Juan Eduardo Cirlot: poeta de vocaciones múltiples

Escolios

Cirlot fue un poeta iniciado que se nutrió lo mismo del estudio de las mitologías y la magia arcaica que del influjo de las vanguardias literarias y el arte moderno

Juan Eduardo Cirlot, poeta (Foto: El Mundo)
Armando González Torres
Ciudad de México /

Es casi imposible salir indemne de la poesía del español Juan Eduardo Cirlot (1916-1973), de su fuego visionario, de su mordedura hermética y de su hechizante melodía. Los lectores de Cirlot suelen experimentar una especie de trance ante la enorme variedad y novedad de recursos e influencias (la técnica permutatoria del verso, la imagen electrizante, la música dodecafónica), puestos al servicio de una inspiración augural.

Juan Eduardo Cirlot fue un poeta iniciado que se nutrió lo mismo del estudio de las mitologías y la magia arcaica que del influjo de las vanguardias literarias y el arte moderno. Hombre de vocaciones múltiples y hambre de trascendencia, fue, entre otros muchos oficios, músico, cinéfilo, mitólogo, iconógrafo, crítico de arte, coleccionista de espadas, traductor, editor y poeta. La biografía de Antonio Rivero Taravillo, Cirlot. Ser y no ser de un poeta único, (Sevilla, Fundación José Manuel Lara, 2016) es una cronología vital e intelectual escrita con simpatía, pero sin ninguna concesión o complacencia, que brinda luz sobre una figura seductora en lo artístico, polémica en lo político y de una auténtica rareza. La biografía de Taravillo traza, a la vez que la novela de formación de un espíritu iluminado, un panorama del rico panorama cultural español, posterior a la Guerra Civil, que bulle pese a la censura del franquismo y recoge esbozos y ecos de personajes, paisajes y publicaciones olvidadas.

Cirlot nace en 1916 en Barcelona, miembro de una estirpe de militares pasa parte de su niñez en una morada construida por Gaudí, vive su adolescencia en la polarización de la Guerra Civil, trabaja en bancos y agencias aduanales y, luego, pasa la mayor parte de su vida, como editor y crítico de arte. Se casa, cría una familia y, al mismo tiempo, se abre a todo tipo de experiencias arcanas. Por lo demás, el serio hombre de trabajo se permite profesar ideas que rozan peligrosamente los radicalismos estéticos y políticos y acude con frecuencia a provocaciones surrealistas. En nada resultan previsibles las acciones de un artista que modela su vida entre el máximo orden y rigor creativo (sus esforzadas labores extraliterarias para sobrevivir, sus jornadas extenuantes, su productividad y versatilidad intelectual) y la total apertura al misterio. En efecto, Cirlot se consagra a los saberes heterodoxos, al arte de las correspondencias y al cultivo de la magia y la alquimia verbal. Autoridad reconocida en el campo de la crítica de arte y la simbología, su altar y su laboratorio más fecundo se encuentran en la poesía. Su envolvente y rigurosa prosodia, su portentosa técnica combinatoria y su búsqueda constante de nuevas mutaciones y alternativas lo hacen un autor resistente a cualquier taxonomía. Cirlot constituye uno de los enigmas más complejos y perturbadores de la poesía hispanoamericana y, con este libro, Rivero Taravillo contribuye a restituir sus señas vitales y, al mismo tiempo, a devolverle su misterio.

RP

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