Joan Manuel Serrat, el trovador de la libertad, cumple 80 años. El niño eterno Juanito nació entre Navidad y Año Nuevo, el 27 de diciembre de 1943. Fue un regalo. Y qué le iba a hacer, si él nació en el Mediterráneo. Y qué le va él a hacer, si su vicio ha sido cantar, cantar para vivir, cantar para la libertad.
El noi del Poble-Sec, que tomó la guitarra y empezó a cantar a los 15 años “por las chicas”, grabó en 1965 su primer disco con canciones en catalán, todavía con la influencia francesa de Charles Aznavour, y en 1968 debutó en español con sencillo y las canciones “Poema de amor” y “El titiritero”. Y así se fue gestando el trovador que, en 2022, después de dos años de pandemia, volvió a México... a despedirse.
“Hace más de medio siglo que la ‘Señora’ y yo nos conocemos. Y, fíjense, no sé cómo se llama. No tengo ni idea de su nombre. Yo siempre la llamé así: ‘Señora por aquí, Señora por allá ¿Qué tal, Señora?’ Pero nos ha ido bien así, bueno, a ella le ha ido bien porque a mí se me ha caído el pelo, tengo las rodillas hechas polvo; y ella, en cambio, sigue teniendo los maravillosos 40 años. Los personajes no envejecen. Romeo y Julieta, sin ir más lejos, mantienen una historia de amor de 400 años y siguen siendo un par de magníficos adolescentes enamorados”. Así se describía en sus conciertos de mayo de la gira “El vicio de cantar: 1965-2022”, juguetón con su canción “Señora” del álbum Mi niñez de 1970.
Un cantor, un embustero, un soñador de pelo largo. ¿Y qué le va usted a hacer? ¿Qué le va ud. a hacer?
En esos conciertos de mayo en el Auditorio Nacional (en octubre, ofreció otro recital en el Zócalo), Serrat recordó su barrio natal en Barcelona donde aprendió casi todo lo que sabe, lo bueno y lo malo, ese barrio oscuro donde su padre (José) era fontanero anarquista y su madre (Ángeles), que soñaba con ser ballerina y maestra, se dedicaba a eso “que eufemísticamente se llama ‘sus labores’: trabajar como burra, cuidar hijos, asear la casa, confeccionar pijamas”. A ella le dedicó su nana “Cançó de bressol”.
Sus conferencias de prensa eran una delicia, como la que ofreció en febrero de 2019 en la sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes, previa a sus conciertos de la gira “Mediterráneo da capo”, donde después de casi dos horas, rogaba a los reporteros que lo dejaran ya irse al Sanborns de Los Azulejos, porque quería ver jugar a su Barça contra el Real Madrid, en la semifinal de la Copa del Rey. Y ganó.
Decenas de libros se han publicado sobre Serrat, más allá de sus canciones. Nadie ha seducido como él a intelectuales y artistas, españoles y latinoamericanos, narradores y poetas, él, que devolvió al pedestal a Rafael Alberti, Antonio Machado o Miguel Hernández, Luis Felipe o incluso Federico García Lorca, apestados décadas por la dictadura franquista. De hecho, Jesucristo Riquelme, estudioso de la obra del poeta de Orihuela, afirmó en entrevista con este reportero que gracias a Serrat se popularizó su obra.
De Miguel Hernández, Serrat sigue recordando que nació pastor de cabras en 1910 “y murió en la cárcel de Alicante en 1942, ochenta años se cumplen de la infamia”, decía el año pasado en sus conciertos. Subrayó que el autor de El rayo que no cesa fue un hombre comprometido con su tiempo y su gente, un hombre sensible y sencillo que amaba por encima de cualquier cosa la libertad y la vida. Igual Serrat.
“Dijo Pablo Neruda que recordar a Miguel Hernández, que desapareció en la oscuridad, y recordarlo hoy, a plena luz, es un deber de España, es un deber de la humanidad, es un deber del mundo”, añadió el trovador que tuvo que exiliarse en México en la década de los 70 debido a la represión franquista.
