I
“Se está muriendo gente que antes no se moría”, me dijo un viejo conocido en Valle de Allende, Chihuahua, cuando le pregunté por alguien del pueblo que yo imaginaba vivo aún.
Desde entonces, recuerdo esa frase cada vez que me entero del fallecimiento de familiares, amigos o personajes conocidos: desde María Félix hasta Chabelo, pasando por Luis Echeverría, quienes durante mucho tiempo parecieron inmortales.
Ignacio Trejo Fuentes murió el 30 de mayo pasado relativamente joven, a punto de cumplir 69 años, pero también se había ganado fama de inmortal entre sus amigos por resistir con estoicismo consecutivos problemas de salud.
Cuatro semanas después de su muerte, Nacho Trejo recibió un cálido homenaje en el Centro de Creación Literaria Xavier Villaurrutia, en la colonia Condesa de la Ciudad de México. Hablaron de él en muy variados tonos Josefina Estrada, Armando González Torres, Marcial Fernández y José Luis Martínez S., quien coordinó el acto.
De ahí salí con la idea de conseguir dos de los muchos libros publicados por Ignacio Trejo que no lo dejarán morir del todo: Diario de Jerusalén (UAM, 2016) y Autoentrevistas de escritores mexicanos (Conaculta, 2007).
II
En Diario de Jerusalén, Trejo describe con emoción su viaje y estancia durante 53 días en la ciudad donde hay importantes sitios sagrados de tres religiones.
Mi compañero de generación en la carrera de periodismo, a quien recuerdo en añejas y alegres tertulias cantineras, escribió en ese volumen: “Di con el lugar más sagrado de la cristiandad, el lugar de la Resurrección y donde está la Sagrada Sepultura; a un lado está la roca con la que fue clausurada. ¡Entrar ahí es conmovedor, porque es el punto central de la Basílica del mundo cristiano! Fue erigida por los cruzados sobre restos bizantinos del tiempo del emperador Constantino. ¡Yo, pecador irredento, blasfemo, condenado sin duda a los infiernos, carne putrefacta, espíritu infectado! ¡Yo, pecador, caí de rodillas y besé el Santo Sepulcro!”.
No con tanta emoción, pero sí con mucho respeto describe otros sitios clave del cristianismo en Jerusalén, así como del islam (Cúpula de la Roca) y del judaísmo (Muro de las Lamentaciones). También se pasea por todo tipo de barrios árabes y judíos, que describe con sus dotes de cronista.
Retrata a la ciudad entera y sus alrededores, sin olvidar que su viaje tuvo como principal objetivo ofrecer el seminario “Narrativa latinoamericana contemporánea, su evolución, caracterización y trascendencia”, dentro de la Cátedra Rosario Castellanos, en la Universidad Hebrea.
Otros personajes de la cultura mexicana que han participado en la Cátedra Rosario Castellanos, en Jerusalén, son Carlos Montemayor, Vicente Quirarte, José Luis Ibáñez, Rosa Beltrán, Marco Antonio Campos, entre otros.
III
A Ignacio Trejo le tocó estar en Jerusalén en junio de 2007, cuando las facciones de Hamás y Fatah tuvieron enfrentamientos en la Franja de Gaza. Un mesero le externó su preocupación por los habitantes de ese territorio “porque si Israel decide actuar, lo primero que hará será cortar el suministro de gasolina, agua y electricidad que provee a la Franja en un ochenta por ciento”.
Diecisiete años después, las palabras de aquel mesero se quedaron bastante cortas ante la terrible realidad que hoy se vive ahí.
IV
En Diario de Jerusalén, Trejo Fuentes cuenta que por allá se topó con el gran escritor Fernando del Paso y su esposa, con quienes realizó algunos paseos.
Lo más extraño fue que, en esos mismos días, Del Paso recibió una llamada telefónica desde México, pues en su oficina querían saber si autorizaba la publicación de un texto suyo en un libro editado por Conaculta. El volumen era nada menos que Autoentrevistas de escritores mexicanos, coordinado por… ¡Ignacio Trejo Fuentes! (e Ixchel Cordero Chavarría).
Por cierto, la autoentrevista de Del Paso es muy breve (cuatro páginas), inteligente y divertida.
V
En Autoentrevistas de escritores mexicanos también aparece Gustavo Sainz en 22 páginas, quien fue uno de mis mejores maestros en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM, al igual que de Ignacio Trejo y de otro Trejo: Arturo. Sin ser parientes, los dos eran de Hidalgo, uno de Pachuca y el otro de Ixmiquilpan.
Resulta que los dos Trejo se convirtieron en asistentes de Gustavo Sainz en La Semana de Bellas Artes, suplemento semanal del INBA de gran tiraje en el que a finales de los setenta colaboré con algunas entrevistas y hasta con dos o tres poemitas.
Un día le dije a Arturo Trejo, con quien tuve más cercanía, que quería entrevistar a Rogelio Naranjo. Me dio el visto bueno, visité al célebre caricaturista en su casa y entregué mi texto en la redacción, que estaba en la Torre Latinoamericana.
Una semana después, Arturo se presenta en mi casa, a donde iba muy seguido, y me comenta: “Dice Gustavo Sainz que si quieres ver publicada tu entrevista con Naranjo, le quites todo lo de política”. Me negué porque eso implicaba destazarla y él soltó a bocajarro: “Entonces, por orden de Sainz, olvídate de volver a colaborar en el suplemento”, y se despidió. ¡Sopas!
Hablé con Naranjo para platicarle lo que había sucedido y ofrecerle una disculpa. Me preguntó si me interesaba publicar la entrevista en otro lado y le dije que por supuesto que sí. Él habló con Roberto Vallarino, quien la incluyó en la sección cultural del entonces prestigiado diario unomásuno.
Muchos años después, en alguna tertulia cantinera, coincidí con Arturo e Ignacio. Al calor de las copas, surgió “el asunto Naranjo” y yo me atreví a soltar un chascarrillo: “La verdad es que con mis dos cuates Trejo, luego no se hace uno”.
Ignacio se carcajeó porque, en realidad, él no había tenido vela en ese entierro, pero Arturo sí lo tomó muy en serio y empezó lanzar un rollo que corté en buena onda: “No te claves carnal, era broma. ¡Salud!”.
VI
En 1982, Gustavo Sainz radicaba ya en Estados Unidos y sucedió que en La semana de Bellas Artes publicaron un pequeño texto, muy estúpido, contra Carmen Romano, esposa del aún presidente José López Portillo. Al parecer, alguien aún más estúpido metió eso de última hora (del archivo muerto) solo para llenar un hueco. Nacho definitivamente ya no estaba ahí y creo que Arturo tampoco. Eso causó la inmediata desaparición del suplemento, el despido del director del INBA, Juan José Bremer, y fuertes e injustificados ataques contra Sainz.
En 2015, cuando murió Gustavo Sainz, Ignacio Trejo publicó en Laberinto un artículo que tituló “Nuestro entrañable transgresor”. Escribió del Sainz profesor, funcionario público, escritor y amigo. El cierre es magnífico: “Un sábado me invitó a almorzar, y el otro invitado era ni más ni menos que Julio Cortázar. Experiencia mayor. Por todo eso, Gustavo, ¡cómo no te voy a querer! Descansa en paz”.
VII
Descanse en paz mi maestro Gustavo Sainz. También mis amigos Arturo y Nacho Trejo quienes, a pesar de todo, eran mucho más que dos.
AQ