La literatura que hacen los jóvenes en los países de habla hispana es vibrante, de una gran variedad, riqueza y vitalidad. Son ficciones que se arriesgan a buscar nuevos caminos y brindan originalidad sin descuidar las grandes tradiciones, con las que establecen un diálogo creativo. Como sostiene la escritora y editora Valerie Miles, se trata de grandes contadores de historias, jóvenes que “escriben como si la vida les fuera en ello”. Esta es una de las conclusiones que extrae del monumental esfuerzo que ha representado llevar a cabo la selección de Los mejores narradores jóvenes en español, una antología decenal cuya segunda entrega, bajo su dirección editorial, acaba de publicarse en la revista Granta en español.
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En entrevista con Laberinto, Miles detalla que entre los criterios de selección de los 25 autores que forman esta antología, propuesta por un jurado presidido por Aurelio Major e integrado por Chloe Aridjis, Horacio Castellanos Moya, Rodrigo Fresán, Gaby Wood y la propia Miles, se tuvo en cuenta que hubieran publicado al menos una obra y que nacieran a partir del 1 de enero de 1985; es decir, autores menores de 35 años.
Por otra parte, la editora explica que para esta publicación se llevó a cabo una meticulosa selección de narradores de entre un total de más de 200 candidaturas, hasta llegar a una primera criba que reunió a 68 escritores, a quienes se les solicitó un texto inédito para una última valoración. Al final quedaron catorce hombres y once mujeres.
La selección
Argentina
Martín Feliupe Castagnet |Camila Fabbri |Michel Nieva
Chile
Paulina Flores | Daniel Zúñiga
Colombia
José Ardila | Costa Rica | Carlos Fonseca
Cuba
Dainerys Machado Vento | Carlos Manuel Álvarez | Eudris Planche Savón
Ecuador
Mónica Ojeda
España
Andrea Abreu | David Aliaga | Munir Hachemi | Cristina Morales | Alejandro Morellón | Irene Reyes-Noguerol
Guinea Ecuatorial
Estanislao Medina Huesca
México
Andrea Chapela | Mateo García Elizondo | Aura García-Junco | Aniela Rodríguez
Nicaragua
José Adiak Montoya
Perú
Miluska Benavides
Uruguay
Gonzalo Baz
Esta selección llega tras una década desde que Granta en español publicó su primera antología, en la que se incluían narradores como Alberto Olmos, Andrés Barba, Elvira Navarro, Antonio Ortuño, Patricio Pron, Pola Oloixarac, Andrés Neuman y Alejandro Zambra, que han tenido una buena acogida en el panorama internacional. En ese sentido, Miles dice que se ha querido mantener esa misión y destacar no sólo a un grupo de autores que han considerado interesantes, sino compartir la selección con el resto del mundo, de modo que la edición de este número especial se publica de forma simultánea en español e inglés para que editores de diversos países puedan tomarla como referencia.
“Es una forma de dar una salida muy rápida a toda una generación de escritores”, indica Valerie Miles, quien observa que el criterio de selección de los narradores se ha guiado por la búsqueda de “talento emergente”, un concepto que define como “una sensación, aquello a lo que Nabokov se refería cuando hablaba de que los pelos en la nuca empiezan a erizarse un poco y sabes que estás delante de algo nuevo o talentoso. Para nosotros ha sido eso: hemos leído con la espina dorsal, intentando sentir la emoción de algo nuevo, original, de alguien que nos dice algo de un mundo desconocido o incomunicado que no sabíamos que nos interesaba y que, desde la escritura, se nos descubre. Y este aspecto difiere un poco de la edición de la anterior selección realizada hace una década, cuando nos concentramos más en buscar buena escritura y gente que dominara las técnicas y las materias que abordaba. Así que ahora queríamos eso, pero a la vez buscamos originalidad, con lo cual esta selección ofrece una gran variedad de voces de gente que trabaja desde géneros muy diferentes. Y si hay algo más a destacar, es también el hecho de que los autores no trabajan sólo desde las grandes urbes; hay muchos que trabajan en temas que quizá hace diez años nos parecían menos importantes y sofisticados, y hay otros de la así llamada periferia, que nos dan noticia de lugares que antes habían sido menos narrados y pasaban desapercibidos”.