En total, como anota el poeta gaditano Luis García Gil, en su exhaustivo estudio Cantares y huellas (Editorial Milenio, 2010), el catalán puso música a cerca de una veintena de poetas, entre ellos americanos, como Ernesto Cardenal, Mario Benedetti, Pablo Neruda y Jaime Sabines. García Gil, por cierto, como parte de la conmemoración de los 80 años del cantante, estrenó en España otro libro a su salud: Palabras de Serrat (Efe Eme, 2023), un diccionario que recopila vocablos que utiliza el catalán en su cancionero y que pretende mostrar la riqueza del lenguaje, esmerado y culto, del autor de “Lucía”.
“Desde un principio, Serrat tuvo la sabiduría de entender la virtud de las limitaciones. Su voz no daba para el educado poderío de la ópera, el alarido del rock o la enjundia gitana del flamenco. Temblaba un poco, como agitada por el aire. En su inagotable Cuaderno gris, Josep Pla se ocupa de una Barcelona en la que todo mundo tiene gripe y el viento trae arenas que raspan la garganta. La voz de Serrat es un viento de ese tipo. No sirve para otras melodías, sino para algo inimitable: cantar las canciones de Joan Manuel Serrat”, escribió Juan Villoro en una columna que también le recuerda a su padre, Luis Villoro.
Y es que Serrat siempre nos va a recordar a alguien más, a otra persona, una historia personal e íntima.
Nomás algunos nombres de españoles que se han enfocado en el cantautor catalán: Manuel Vázquez Montalbán, el primero que dedicó un libro al cantante, publicó Joan Manuel Serrat en 1973 (NorteSur); y Antonio Muñoz Molina, el prologuista con nostalgia del Cancionero de 2000 en Aguilar.
Uno de los volúmenes más recientes dedicados al catalán es el del periodista Carles Gámez: Serrat. El canto libre (Blume, 2018), ya en formato de libro de arte e igual que el de García Gil, con numerosas fotos, datos biográficos y contextos de cómo vino, vio y triunfó el alma de la Nova Cançó catalana. Guionista también, Gámez es autor del documental Serrat, el ultimo trovador, de Discovery Channel.
Más reciente, el poeta cartagenero Antonio Marín Albalate convocó a medio centenar de músicos, poetas y narradores a rendir homenaje al cantante al Niño de Pueblo Seco. Nadie se hizo del rogar. En Tributo a Serrat (Rama Lama Music, 2019) aparecen nombres como Luis Alberto de Cuenca, Luis García Montero, Juan Antonio de Villena, Luis Eduardo Aute, Miguel Rïos, Alberto Cortez, Antonio Muñoz Molina, Joaquín Sabina, Ramoncín, Patxi Andión y la galardonada con el Premio Internacional de Poesía Generación del 27, la poeta jerezana, Raquel Lanceros, con su “Oda a Joan Manuel Serrat”.
García Gil recuerda en su libro que Serrat aparece citado en novelas como La amigdalitis de Tarzán, de Alfredo Bryce Echenique, París no se acaba nunca, de Enrique Vila Matas, Hot Line, de Luis Sepúlveda o Plenilunio, de Muñoz Molina. Los poetas no se quedan atrás en rendir culto al trovador.
“La obra de Serrat es referencia además en la propia poesía de algunos poetas. El poeta vasco Blas de Otero le cita en su poema ‘Elegía a Machado’ de su poemario Hojas de Madrid. El poeta catalán Joan Margarit le dedicó un poema titulado ‘Somriure’ (‘Sonrisa’) que forma parte de su libro Els motius del llop (Los motivos del lobo), editado en 1993. Este poema termina siendo grabado por Serrat en su disco Mô. En otro libro de Margarit (Cálculo de estructuras, 2005) el poema ‘El Price, 1948’ está también dedicado a Serrat”, escribe el poeta García Gil en su espléndido estudio citado, que enumera un elenco de colegas que han hecho a Serrat parte de su autobiografía literaria y sentimental en sus obras.
