Decía Jorge Luis Borges que escribir es un modo de soñar, y uno tiene que tratar de soñar sinceramente. En Los sueños de Patanjali (Grijalbo, 2025), José Gordon lo ha hecho de esa manera. Ha escrito como si se entregara a un sueño, pero también ha narrado una novela referida a los sueños, el propio y el de otros, el sueño de la tribu, el sueño de los enamorados, los sueños cósmicos. Quien se haya acercado a José Gordon y a sus libros habrá podido detectar un aura multicromática, un espectro amplio de disciplinas e intereses donde conviven la poesía, las neurociencias, la física, la astrología, los mitos, las artes y hasta la canción ranchera. Pero ¿qué hay en el fondo? ¿Hacia dónde se dirige su búsqueda?
La frase inicial de Los sueños de Patanjali nos da la pauta: “Le pregunté si alguna vez había visto a una deidad. Me dijo que sí como si hubiera visto un pájaro”. A partir de aquí, la novela se despliega abriéndole al lector una cartografía en la que encontramos notas, libros, citas, personajes, reales o ficticios, que nos dan acceso a ese camino trazado por José Gordon: el camino hacia la comprensión de una realidad más allá de lo aparente y las posibilidades de penetrarla, de acceder a “otros mundos, pero que están aquí”.
La novela se presenta como un compendio del viaje literario emprendido por José Gordon a lo largo de varias décadas, desde la publicación de su primer libro, Tocar lo invisible, en 1995, pasando por El libro del destino, El novelista miope y la poeta hindú, entre otros. Estamos frente a una novela circular en la que el autor recomienza, va al origen, recoge momentos, espacios y presencias que lo han acompañado en esta cruzada que intenta descubrir las posibilidades de la mente y rescatar nuestra capacidad de convivir con lo sagrado, de volver, por así decirlo, a relacionarnos con los dioses.
El trayecto en Los sueños de Patanjali comienza cuando el protagonista, Juan José Marina, un neurocientífico en retiro, descubre a este sabio, autor de unos misteriosos textos llamados Yoga Sutras. Se trata de un ser mítico transfigurado en una serpiente de mil cabezas. A través de él, la historia conducirá al lector hacia los misterios más profundos de la gramática, a mundos que no vemos, a estratos de la realidad que solo ciertas palabras, quizás olvidadas, pueden revelar.
El azar lleva a Juan José Marina al encuentro con una mujer. Al mirarla, descubre que la ha visto en sueños. Se llama Estela Gerson, es filósofa e historiadora. Ella también lo ha soñado antes de conocerlo. Así, diversos personajes abren caminos hacia un conocimiento no revelado. Algunos de estos, ficticios y reales, figuran en el mapa astral de José Gordon. Por ejemplo, Mircea Eliade, escritor rumano, estudioso de religiones y mitos, un convencido de que en las expresiones cotidianas se oculta algo extraordinario que solo la literatura y el arte pueden capturar. Eliade ha investigado los Yoga Sutras de Patanjali, acercándose a los poderes legendarios del yogui, que le permiten conocer otros niveles más sutiles.
Una historia paralela se cruza con la de Eliade, la del poeta William Butler Yeats, enamorado de Maud Gonne, una activista de 23 años dedicada a causas políticas y sociales. “No es fácil”, dice, “encontrar a alguien que pueda entender y respirar las sutilezas de mi arte y filosofía espiritual”. Cierto día, sueña que le besa los labios y le propone matrimonio. Al día siguiente, se lo cuenta a Maud y ella responde que soñó lo mismo. Al ser rechazado en su propuesta matrimonial, Yeats la invita a participar en una sociedad secreta a la que él pertenece, la Aurora Dorada. En este pasaje se conoce el interés del poeta por los enigmas de la mente y la posibilidad de transmitir el pensamiento. Vemos que las ideas y estudios de Mircea Eliade se corresponden con las inquietudes de Yeats. Ambos convergen en la exploración de escritos budistas, referencias al Majabhárata y El estudio de Patanjali escrito por el profesor hindú Dasgupta, una reflexión sobre las implicaciones filosóficas de un conocimiento que cuestiona los procesos de la percepción de la realidad.
¿Se puede entrar en el sueño de otra persona?, se pregunta Juan José Marina. ¿Podemos captar los pensamientos de un individuo? Si en el terreno filosófico y la mitología encontramos pistas, la ciencia también ha hecho contribuciones. En este punto, el libro refiere los experimentos de Rodrigo Quiam Quiroga. El neurocientífico del Instituto de Investigación del Hospital del Mar en Barcelona descubrió las neuronas de concepto, es decir, las que se activan ante el reconocimiento de algún personaje u objeto. Y lo más interesante ha sido comprobar que esas neuronas no solo responden a la imagen, sino al pensamiento. ¿Estamos a un paso de leer la mente?
A lo largo de la lectura, se condensan mitologías de diversa índole que enriquecen la reflexión sobre lo sagrado en el arte y la literatura, la presencia de los dioses, el misterio de la existencia, el poder de la mente, entre otros temas en los que José Gordon ha insistido. Por ejemplo, el libro no prescinde de la imagen del Gólem, recreado en la novela de Gustav Meyrink. La figura se le aparece, en sueños, a otro personaje protagónico, Ari Gerson. Aquí la historia da un giro para entrar en un tono más íntimo al reunir a un grupo de amigos que se autonombran “Los Aerolitos”: Ari Gerson, Mónica Peri y Fernando Herrera. Parroquianos del café Moheli en el centro de Coyoacán, también entre ellos se cruzan sueños. Ari Gerson los pone al tanto del libro que está escribiendo, de los textos de William Yeats que encontró, de su relectura de Meyrink. Herrera habla de los sueños, en los que el tiempo se dilata como si fuera plastilina y Mónica se pregunta: ¿con qué luz se ven los objetos en los sueños? En silencio, mientras Ari piensa en dos ajolotes a los que alimenta cada mañana en una pecera de cristal, sabe que está llegando al punto de no retorno. Los demás lo perciben y la reunión se torna melancólica. Al fondo suena la música del organillero y todos cantan en un silencio compartido. “Mientras yo estoy dormido/ Sueño que vamos los dos muy juntos/ A un cielo azul/ Pero cuando despierto/ El cielo es rojo, me faltas tú”.
Oliver Sacks, Federico Fellini, David Lynch, Marc Chagall, T. S. Eliot, Cat Stevens, Julio Cortázar, son algunas presencias en la gran memoria del autor. Todos conviven en este viaje que propone descubrir “algo extraordinario que se oculta y que solo la literatura y el arte pueden capturar”. Los sueños de Patanjali es esto, pero es también un homenaje a la amistad. Uno comprende que es ahí donde la vida puede transcurrir como un acto poético, “solamente”, nos dice Gordon, “hay que dejarnos tocar por esa magia”.
AQ / MCB