En general, Miles destaca que no se buscaron ni a los instagramers ni a los influencers ni a los escritores con una legión de seguidores en las redes sociales. “Este tipo de pretensiones son totalmente obsoletas”. Asimismo, en la selección no hay “ni ensayo, ni memorias, ni reportajes. Nada de selfies pasadas por el Photoshop para hacerlos colar por ficción, sino relatos que se distancian de lo meramente testimonial, del muy cansino uso y abuso de la primera persona, de las figuraciones del yo Originalidad. Actitud. Sí, actitud”, remacha.
Por ejemplo, en esta selección, refiere, “hay tres escritores cubanos. Una de ellos, Dainerys Machado Vento, tiene una relación conflictiva con la isla porque vive en Miami pero no es ni refugiada ni exiliada, sino una estudiante que está en una institución estadunidense con el primer visado emitido a un estudiante cubano, con lo cual ocupa un lugar muy diferente. Hay otro autor cubano, Eudris Planche Savón, un oncólogo que entra en conversación con una tradición que podría ser diametralmente opuesta a la suya. Otro ejemplo es el escritor argentino Michel Nieva, que está trabajando ciencia ficción y sátira política, con elementos de manga, sobre una Argentina del futuro. O está la autora española Irene Reyes-Noguerol, que trabaja desde la tradición clásica y reimagina el pensamiento de la Antigüedad, y en este número escribe una especie de cuento de hadas de una madre que sufre de una enfermedad mental”.
También hay, observa Miles, “originalidad en el sentido formal y estructural. Por ejemplo, la escritora mexicana Aura García-Junco, que trabaja utilizando imagen y texto y crea artefactos que son una especie de collages, lo cual crea una metaficción muy interesante que no es que no se haya hecho anteriormente pero que ella hace muy bien”.
Otro elemento importante que arroja la lectura de esta antología tiene que ver con la utilización del humor. “Creo que los jóvenes escritores son más libres en este sentido”, considera Miles. “Saben y quieren utilizar la sátira, y entienden que el humor funciona como una manera de llegar a lo que sentimos en estos tiempos. En ese sentido, creo que la influencia de Roberto Bolaño sigue siendo constante, ya que es un autor al que estos jóvenes admiten leer y admiran. Recuerdo que en 1999, cuando le entregaron el Premio Rómulo Gallegos a Bolaño, el jurado destacó que escribía desde el humor, algo entonces poco frecuente en la literatura en español. Así que una cantidad destacable de esta generación parece inclinarse por esa herencia. Otra autora muy citada por estos jóvenes es Silvia Plath, como si estuviera volviendo al presente. Los cubanos hablan mucho de Cabrera Infante y Virgilio Piñera. Y todo el mundo habla de Rulfo”.
Respecto a los puntos cardinales de esta generación, Valerie Miles señala que es evidente la facilidad para emerger como escritor si se vive en un área donde hay librerías, talleres, universidades y editoriales. “Estos centros son Madrid, Barcelona, Buenos Aires y Ciudad de México”, dice. Pero hay matices. “Por ejemplo, en relación a los cuatro mexicanos seleccionados, una de ellas, Aniela Rodríguez, es del norte, de Chihuahua, y es muy rulfiana. En el caso de Mateo García Elizondo, es un autor que trabaja en una zona cercana a Philip K. Dick o Kurt Vonnegut y la percepción y la conciencia alterada, la adicción a las drogas y el efecto de las drogas psicotrópicas. Y Andrea Chapela es una especie de Joyce Carol Oates, en el sentido de que escribe como pez en el agua y es su medio de entender el mundo; está siempre contando historias. Así que hay esos polos, y hemos encontrado autores como Estanislao Medina Huesca, que sale de Malabo, en Guinea Ecuatorial, donde casi no hay librerías. En ese sentido, quisimos estar abiertos a lo que pasa fuera de los polos que he mencionado. Si algo sobresale en esta edición es que hay mucha variedad geográfica y los autores escriben desde sus propias tradiciones, desde el sonido de los lugares de donde son”.
Valerie Miles, directora editorial de la revista Granta en español.
