• José Donoso y Carlos Fuentes, una amistad chilena

  • Literatura

La 'Correspondencia' de dos de los protagonistas del boom da cuenta de su pasado común, de su honestidad intelectual y de la construcción de la literatura en América Latina.

Jovany Hurtado García
Ciudad de México /

Chile vive en nuestra memoria a través de las palabras de Pablo Neruda: “Oh Chile, largo pétalo / de mar y vino y nieve / ay cuándo / ay cuándo y cuándo / ay cuándo / me encontraré contigo, / enrollarás tu cinta / de espuma blanca y negra en mi cintura, / desencadenaré mi poesía / sobre tu territorio.” Esa tierra es el lugar de los poetas, el espacio geográfico donde la palabra renombra al mundo y le da esperanza de futuro; es puente ensanchado por el lenguaje que unifica a nuestras naciones; nos recuerda que la palabra nos hace libres y, también, humanos. Nos regala la posibilidad de imaginar y mirarnos en el otro. Las palabras, entonces, son instrumentos que viajan de la hoja a la imaginación y nos dan la oportunidad de vivir en otro tiempo distinto al nuestro. Aquel país nos recuerda que los latinoamericanos, compartimos un mismo territorio, somos hijos de la imaginación del Quijote. Nuestra patria se extiende a medida que la tradición, de la que provenimos, irrumpe la frontera de los Estados Unidos y llena el sur, de aquella nación, de nuestra cultura.

Carlos Fuentes y José Donoso son chilenos y también mexicanos. Su literatura gravita entre las montañas chilenas y la meseta mexicana. No es, entonces, extraño que su Correspondencia (Alfaguara, 2024) nos dé cuenta de su amistad literaria, de su pasado común y de la construcción de la literatura en América Latina.

La amistad de los dos escritores se puede resumir en un párrafo de la carta que Donoso le envió a Fuentes el 9 de noviembre de 1962: “Escríbeme. No voy a poder dormir hasta que no sepa más de todo este asunto. María Pilar dice que haberte conocido es lo mejor que me ha pasado después de haberla conocido a ella. Me inclino a estar de acuerdo. Gracias por todo.” Es sabido que Fuentes, como ningún otro escritor, ejercía una gran solidaridad con sus amigos. Los promovía en los medios de comunicación. Enviaba sus textos con editores al extranjero. Él fue el gran agente literario del boom o como el propio Donoso lo llamó, un “Virgilio”.

Las cartas retratan el carácter de ambos escritores y aunque son polos opuestos conjugan su amistad a través de la literatura, encuentran en ella el punto de unidad donde la misma diferencia fortalece ese lazo afectivo. No es menor que el escritor sea el mejor crítico del escritor, entabla este diálogo desde la médula de la obra literaria, ejerce dicha acción con la intención de fortalecer la obra del escritor-amigo. La conversación de Donoso-Fuentes respecto a su obra es sincera, no se mienten. Se leen y hablan como arquitectos literarios. Donoso escribió el 23 de agosto de 1963: “Artemio Cruz leído y gustado —no enteramente gustado, pero gustado. Me gusta la oscilación de las conciencias, la energía como una granada que estallara pulverizándose en mil sentidos y matando en mil sentidos […] no me gustas pintando cuadros, siento que para eso te falta disciplina y humildad; no te entregas a lo incidental porque tienes cosas más importantes que decir y mostrar…”

Donoso y Fuentes se conocieron en Chile cuando ambos estudiaron en The Grange. Ambos tuvieron el primer contacto con la literatura y construyeron una amistad que los uniría a lo largo de la vida. La correspondencia recogida va de 1962 a 1995, deja al descubierto que en ese lapso de tiempo pocos fueron los momentos en que estuvieron cerca, siempre, así se lee en sus cartas, esperan que la fortuna los haga estar juntos, no obstante ambos fueron testigos de la construcción de la carrera literaria del otro. Queda descrito el proceso de escritura de El obsceno pájaro de la noche, Donoso menciona de manera detallada los periplos por los que va pasando, el 6 de noviembre de 1968 menciona: “Avanza la segunda versión del Pájaro. Daría oro porque lo leyeras. El tuyo es el único juicio que realmente me importa.” Y el 12 de diciembre de 1970 Fuentes le dirá: “¡FELICIDADES POR LA APARICIÓN DEL PÁJARO! Me parece increíble, pues he sido testigo de los sudores, temblores, sufrimientos, úlceras, fantasmas, ojeras, canas y agonías de ese libro escrito con sangre.”

Las cartas son de una riqueza invaluable, le dan un nuevo sentido a la literatura latinoamericana y evidencian el papel protagónico que jugaron Carlos Fuentes y José Donoso en el boom; nos dejan ver el origen y la construcción de los libros fundamentales de ambos escritores. Quizá la única crítica que haría es al título de Correspondencia que es demasiado simple para la riqueza del contenido, de ahí en fuera la edición y las notas son de una gran erudición.

La Correspondencia es una oportunidad para que José Donoso sea leído más ampliamente en América Latina. Sus editores tienen un trabajo pendiente: difundir su obra, permitir que el lector la encuentre en la librería. En México solo es fácil encontrar El lugar sin límites y, en algunas ocasiones, Coronación. Pareciera que hoy más que nunca las palabras que Fuentes escribió en su texto “José Donoso: a dos años de distancia” son un llamado vigente a los lectores: “Creo que, como todo gran creador, Donoso va a seguir escribiendo después de muerto, es decir será descubierto por más y más lectores. Él lo sabía: el lector conoce el futuro, el escritor solo inventa el pasado.”

AQ

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