En las lecturas actuales, dominadas por la autobiografía confesional y por las composiciones documentales de los sucesos de nota roja, pasan inadvertidos los textos en los que un yo íntimo —y muchas veces puro— nos propone mirar la realidad de otra manera, con sorpresa, refinamiento y exactitud. La exhibición de los dramas personales, casi siempre ruidosos y repetitivos, y la fascinación, “ineludible”, por la violencia descontrolada y espectacular, menguan o acaban por borrar poemas, cuentos o novelas que no están al servicio de las causas o necesidades del momento presente y que han logrado, con un lenguaje riguroso y original, traspasar lo vano y lo obvio.
La reimpresión de Poesía completa (Lumen, 2022) de Idea Vilariño tiene un gran valor no sólo porque nos hace volver los ojos hacia poetas fundamentales como Blanca Varela, Olga Orozco, Ulalume González de León, Marosa de Giorgio e Ida Vitale sino también porque muestra la enorme pertinencia de una poesía esencial. Sin dejar de lado el carácter inmediato y vivo de las cosas y los seres, esta escritura asume la necesidad de sumergirse en ellos y comprenderlos dentro de sí mismos.
Desde esta perspectiva, la poesía de Vilariño, en su formato de pequeñas composiciones o de poemas muy breves, representa el don de transformar metáforas recurrentes y marchitas en rápidas ecuaciones llenas de sentido e inopinadas. En su condensada voz hallamos, si no una fuerza elegiaca, sí un tono mayor hacia adentro: “La noche no era el sueño/ era su boca/ era su hermoso cuerpo despojado/ de sus gestos inútiles/ era su cara pálida mirándome en la sombra”. En una sucesión de sílabas donde dominan el sentido ágil, conciso y límpido de los versos de arte menor y, a veces, el epigrama del endecasílabo o la demora del alejandrino, Vilariño rechaza la metáfora común “noche igual a sueño” y la sustituye por otra más dura y mucho menos evidente: “noche igual a boca” e igual a cuerpo que se ha despojado de lo superfluo para observar en la oscuridad de la alcoba. En un espacio de tiempo hiperconcentrado —trece líneas—, el poema salta a una hondura insondable, pero de una precisión asombrosa, y salta al movimiento: “La noche era su boca/ su fuerza y su pasión/ era sus ojos serios/ esas piedras de sombra/ cayéndose en mis ojos”. Así, al pasar de la simultaneidad de una mirada en otra, pasa a un cuerpo que entra en otro cuerpo: “y era su amor en mí/ invadiendo tan lenta/ tan misteriosamente”.
¿Qué tiene esta física de la oscuridad, de la noche, de la boca, que nos cautiva? Tiene, a pesar de la intensidad del sentimiento, el poder de la concreción y una alta precisión avasallante. No hay falsas asociaciones o vaguedades ¨líricas” o “surrealistas”, con requiebros y falsa belleza. Sí hay la reconstrucción de un instante común en el instante único.
La poesía de Idea Vilariño es magnífica y posee una exactitud y una densa claridad casi perdidas, como tantas cosas más, en los tiempos de la literatura pragmática y solícita.
AQ