En México, solo en los últimos conciertos del 2022 de Serrat, varios intelectuales dedicaron columnas a reseñar, elogiar al coautor de “Cantares” o lamentar que se haya cantado “Las golondrinas” del adiós.
Villoro, por ejemplo, recordó en esa misma columna citada que Serrat tradujo al poeta chiapaneco Jaime Sabines al catalán, porque desde su primer álbum de 1965 “se convirtió en adalid de un idioma proscrito”. Y no solo cantó sus propias canciones en esa lengua, hace 50 años, en 1973, tras un rumor de que preparaba un disco con poemas de Ramón de Valle-Inclán, lanza en diciembre de ese año “Per al meu amic”, a partir del primer poeta catalán cuyo poema “El vell” musicaliza: Joan Vergés. Pasaron cuatro años para que volviera a poner música a otro poeta catalán, Joan Salvat Papasseit. De ahí los nombres se acumularon: J. V. Foix, Josep Carner, Palau i Fabre, Joan Margarit...
A Sabines, como bien señaló el autor de El testigo, Serrat lo incluyó en su disco Material sensible de 1989, con su versión del poema “La luna” (“La Lluna”), que incluso cantaba con Joaquín Sabina en los conciertos que realizó en las últimas décadas por América Latina, como “Dos pájaros de un tiro”, de 2007, y, la última de ellas, “No hay dos sin tres”, previo a la pandemia, en noviembre de 2019, donde bromeaban felices y Serrat hasta empezó albureando a una reportera feminista en la rueda de prensa del Auditorio Nacional, cuando le instó a no soltar micrófono al preguntar. “Que no te va a embarazar”.
En sus últimos conciertos en México, Serrat cantó a otro poeta mexicano, José Alfredo Jiménez: “De un mundo raro”, su versión de “Un mundo raro” del guanajuatense. Y sí, Serrat vino de un mundo raro.
“Qué gusto que estén aquí, de modo que pueda yo acercarme a ustedes y darles las gracias, no solo por la compañía de esta noche, sino por la compañía que me han dado en tantas y tantas ocasiones a lo largo de mi vida. Es un gusto estar aquí despidiéndome personalmente, como corresponde. Pero quede claro que esta noche no va a ser mi último concierto. Queda el de mañana, No va a ser el último, al menos eso espero. Pero, en el caso, en el caso poco probable ni deseable de que no lleguemos al final del concierto, ustedes siempre podrán presumir: ‘Yo, yo estuve ahí. Yo le vi caer'. De modo que en previsión de hechos desagradables, guarden ustedes sus boletos, no se les va a devolver el importe, pero siempre podrán presumir de haber estado aquí con nosotros esta noche. Muchas gracias. Bienvenidos. Y, de nuevo, buenas noches”, hablaba Serrat ese mayo del 22 como si no hubiera mañana.
Pero a sus 78 años entonces seguía cantándole a su niñez, se despedía con la misma historia de su gato peludo, funámbulo y necio que lo esperaba en los alambres del patio a la vuelta del colegio, gato que en 68 años jamás envejeció. “¿Y adónde fue su niñez?” Fue a su música, a la fiesta de san Juan, al carrusel del furo, a su natal Mediterráneo, a cantarle a la libertad, a las “Nanas de la cebolla”, a caminar y hacer camino al andar. Escribió horas después Villoro, que el legado de Joan Manuel Serrat son sus huellas.
Serrat contaba una historia entre cada música, buscaba una canción “y se perdió en un montón de palabras desgastadas”, en esa necesidad biológica del adiós. Tejió, como Penélope, recuerdos para ese público de tres generaciones, y en cada canción bordaba la vida y la muerte, como Merceditas, la del guardarropa, como su madre, que confeccionaba pijamas para completar el gasto mientras oía la radio.
“Voy prendido en mis canciones, como el abrojo en la memoria. No es de Yupanqui. Es un plagio. Un plagio mío, de Yupanqui. Prendido a mis canciones, que también son suyas, de cada uno, porque ustedes las han hecho suyas y les han dado sentido, y prendido a ellas gracias a los personajes que en ellas habitan, para ellos, para los personajes de mis canciones, toda mi gratitud y mi reconocimiento.
