Cada episodio dura más de dos horas y media. Es un sofisticado ensamble de escenas filmadas en 1969, con un vago toque de cinema verité. Se trata de material sobrante del documental Let It Be, dirigido por Michael Lindsay–Hogg, al que Peter Jackson dotó de un suave hilo narrativo, y en el que hay algo más que el simple registro de la rutina laboral de sus protagonistas, John, Paul, George y Ringo, sino un curioso (y caótico) cuadro costumbrista.
Get Back, serie de tres capítulos que aborda la génesis del último álbum de The Beatles, Let It Be, y los embrollos para organizar, también, la última tocada en vivo del cuarteto (el legendario concierto en la azotea del edificio de Apple en Savile Row, en el centro Londres), es lo mismo una panorámica en la que sobrevuelan los ribetes de la ruptura que inició en 1970, pero se formalizó cinco años después, que un entrañable itinerario de la inspiración creadora y sus fatigas.
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Fade In. Estamos en el set de Twickenham (sureste de Londres), donde Lindsay–Hogg reunió a The Beatles con miras a un largometraje de concierto, que aún no tenía proyecto definido. Ahí comienza el tour, sin magia y sin misterio, del ritmo de trabajo de un rígido, exigente Paul McCartney; un apático John Lennon, distraído deliberadamente con (y por) su rémora Yoko Ono; un George Harrison incapaz de disimular la molestia por el inveterado menosprecio de Paul y John, y un Ringo Starr jugando al hombre invisible en todas las sesiones, quizá porque, acostumbrado a mantener un bajo perfil, prefería ocultarse en los tambores para no empeorar la ya deshilachada relación entre esos egos indomables.
Debido a que el álbum ha de acabarse en tan solo un mes (enero), las jornadas se tornan maratónicas, desesperantes, fastidiosas, y al mismo tiempo, divertidas, fraternales. Hay en ellas una atmósfera con cierto grado de toxicidad, de la que Peter Jackson se sirve con maestría, y en eso radica el encanto de Get Back: asistir a las discusiones para terminar una canción (“Get Back”, “The Long and Winding Road”, “Don’t Let Me Down”), al dilema de la banda luego de la renuncia de George Harrison (intentan resarcir las diferencias en casa de Ringo, conflicto que se resuelve tras una larga pausa reflexiva del desertor), a los covers de viejas rolas que interpretan para bajarse la presión, al efímero reclutamiento de Billie Preston (el quinto Beatle), a la nostalgia del viaje a la india con el Maharishi (incluye el pietaje de ese retiro que los Beatles hicieron para reencontrase consigo mismos) y, sobre todo, al oscuro, desgastante funcionamiento del genio musical.
Fade Out. El resultado es un espléndido montaje de vidas verdaderas, que contagia el fervor por las texturas sonoras; el placer de la creación, ese que oscila entre el entusiasmo por las ideas prematuras y el miedo al fracaso (las dudas de McCartney por “The Long and Winding Road”, uno de sus más poéticos tracks y que, durante un tiempo, fue despreciado injustamente, o la obsesión por retocar hasta el cansancio “Don’t Let Me Down” y “Let It Be”); el método para escribir: Lennon y McCartney anotaban las primeras estrofas y luego peloteaban el intermedio y el final. Como satélites, o decorado, el apoyo de los últimos artesanos del sonido, Glyn Johns, George Martin y Neil Aspinall, completan la puesta en escena de la inexorable conclusión no de una banda, sino de toda una generación.
Get Back es una aventura fascinante, viva, conmovedora. Su poder estriba en la magnética personalidad de Paul, John, George y Ringo, sí, pero lo que le confiere un temperamento excepcional, es la música que hicieron.
P.D. Desde el año anterior, soportamos la pandemia del covid 19. La resistencia sigue, sumada a otros males como las mutaciones del virus, la polarización, la crisis del sector salud, el desempleo, la inflación, el conflicto migratorio, el desbordado poderío de la delincuencia. A pesar de todo esto, y mucho más, le deseo felices fiestas, querido lector. Que el 2022 nos pinte mejor.
ÁSS