Juan Pablo Villalobos: “La novela es el territorio de la complejidad y los matices”

Entrevista

El escritor jalisciense habla de su reciente novela ‘El pasado anda atrás de nosotros’, que da cuenta de la iniciación de un hombre que al volver a su lugar de origen confronta su pasado, su familia y sus raíces.

Juan Pablo Villalobos, autor de novelas como 'No voy a pedirla a nadie que me crea' y 'Peluquería y letras'. (Foto: Alejandro García | EFE)
Óscar Garduño Nájera
Ciudad de México /

El pasado anda atrás de nosotros (Anagrama, 2024) es una novela que ocurre en Lagos de Moreno, Jalisco y que da cuenta de la iniciación de un hombre que al volver a su lugar de origen confronta su pasado, su familia, sus raíces y entonces surgen los problemas. También se enfrenta a la descomposición social, a la sombra temible del narcotráfico, a la culpa y los reproches que le achacan aquellos que lo conocen y lo siguen considerando un “extranjero”, una novela con la que Juan Pablo Villalobos cierra un ciclo novelístico, tuvimos oportunidad de hablar con él.

Juan Pablo, con El pasado anda con nosotros culminas el ciclo de tres novelas, No voy a pedirla a nadie que me crea (Anagrama, 2016), Peluquería y letras (Anagrama, 2022), pero lo que me llama la atención es que algunos señalan que este ciclo es un ejercicio de imaginación paranoica, ¿a qué te refieres con eso de imaginación paranoica?

Son tres novelas que lo que tienen en común es que en las tres utilizo mi nombre como el del protagonista, y las tres son novelas, es decir, no son autobiografías, son tramas de ficción. Y paranoia en el sentido de que utilizo no solo mi nombre sino mis circunstancias personales: hablamos de tres novelas de un mexicano que se va a vivir al extranjero para estudiar y que no regresa, y en el caso de esta última, El pasado anda atrás de nosotros es un mexicano que vuelve por unos días a México para cuidar a sus padres, y la paranoia vuelve en que las tres novelas se plantean a partir de la pregunta “¿qué hubiera pasado si?”, o incluso “¿qué es lo peor que podría pasar?”

Es decir, partes de probabilidades, de posibilidades…

Exactamente. Digamos que En el pasado anda atrás de nosotros tiene que ver con volver a una casa y a una infancia muy particulares, que son las del lugar donde yo crecí, en Lagos de Moreno, que como debes de saber en los últimos años, pues la zona de Altos de Jalisco es muy peligrosa, hay mucha violencia por la guerra entre los carteles del narcotráfico, y entonces esa paranoia tiene que ver, en particular, con una parte de la vuelta al pasado, encontrarse con amigos, encontrarse con la familia, con historias que parece que ya deberían estar enterradas, y sin embargo siguen vivas; y por otra, con el presente, que es un presente donde parece que en cualquier momento puedes encontrarte en el lugar equivocado y sufrir las consecuencias.

¿Narrativamente qué te representa Lagos de Moreno?

Es el lugar donde crecí, es el lugar de mi infancia, yo viví ahí hasta los 15 años, digamos que todo lo que yo conocí hasta los 15 años era Lagos de Moreno, y eso pues nos marca a todos, el lugar donde vivimos nuestros primeros años. Es un lugar muy conservador, muy religioso. Es un lugar del que yo me fui hace 35 años, pero que deja sus marcas. Ahí el personaje de la novela justamente sí que tiene algo autobiográfico, pues tiene unas cuentas por saldar y más que nada tiene que ver con ese sentirse culpable respecto de haberse ido; los padres ahora necesitan del personaje.

Hablamos de una novela donde las edades tienen mucho que ver…

En ese sentido, El pasado anda atrás de nosotros es una novela muy generacional, yo tengo 50 años ahora y mis padres ya están muy grandes, y lo normal es que necesiten de ti los padres cuando están ancianos, es decir, que se invierta la relación de los cuidados, los padres cuidan de los hijos, primero, y después los hijos tienen que cuidar de los padres, y para mi Lagos de Moreno sigue siendo el lugar donde está mi familia, no solo mis padres, también primos, tíos, dos de mis hermanos viven ahí, así que aunque me haya ido, es un lugar al que vuelvo en la realidad y en los libros.