“Los personajes no son ni de verdad ni de mentira, transitan en un limbo de emociones, entre la realidad y la fantasía, cualquiera diría que nos tenemos un arraigo mis personajes y yo, pero les confieso que apenas les conozco, no sé de ellos más que lo que les he contado a ustedes y alguna cosa más. Por ejemplo, aquella mujer que quiero, ‘La mujer que yo quiero’, que recuerdo que yo quería o que yo quise, no se purificaba con agua bendita, es mentira, se purificaba con ginebra, como la reina de Inglaterra —hombre, yo creo que ya está muy bajo su dosis de ginebra, lo cual lamento profundamente.
“Si les digo que ‘No hago otra cosa que pensar en ti’, eso es verdad, sin exagerar, en su justa medida. Y si les digo que nunca he abusado de ninguna mujer ‘De cartón piedra’, es verdad. Jamás se me ocurriría una torpeza así. Por el momento. Tal vez algún día salga en el Alarma! –¿Se publica el ¡Alarma! todavía?– ‘Cantautor de éxito descubierto abusando de una mujer de cartón piedra’. Desagradable final de carrera. Por eso he decidido, antes de que las cosas puedan suceder de este modo, despedirme con dignidad. Otra cosa: jamás existió el tablado ese de lacio. Ni Merceditas tampoco, ni el Curro del romance ese. No existieron. Bueno, si existieron no llegué a saber nada de su relación, pero los junté, los junté y los hice vivir en una historia de amor absolutamente imposible”. Serrat y su humor cantado.
Rafael Pérez Gay escribió sobre la última visita de Serrat a México que, al ver al cantante, se persuadió de que se puede envejecer bien, mientras recordaba cómo en 1970 llegó a su casa el disco Dedicado a Antonio Machado, poeta (1969), que incluyó quizás la canción más famosa del catalán: “Cantares”.
“A ese texto que hablaba de la despedida de un poeta lo acompañó una música que no dejó de sonar durante más de cincuenta años”, escribió Pérez Gay en su columna de “Prácticas indecibles” de Milenio.
“Desde hace muchas historias de amor, Serrat se ha incrustado en el imaginario popular, si meten la mano a su repertorio, lo que sale es una gran canción. Serrat pertenece a la letra impresa, derrotó a la moda y siguió el camino de una tradición culta y a la vez popular”, escribió Pérez Gay en mayo del 22.
El pasado 12 de diciembre, en Madrid, Serrat recibió el más reciente reconocimiento a su trayectoria de seis décadas. La Sociedad General de Autores y Editores (SGAE) le otorgó la Medalla de Honor.
“La dignidad no consiste en poseer honores, sino en merecerlos”, dijo Antonio Onetti, presidente de la institución que el 11 de julio de 1968 registró una primera canción del trovador catalán, “El ball de la civada” y desde entonces ha inscrito 340 temas del autor de “Mediterráneo”, “Cantares” y “Fiesta”.
En la ceremonia estaba el premio Cervantes 2016 Eduardo Mendoza, quien destacó que Serrat “al cantar en catalán y en castellano consiguió repertorios distintos y poéticas complementarias. El bilingüismo le permitió incorporar nuevos ritmos”.
Sobre todo, destacó el compromiso de Serrat con las causas justas y “su defensa de la libertad contra la opresión” y, a pesar del retiro de los escenarios de su compatriota, destacó su trascendencia y legado.
“A pesar del retiro unipersonal, sus canciones seguirán sonando. Las canciones de Serrat son nuestra autobiografía”, dijo el autor de Riña de gatos. Madrid, 1936, nacido igual en Barcelona hace 80 años.
“Las canciones son la vida”, dijo ahí Joan Manuel Serrat, luego de agradecer esa “fiesta” entre amigos.
Felices 80 años, Serrat.
AQ