Un cronista atrapa en un libro los escenarios y los personajes de seis siglos de la historia de la Ciudad de México para librarlos del olvido, tantas veces interesado.
La ciudad que nos inventa, de Héctor de Mauleón (Cal y Arena, 2015), contiene 114 crónicas que nos revelan secretos como el de la Casa Denegrida, cuyos restos se encuentran bajo uno de los corredores de Palacio Nacional. Era una de las casas de Moctezuma II, de la que queda muy poco; en ella, entre muchas otras cosas, el emperador supo del fin de su mundo y escuchó los gritos que darían origen a la leyenda de La Llorona.
La ciudad que nos inventa nos habla de la primera carta que se escribió en México; de la primera casa que se construyó en la capital de la Nueva España; de los primeros hoteles o mesones; de la primera panadería; de la primera cerveza que se produjo en lo que ahora es nuestro país. Nos habla de la Alameda y de fuentes perdidas, de túneles secretos y personajes olvidados, y nos descubre una urbe que perdura en la imaginación y el papel.
Héctor de Mauleón explora la ciudad con mirada de niño. La camina, curioso, de un extremo a otro; la estudia en las obras de los viejos cronistas, nos ofrece postales de Balderas, de Bucareli, del barrio chino, de la colonia Tabacalera, de Santa María la Ribera, de cines como el Teresa, el Cosmos, el Ópera. Todo lo observa, en todo se detiene y todo lo escribe en uno de los libros más apasionantes y valiosos sobre la Ciudad de México.
En la Ciudad de México —dice De Mauleón—, tarde o temprano todo termina convertido en pavimento. Lo dice al comienzo del texto que le dedica al árbol más famoso de la poesía mexicana: el sauce del jardín de José Juan Tablada en Coyoacán, preso en un estacionamiento, abandonado a la indiferencia de quienes ignoran su historia y la manera como lo amó el poeta que le escribió: Tierno sauz,/ casi oro, casi ámbar;/ casi luz…
Todo en este libro es asombro, como los pegasos que se encuentran frente al Palacio de Bellas Artes, que fueron el último legado de Porfirio Díaz a la ciudad, que están en las fotos de Juan Guzmán y Nacho López, que durante años anduvieron de un lugar a otro y que un día, extrañamente, Héctor de Mauleón descubrió en Madrid. Eran otros pegasos del mismo autor, pero él quiso creer que habían volado a través del Atlántico para sorprenderlo.
En la ciudad de los ejes viales, de la contaminación, de la infinita mancha urbana, de la destrucción constante del patrimonio y la memoria; el libro de Héctor de Mauleón (como también los de la serie La ciudad oculta) es un viaje a través de los siglos y un cálido homenaje a todos aquellos que, como Guillermo Prieto o José María Marroqui, contra viento y marea, han preservado nuestro pasado.
La ciudad que nos inventa confirma el prestigio de Héctor de Mauleón como el más enterado y apasionado cronista de la Ciudad de México en la actualidad.
AQ