Suele decirse “In vino veritas”, mas lo cierto es que de un borracho podemos esperar espontaneidad y acaso sinceridad, lo cual no siempre va atado con la verdad. La borrachera suele despertar la fanfarronería, estado en el que alguien dice ser leal cuando no lo es, valiente cuando es cobarde, y hasta un patán se siente sabio. Las palabras de amor dichas en una borrachera quizá no sean válidas en la sobriedad.
En El banquete de Platón, Alcibíades llega borracho y se nos hace creer que dice verdades. Se ocupa de enaltecer a su maestro y cuenta que años antes, cuando era un adolescente de lo más atractivo, “me levanté después de haber dormido con Sócrates no de otra manera que si me hubiera acostado con mi padre o mi hermano mayor”. ¿Verdad o mentira? ¿Miente él o miente Platón?
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Los persas sabían combinar las ventajas y menoscabos de borrachera y sobriedad para sacar el mejor partido. Heródoto nos cuenta que “suelen discutir los asuntos más importantes cuando están embriagados; y las decisiones que resultan de sus discusiones las plantea al día siguiente, cuando están sobrios, el dueño de la casa en que estén discutiendo. Y si, cuando están sobrios, les sigue pareciendo acertado, lo ponen en práctica; y si no les parece acertado, renuncian a ello. Asimismo, lo que hayan podido decidir provisionalmente cuando están sobrios, lo vuelven a tratar en estado de embriaguez”.
Aquí el consejo es que en la cámara de diputados se beba harto tequila mientras se discute una ley, se haga la votación y, al día siguiente, sobrios, los diputados habrán de reconsiderar su ebria decisión. Entre diputados sin duda son mejores las votaciones tomadas en borracheras, pues serían más genuinas y menos obedientes.
Pero si han de aprender de los persas, tomen nota que ellos tenían una regla rígidamente observada: “No les está permitido vomitar ni orinar en presencia de otro”, nos dice Heródoto.
En los escritos de Ateneo me encuentro una frase gustosa: “Espejo de la imagen es el bronce, y de la mente, el vino”. Por eso el sabio Pítaco recomendaba que nadie se pasara de copas “para evitar que se te conozca por lo que realmente eres y no por lo que finges ser”. Esto último sí se emparenta con el in vino veritas.
En cambio el poeta Teognis escribe que: “Quien, en cambio, sobrepasa la medida en el beber… profiere cosas sin pies ni cabeza, que al sobrio le resultan indecentes”. Si bien muchos profieren cosas sin pies ni cabeza estando perfectamente sobrios, y resultan indecentes.
Tras sumas y restas, me quedo con la oración a Dioniso, dios del vino: “Danos larga vida, protector de las buenas obras, para beber, bromear y tener nobles pensamientos”. Y proclamo: In vino felicitas.
AQ