuando los artistas en escena mencionaban su presencia en el palco principal. Invariablemente la reacción del público era espectacular, como si se tratara de un rockstar, y él solía agitar los brazos para saludar a la multitud.

Ese emocionante ritual sucedió con Joan Manuel Serrat y Joaquín Sabina en 2007 (Dos pájaros de un tiro). Con Sabina a solas en 2011, y ese mismo año con Plácido Domingo.

La última vez que él asistió al Auditorio Nacional fue el 21 de octubre de 2013 para ver a Diego El Cigala. El artista español ha dicho que, en el camerino, García Márquez le comentó: “Vengo a escucharte cantar para sentirme más vivo”. Palabras de mucho peso porque en esos momentos el escritor ya no gozaba de buena salud y medio año después falleció.

En alguna ocasión quise repetir en el Auditorio Nacional el numerito con Gabo de Bellas Artes y Lola Beltrán, pero su respuesta fue un “buenas noches” inapelable.

IV

El doctor Raymundo Uribe Bahena, mi amigo desde la secundaria, me contó que un día desayunó con Gabriel García Márquez en un hotel de París.

Raymundo fue médico del Atlante durante varios años y viajó con la Selección Mexicana al Mundial de Francia en 1998. Una mañana, muy temprano, bajó al restaurante del hotel donde se hospedaba el Tri porque a él le tocaba supervisar los alimentos que consumían los jugadores.

Fue entonces que vio a Gabo solo en una mesa y se acercó para pedirle un autógrafo. El escritor le dijo: “Yo no soy quien usted cree”. Raymundo insistió y García Márquez empezó a ceder: “No soy esa persona, pero sí soy amigo de él, y si usted me habla de lo que él ha escrito, yo le consigo el autógrafo porque él tiene una casa aquí en París”.

Uribe le dijo al Nobel que el primer libro que leyó de él fue El coronel no tiene quien le escriba. No solo eso, también le comentó que esa novela breve parecía la biografía de su tío abuelo, el coronel Melesio Uribe, quien también era amante de los gallos y vivió su retiro en Buenavista de Cuéllar, Guerrero.

Raymundo también le relató a Gabo que Melesio Uribe alguna vez le salvó la vida a Lázaro Cárdenas, a quien levantó herido del piso durante una batalla en el norte de México, acción digna de Hollywood por su espectacularidad. El militar guerrerense era un hombre muy alto y muy fuerte, gran jinete, aunque él sí tenía dinero y no esperó eternamente su pensión, como el personaje ficticio.

García Márquez escuchó con atención esa historia y dijo en broma que entonces tal vez tendría que pagar derechos por casi haber escrito la biografía del militar mexicano.

El escritor le dijo a Raymundo que, por supuesto, le iba a México en el Mundial y preguntó qué tal estaba la Selección para sus partidos en Francia. Uribe, muy optimista, respondió que bastante bien (el Tri pasó a la segunda ronda bajo la dirección técnica de Manuel Lapuente, pero fue eliminado por Alemania en el cuarto partido).

Antes de la despedida, Gabo escribió en una servilleta de tela del restaurante: “Para Raymundo, este gol”, además de estampar su célebre firma.

Autógrafo de Gabriel García Márquez en una servilleta. (Cortesía)

V

El 6 de marzo de 2014, García Márquez salió unos momentos de su casa para saludar a los reporteros que hacían guardia en la calle Fuego 144, Jardines del Pedregal. Se celebraba su cumpleaños 87 y no declaró nada, solo fue un gesto de buena voluntad con uno de sus gremios.

Seis semanas después, el jueves (santo) 17 de abril de 2014, falleció el premio Nobel de Literatura y la noticia fue difundida en primera instancia por la locutora Fernanda Familiar en su cuenta de Twitter.

El lunes 21 de abril de 2014, Gabo regresó por última vez al Palacio de Bellas Artes convertido en cenizas y fue homenajeado por sus familiares, amigos y miles de admiradores. No podían faltar los políticos en turno, encabezados por Enrique Peña Nieto, quienes se encargaron de deslucir el emotivo acto de las flores amarillas.

AQ

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