Exploradores de la imaginación

Café Madrid

Una antología recién publicada convierte en cercanos y tangibles un puñado de lugares ficticios de la literatura contemporánea.

Portada de 'Regiones imaginarias'. (Ediciones Menguantes)
Víctor Núñez Jaime
Madrid /

Una tarde de calor sofocante, el periodista Luis Fernández Zaurín hizo una pausa en su recorrido por las polvorientas calles de Tuxcacuesco, un pueblo dejado de la mano de Dios en el interior de Jalisco. Había llegado hasta allí dispuesto a encontrar Comala, la zona donde transcurre Pedro Páramo, la célebre novela de Juan Rulfo que sentó las bases del realismo mágico. Guardó su cámara de fotos en la mochila, se sentó en el tranco de una puerta y enseguida vio acercarse a un hombre arrugado y sin dientes. Ambos se dieron las buenas tardes y Fernández Zaurín —la insolación instalada en la cabeza calva y colorada— le preguntó al anciano por un tal Pedro Páramo. “No lo conozco en persona, pero he oído hablar de él”, le respondió el lugareño con total naturalidad, muy serio y seguro de sí mismo. “Tiene muchas tierras, se podría decir que casi todo el pueblo es suyo, pero casi no viene por aquí”.

¿Hasta qué punto puede la ficción modificar, alterar o influir en la realidad? ¿En qué medida puede una geografía concreta ser la base real de un mundo fantástico? Guiados por estas preguntas, un grupo de escritores y fotógrafos salió en busca de los territorios donde autores como Juan Carlos Onetti, Andrea Camilleri o Juan Benet situaron las historias que contaron en sus libros. Sabían, de antemano, que ninguno de esos sitios existía, por lo menos tal y como fueron descritos por sus creadores pero, como dice el escritor de viajes Gabi Martínez, miembro de ese batallón de exploradores de la imaginación, todos se dispusieron a “narrar una realidad construida con seguridades falsas.” Sus crónicas o cuentos o ensayos, y sus mapas e instantáneas en blanco y negro, resultado de esa aventura, han sido reunidos en Regiones imaginarias (Ediciones Menguantes), una antología que convierte en cercanos y tangibles un puñado de lugares ficticios de la literatura contemporánea.

“El proyecto surge de las incansables conversaciones recurrentes que manteníamos acerca de aquellas regiones imaginarias que se dejaban entrever en las páginas de ciertos libros que nos habían transportado a lugares tan vividos como transparentes”, explican en el prólogo del volumen los periodistas Bernardo Gutiérrez y Luis Fernández Zaurín, quienes tomaron como referencia la Guía de lugares imaginarios, del argentino Alberto Manguel. “Macondo, epicentro de la obra de Gabriel García Márquez, tiene clarísimas resonancias caribeñas; Comala de Juan Rulfo está inspirada en Tuxcacuesco, un pequeño pueblo de Jalisco; Santa María, de Juan Carlos Onetti, es un espejo de ciertas áreas de Montevideo y el Río de la Plata; en Vigata, de Andrea Camilleri, se degustan los mismos platos que en Sicilia, por lo que resulta fácil deducir su ubicación; Yoknapatawpha, de William Faulkner, es reconocible en diversos rincones del Misisipi estadounidense, y en el condado de Lafayette en particular; Malgudi es el escenario de la mayoría de las obras del escritor indio R. K. Narayan en el sur de la India”, especifican los dos coordinadores de esta miscelánea de lugares míticos.

El libro contiene, además, los mapas elaborados por José Luis González Macías que, después de documentarse y leer los textos de sus colegas, dibujó lo que él mismo denomina mapas subjetivos. “Faulkner, Benet y Narayan sí dibujaron mapas de los territorios que crearon y yo los tomé como referencia, pero los demás tuve que imaginarlos completamente”, apostilla el diseñador e ilustrador. “Me documenté y al final hice un mapa subjetivo. O sea: tuve como base una cartografía real y luego, por encima, jugué con el espejismo de cada autor. No sirven para ir sobre el terreno, pero sí para aterrizar la imaginación.”

¿Por qué resulta tan verídico el retrato de un lugar desde el prisma de la fantasía? “Porque las grandes historias nos llevan a lugares auténticos”, me contó el otro día el periodista Luis Fernández Zaurín antes de pasarme un dibujo de su ruta y una lista de las personas que lo guiaron por Jalisco, por si algún día me animo a ir. “Yo recuerdo que la primera vez que leí Pedro Páramo sentí miedo. A media novela descubres que todos están muertos y eso me revolvió. Pero, al mismo tiempo, me dieron ganas de conocer ese lugar. Bueno, pasaron varios años hasta que logré mi propósito, pero hoy puedo decir que conozco Comala”.

AQ

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