Filas de neumáticos cruzan el escenario, como un paraje de medios círculos con su centro al frente. Una breve montaña de plástico negro oculta un cuerpo humano del que sólo se observa una mano. Notas de música clásica contrastan con hombres y mujeres vestidos en colores oscuros que saltan, gritan, gruñen, sueltan golpes al aire y a sus compañeros, hasta que uno de ellos ataca a alguien invisible y da lectura a la definición de violencia. Palabras leídas al vuelo, huecas de significado, preceden acciones, movimientos, ataques, gemidos, golpes, reacciones, gruñidos.
Los personajes de Huma-no conforman un grupo joven que se encuentra en guerra. Al parecer, uno de ellos ha traicionado al conjunto que se divide entre quien desea aniquilarlo y quien lo defiende.
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La espera a la llegada de una orden se eterniza. El aparato comunicador, bajo el cenital como un dios milimétrico, no emite sonido. Y aunque sobre el escenario apenas haya un silencio entre la vorágine de violencia aderezada de insultos, risas burlonas y provocaciones, el espectador se acostumbra pronto a no esperar algo más.
El texto, quizá escrito por la Compañía Teatro de Humanos a partir de la tragedia Áyax, de Sófocles, según se intuye al leer el escueto programa de mano, apenas alude al héroe, llamado Jab, que no exhibe más que rabia y lamento sin que el espectador pueda tener la certeza de lo que sucede.
El elenco, integrado por David del Águila, Elena Gore, Gabriela Montiel, Tania María Muñoz y Fabián Varona, da muestra de un arduo entrenamiento que resulta en un buen combate escénico, así como en un derroche de energía que sostiene el ajetreo imparable de saltos, lanzamiento de llantas, persecuciones, jaloneos y sonidos guturales que por fortuna se mezclan a ratos con música grabada.
El esfuerzo físico del grupo es arduo, como grande su ímpetu. Sin embargo, le falta trabajo al texto, progresión, complejidad y hondura. La enunciación del inicio se diluye aunque se retome más tarde, quizá con la intención de cerrar un círculo perpetuo.
Pareciera que Huma-no es una especie nueva de Esperando a Godot, que sin reflexión filosófica retoma la aniquilación humana por sí misma, sin pausa ni sesgo, en un intento fársico que no prospera.
El diseño del espacio escénico de Jesús Hernández, sobre el que más tarde penden cadenas, como bajadas del cielo, genera, con su iluminación, una provocadora imagen que alienta al espectador a intuir lo que podría suceder en ese paisaje poblado de plástico y de metal en alusión a la calle, a la violencia, a los expulsados de la protección, que buscan un neumático como casa, como proyectil y como armadura.
Envueltos en trapos grises y negros, con pantalones y petos que cubren el cuerpo como si lo envolvieran para una guerra que no tendrá fin, los soldados de esta contienda dejan al descubierto un brazo delgado o cubren sus manos con tiras de tela, como andrajos que se vuelven piel de desecho.
El vestuario de Libertad Mardel y la escenografía de Hernández generan el lugar y abren la expectativa del espectador que no ve saciado su interés al percibir que hay elementos ociosos y que el trabajo actoral desentona y se dispersa.
Da la impresión de que Juan Carrillo fue invitado por el grupo para dirigir una obra basada en la acción a la que le falta trabajo de análisis, actuación y texto. Difícilmente se podría adivinar, sin ver los créditos, que el director de Huma-no es el mismo de puestas en escena como Mendoza, basada en Macbeth de Shakespeare, o Numancia , de Cervantes, creaciones de alto nivel y muy distinto origen.
Huma-no parte de una preocupación genuina. Los integrantes de la compañía se entregan sobre el escenario, el especio escénico y el vestuario crean una estética sólida y actual, asida a viejos elementos que detonan imágenes, sospechas, temor e incertidumbre. No obstante, nada sustituye el análisis de lo que se quiere decir ni los hallazgos de lo que cada frase y cada movimiento ocultan.
'Huma-no' se presenta de viernes a domingo en el Teatro Benito Juárez (Villalongín 15, col. Cuauhtémoc, Ciudad de México)
ÁSS