Hernán Lara Zavala: los pasadizos de la memoria

Reseña

‘El último carnaval’, la novela más reciente del narrador capitalino, recobra un tiempo lejano y olvidado, y quizá desconocido para el lector joven que se inserta en esa geografía mediante una prosa juvenil y explosiva; dinámica y reflexiva.

Portada de ‘El último carnaval’, de Hernán Lara Zavala. (Alfaguara)
Jovany Hurtado García
Ciudad de México /

La memoria, es infinita como el universo, y sus pasadizos toman las formas más variadas y extrañas. Hernán Lara Zavala, ha sumergido al lector, través de sus libros, a pasadizos retorcidos, sensaciones olvidadas y geografías desconocidas.

El último carnaval (Alfaguara, 2023) mantiene unidad con el resto de su obra —en especial con Península, Península (2008) —; recobra la memoria de un tiempo lejano y olvidado, y quizá desconocido para el lector joven que se inserta en esa geografía mediante una prosa juvenil y explosiva; dinámica y reflexiva. Lara Zavala nos narra un tiempo ajeno y a través de la palabra el lector se apropia de él; lo trata de diseccionar y ello lo lleva a la exploración de una memoria ajena que termina haciendo propia. El escritor usa sus recursos narrativos para desafiar el tiempo y hacer del pasado el presente; y mostrar que el presente parece más envejecido que aquel pasado.

¿Cómo se llega a ese pasado? ¿Qué sensaciones permiten recobrar el tiempo perdido? Es a través de la juventud de Adrián, personaje que se descubre y nos revela una época y una generación; una filosofía y una ciudad distinta a la nuestra. El personaje-escritor quita las capas que ocultan los subterráneos de la memoria y con la palabra escrita revela los secretos guardados y pudorosos, trasmite así las sensaciones que, sin importar el tiempo, siente el joven de cualquier época: en ese momento nace el diálogo del escritor con el lector desconocido: “Habías crecido desde la última vez que te vi. Traías puesto uno de esos suéteres cuyo propósito fundamental era resaltar el busto; para ello se usaban unos brasieres exagerados que le daban a los senos una forma puntiaguda tan rígida que a la larga resultaba cómica. Era la época de la celebración de los senos”.

Hernán Lara Zavala conecta la memoria a través del lenguaje y la música. La generación de los años sesenta, dejó de lado el mariachi y los boleros; asumió al rock en inglés como esa posibilidad de dialogar con otras culturas y de encontrar elementos de libertad y rebeldía en la música de Elvis Presley y The Beatles. Ya que “la música revive el pasado, nos lo devuelve, nos lo obsequia gratuitamente sin necesidad de que intervenga la voluntad”.

En este ambiente se moverán los jóvenes que nos presenta Adrián, quien entrelazará la historia de su generación con la búsqueda de Magdalena, su gran amor, personaje huidizo y por momentos fantasmal. Que transita en los pasadizos de la memoria a veces como sombra y por momentos como luz; desafiante de su tiempo y en plena libertad de su cuerpo con el cual controlará el destino de Adrián que encuentra en la palabra escrita la forma de trazar y apropiarse de aquella mujer que solo le pertenece en la memoria.

Ese amor se recuerda y se construye en una ciudad diferente a la que conocemos: “En ese entonces la colonia Del Valle apenas si empezaba a poblarse y había muchos terrenos baldíos, aunque bardeados”. En ese espacio se organiza y relaciona aquella juventud mediante grupos o pandillas “los Tiburones, los Nicasios, los Aventados, los Cuervos y, claro, los Calacos”. Tiempo donde la afrenta no se tolera y solo se resuelve en el choque de bandos; en la madriza callejera donde lo importante es imponerte y hacerte respetar; donde el lugar en el barrio se gana defendiendo el honor del grupo y la familia. Es el tiempo de la juventud que busca su libertad y que encontrará su momento máximo en el sangriento 1968, año que tendrá repercusiones no solo para el país sino para la humanidad.

Adrián, personaje-escritor, describe aquel tiempo y se desnuda frente al lector. Presenta su intimidad sin temor. Intimidad que va desde su primer acto sexual “sabía que no debía penetrarla pues no quería dejarla embarazada. Eran tantas las historias de amigos y conocidos que habían preñado a sus sirvientas. En esa época no había píldora y el aborto era un crimen”; hasta las lecturas que lo llevaron a elegir ser escritor como Justine del Marqués de Sade “esa novela (de hecho un cuarteto) cambió mi vida, como también lo cambiaron otros más adelante como El retrato de un artista adolescente, Por el camino de Swann, Demian, Muerte en Venecia, El gran Gatsby, El sonido y la furia…”. El personaje se busca en la construcción de su memoria: ¿Se encontrará? ¿Encontrará a Magdalena? ¿Vivirá con la nostalgia del tiempo perdido?

Hernán Lara Zavala escribe El último carnaval, que es el primer carnaval de un escritor que, cada día, rejuvenece mediante su prosa electrizante la cual despierta en el lector sensaciones solo vividas y sentidas en la juventud.

AQ

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