(Archivo Valerie Miles)
“Tomamos riesgos, sin hacer caso a lo políticamente correcto”
Valerie Miles pondera el coraje con que han asumido la selección. “Hemos querido hacer una selección de los mejores, lo que quiere decir que no hemos querido hacer caso a lo políticamente correcto. Por ejemplo, no hemos querido pensar en una literatura de género, aunque una vez hecha la selección se pueden constatar cosas como, por ejemplo, que hay una gran participación de mujeres, sobre todo de aquellas nacidas en los años noventa, y hemos comprobado que hay una ola femenina muy fuerte. Pero en general hemos querido tomar riesgos, y eso se ve en que hay hasta doce años de diferencia entre el autor más mayor y el más joven, lo que manifiesta que intentamos mirar al futuro, proyectar el talento, porque un escritor que tiene cuatro libros puede haber salido con una maravillosa novela y luego decaer. Y es que la literatura no es como otros géneros y requiere tiempo de maduración, de lectura. Como digo: lo que hemos buscado ante todo es la calidad”.
Al respecto, Miles observa que confrontando lo que las editoriales publican en la actualidad con lo que el trabajo de investigación y lectura de autores les ha mostrado, hay cierto desfase. “Puedo decir dos cosas de forma constructiva: con el auge del big data, las editoriales buscan lo que este tipo de análisis les muestra, cuando sabemos que en el terreno de la literatura lo que pega es lo que menos se espera. Las editoriales están intentando acertar antes del hecho, y no se puede hacer así. No pueden pensar que los lectores quieren leer determinado tipo de obras sólo porque un tipo de libro ha vendido mucho. No, porque sabemos que hay un toque de originalidad, algo que viene de un escritor que está conectado con algo que las propias editoriales no han visto y que es lo que pega en un momento inesperado. Nosotros queríamos buscar lo que aún no sabemos que queremos; es decir, aquellos escritores que están haciendo su propia prospección, que están trabajando en lugares no que ya sabemos, sino que están conectados con una especie de cuerda del inconsciente colectivo. Y esto lo hacen mal las editoriales cuando se dejan llevar por cosas como el big data acerca de lo que quiere el público. No olvidemos que Herman Melville publicó Moby Dick en 1854 y no se le empezó a leer seriamente hasta 1919. Y ahora es la gran novela americana porque estaba adelantada a su tiempo. La literatura siempre ha estado adelantada a su tiempo. Y si lo único que haces es recoger los datos de los lectores pensando que eso es lo que quieren porque eso es lo que se está leyendo, no aciertas. Por otro lado, la gran mayoría de los escritores de esta selección viene de las editoriales independientes, pequeñas, porque ahora que las grandes editoriales están con sus big data y siguen modas y tendencias, dejan de crear un camino, cosa que las pequeñas editoriales tratan de hacer. En este sentido, los sellos independientes están haciendo un trabajo primordial, muy importante, porque el talento emerge desde ahí. Y creo que esto es el resultado de muchas décadas de conglomeración cada vez más grande de editoriales en grandes grupos que ya no tienen la agilidad para encontrar y apostar por obras que marquen nuevos caminos, pues se ven obligadas a vender un mínimo de ejemplares y no pueden tomar riesgos. Entiendo que han tenido que hacerlo para hacer frente a monstruos como Amazon, pero no están haciendo el trabajo de encontrar talento emergente. Y son los sellos independientes los que sí lo han hecho. Por eso creo que si algo celebra este número es el trabajo de las pequeñas editoriales”.
Por último, Valerie Miles avanza un consejo a navegantes: “Si yo estuviese a cargo de la educación de un país, estaría trabajando en los talleres literarios, que hemos visto que son muy importantes. Y lo centraría no en las grandes ciudades, sino fuera de ellas. Una de las cosas que hemos visto en algunos autores es que trabajan desde sus propias tradiciones, muchas veces desde una mitopoiesis indígena. Y en este aspecto hay mucho por hacer. Hemos visto a muchos jóvenes que tienen un gran talento, pero que no tienen las herramientas para desarrollarse, que necesitan alguien que se siente con ellos para enseñarles cómo llevar adelante el poder narrativo que tienen. Y este es el trabajo que hay que hacer, porque hay una riqueza impresionante y un enorme caudal de historias por contar”.
AQ