Y me veo de pie, mirando el cuadro con las dos rayas, una morada y una marrón, que se cruzan en el medio, un cuadro alargado, y veo que he trazado las rayas despacio y con un óleo espeso, y se ha corrido, y donde se cruzan la línea marrón y la morada el color ha producido un bella mezcla que corre hacia abajo y pienso que esto no es un cuadro, pero que al mismo tiempo el cuadro es como debe ser, está terminado, no cabe hacer más, pienso, y tengo que apartarlo, no quiero tenerlo más en el caballete, no quiero seguir mirándolo, pienso, y pienso que hoy es lunes y que tengo que dejar el cuadro con los otros cuadros en los que estoy trabajando, pero que aún no he terminado, los que tengo colocados con el bastidor hacia fuera entre la puerta de la alcoba y la de la entrada, debajo del gancho del que cuelga el bolso marrón de cuero, ese en el que guardo el lápiz y el cuaderno de bocetos, y luego miro las dos filas de cuadros terminados que tengo apoyados contra la pared junto a la puerta de la cocina, tengo terminados alrededor de una decena de cuadros grandes, además de cuatro o cinco pequeños, algo así, en total son catorce cuadros, y los tengo colocados en dos filas junto a la puerta de la cocina, porque dentro de poco tendré una exposición, la mayoría son más o menos cuadrados, que dicen, pienso, pero a veces pinto también cuadros alargados y estrechos, y el cuadro de las dos rayas que se cruzan es rectangular, que dicen, pero ese cuadro no lo quiero en mi próxima exposición, porque en el fondo no me gusta nada, y puede que ni siquiera sea un cuadro, quizá sean solo dos rayas ¿o tal vez quiera quedármelo y no venderlo? porque hay cuadros que quiero quedarme y no venderlos ¿y tal vez este sea uno de ellos pese a que no me gusta? ¿aunque quizá haya que decir que es un cuadro malogrado tal vez quiera quedármelo? y no sé por qué querré guardarlo junto con los otros pocos cuadros que tengo en el sobrado, en uno de los extremos, los cuadros de los que no quiero deshacerme, o quizá, bueno ¿quizá lo quiera Åsleik? ¿para regalárselo a la Hermana por Navidad? porque cada año, durante el Adviento, le doy un cuadro que luego él le regala a la Hermana por Navidad, y él me da a mí carne y pescado y leña y otras cosas, bueno, y tampoco hay que olvidar que en invierno también me quita la nieve del camino a la granja, como suele decir Åsleik, eso también, digamos, y cuando le cuento por cuánto se venden mis cuadros en Bjørgvin, Åsleik dice que le resulta incomprensible que la gente esté dispuesta a pagar tanto por un cuadro, la gente que lo hace debe de estar forrada, dice, y yo le digo que entiendo que le parezca mucho, porque a mí también me lo parece, y Åsleik dice que entonces, siendo así, en realidad está haciendo un buen negocio y que en ese caso todos los años le hace a la Hermana un regalo de Navidad demasiado caro, dice, y yo le digo bueno y se hace un silencio y luego le digo que la verdad es que a veces le doy algún billete por las costillas de cordero ahumadas y por el jamón y por el pescado seco y por la leña, y por quitar la nieve del camino, y quizá alguna bolsa con comida que traigo de Bjørgvin cuando voy allí de compras, le digo, y él dice algo molesto que sí, es verdad, dice, y yo pienso que no debería haberlo mencionado, porque Åsleik no quiere que le dé ni dinero ni ninguna otra cosa, pero cuando considero que tengo bastante para manejarme, que cubro mis necesidades, y él está más o menos sin blanca, pues le paso unos billetes, deprisa y a escondidas, digamos, como sin darnos cuenta, y lo mismo cuando voy de compras a Bjørgvin, siempre le traigo algo a Åsleik también, pienso, porque si yo gano poco, él apenas gana nada comparado con lo que gano yo, pienso, y miro las flas de cuadros terminados que tengo con los bastidores caseros hacia fuera, y cada cuadro tiene su título, pintado con un óleo espeso y negro en la parte superior del bastidor, y el cuadro que está más afuera, el que estoy mirando, se llama Y las olas baten lo suyo, sí, los títulos son importantes para mí, es como si formaran parte del propio cuadro, y siempre los pinto con óleo negro en la parte superior del bastidor, y los bastidores los hago yo mismo, siempre lo he hecho y mientras siga pintando seguiré haciéndolo, pienso, y pienso que en el fondo tengo quizá ya demasiados cuadros para una exposición, pero los llevaré todos a la Galería Beyer y ya que Beyer guarde algunos en la salita contigua a la propia galería, en el Banco, como llama él a ese cuarto en el que almacena los cuadros que no están expuestos, pienso, y voy a mirar de nuevo el cuadro de las dos rayas que se cruzan, ambas de trazo grueso, con empaste, que dicen, y la pintura se ha corrido un poco y se ha formado un color muy extraño en el lugar donde se cruzan las dos rayas, es un color bello y sin nombre, como es habitual, porque evidentemente no puede haber nombres para los incontables colores que hay, pienso y me alejo un par de metros del cuadro, y me quedo mirándolo y luego apago la luz y me quedo mirándolo en la oscuridad, porque afuera es de noche, en esta época del año es de noche, o casi de noche, a todas horas, pienso, y miro el cuadro y mis ojos se van acostumbrando a la oscuridad y veo las rayas, las veo cruzarse, y veo que hay mucha luz en el cuadro, sí, mucha luz invisible, de modo que quizá sea un buen cuadro a pesar de todo, pienso, y no quiero mirar más el cuadro, pienso, y aun así sigo mirándolo, y tengo que dejar de mirarlo ya, pienso, y miro hacia la mesa redonda que está ante la ventana, junto a la mesa hay dos sillones, en uno de ellos, el de la izquierda, me sentaba y me siento yo, y en el de la derecha se sentaba siempre Ales, sí, mientras vivió, pero Ales murió demasiado joven y no quiero pensar en eso, y la hermana Alida también murió demasiado joven y tampoco quiero pensar en eso, pienso, y me veo sentado en mi sillón, mirando el punto fijo que suelo mirar en el fordo de Sygne, el punto por el que me oriento, la marca en la que la punta del pino a los pies de mi casa debe quedar en el centro del cristal central de la ventana de dos hojas, en la hoja de la derecha, porque la ventana está dividida en dos, y las dos hojas se pueden abrir, y cada hoja está dividida en tres cristales, y la punta del pino debe estar en el centro de la de la derecha y distingo el pino y en la marca veo las olas en la oscuridad y me veo a mí mismo ahí sentado mirando las olas y me veo andando hacia el coche que está aparcado delante de la Galería Beyer, con mi abrigo largo y negro, y al hombro el bolso de cuero marrón, y vengo del Café, pero hoy no tenía demasiado apetito, así que, como tantas otras veces, he terminado no pidiendo el menú, he pedido solo una rebanada de pan con una hamburguesa y cebolla encima, y ya está atardeciendo y ya he comprado todo lo que tenía pensado comprar en Bjørgvin, así que va siendo hora de que me meta en el coche y me vuelva a casa, a Dylgja, al fin y al cabo es un trecho, pienso, y me monto en el coche y dejo el bolso marrón en el asiento del copiloto y arranco y salgo de Bjørgvin por el camino que en su día me enseñó Beyer, sí, porque en su día me enseñó a entrar y a salir en coche de Bjørgvin, me enseñó a llegar a la Galería Beyer por...
Traducción de Cristina Gómez Baggethun
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