Con clara voluntad o no, desde muy joven,
invocaba a las musas, y es probable,
que si algo valió la pena, otra mano
lo escribió. Pero todo pasa, se marchita, calla.
Ahora, en el postremo invierno de los árboles,
confirmo, al contemplarlas en el monte,
que a la par, conmigo, también envejecieron.
ÁSS