A mí me parece que hay un sentido de culpa duplicado, una culpa es la que siente el personaje, pero también las mismas personas que conoce lo hacen sentirse culpable, le reprochan no haber estado en los momentos cruciales, es el juego de la culpa lo que está presente en toda la novela.

Sí, digamos que justamente ahí está el conflicto que tenemos todos los que nos vamos y los que emigramos, y no me refiero a una emigración como la mía, que fue del país, sino que estos conflictos también surgen cuando te vas de una ciudad a otra, es decir dentro del mismo México, cuando dejas atrás la casa de la familia, y el contexto en el que creciste, los amigos…

Lo cual ocurre con mucha frecuencia en México…

También suceden esos fenómenos, la gente se va a la Ciudad de México y vuelve por temporadas o por vacaciones a sus pueblos y existe siempre ese conflicto entre los que se quedaron y los que se fueron, y digamos que ahí la principal crisis tiene que ver con una vida fantasmal, que se queda, porque tú te vas y dejas atrás no solo tu lugar, sino que dejas atrás una vida que pudo haber sido, digamos que yo tendría una vida si estuviera en Lagos de Moreno, y tendría una vida si estuviera en la Ciudad de México, y tengo otra, y esa vida que se queda atrás, esa posibilidad que no cumpliste por haberte ido, está siempre como una especie de recuerdo de algo no vivido, pero que pudo haber sido, y eso es justo lo que establece el conflicto con los amigos o con los familiares que sí, que se quedaron, que son los que tuvieron esas vidas.

Llama la atención, también, que en toda la novela no señalas el lugar a donde te fuiste a vivir, eres el extranjero, el que vive fuera de Lagos de Moreno, el que se fue fuera de aquí…

Sí, insiste mucho el narrador, y señala en que se fue a un lugar y una vida muy tranquilas, estable y que no pasa nada…

Exacto, pero no dice dónde es…

Digamos que aquí hay una diferencia: cada uno de los tres libros de autoficción funcionan ligeramente diferente, por ejemplo en No voy a pedirle a nadie que me crea estaba muy claro: un estudiante que es de Lagos, y va a Guadalajara, después va a Xalapa a estudiar Letras, y de ahí se va a Barcelona, y luego en Peluquería y letras es un mexicano que vive en Barcelona y que también es un escritor, está muy claro, y ahora en El pasado anda atrás de nosotros me interesaba no distraer al lector demasiado con el hecho de que el personaje tiene todas mis características, porque nunca se dice que el protagonista es un escritor, y de hecho hay un momento en que parece justificarse cuando el narrador dice que nadie le pregunta, que nunca habla de su vida porque nadie le pregunta, no me interesaba distraer al lector con una trama que está sucediendo en el extranjero, la vida cotidiana que tiene ahora ese personaje, sino concentrarme en lo que le sucede en los días que está en México.

Me llama la atención, también, la parte de las fotografías que vienen en la novela, ¿cómo fue que te decidiste a incorporarlas? Porque los objetos que aparecen en dichas fotografías, no los quiero señalar para no darles adelantos a los lectores, creo que son parte de la novela, pero que funcionan como personajes…

A nivel de lo narrativo funcionan como leitmotivs, se repiten a lo largo de la novela, pero cada vez que aparecen lo hacen en circunstancias distintas, representan cosas diferentes, y esta es una novela que mezcla los tiempos, que avanza entre el pasado y el presente, que también tiene algo que ver con el sueño…

El personaje parece disperso en ellos…

En algunos momentos no queda del todo claro si lo que cuenta está sucediendo o lo está soñando, en varios momentos de la novela se queda dormido y despierta, es algo que se repite, y las imágenes de las fotografías me interesaban para ir haciendo este efecto como de confusión, de duda sobre si lo que se está narrando si está sucediendo o no, si sucede en el pasado o en el presente, si sucede a nivel de la ficción o si sucede en un sueño, y no importa porque un poco de lo que la novela propone, por una parte, es que todos los tiempos están sucediendo al mismo tiempo, es decir, que el pasado está vivo, que el pasado sigue vigente por sus consecuencias en el presente, eso por una parte, y por otra, que la distinción entre ficción y realidad, sueño y vigilia, no existe, es decir, que en la ficción todo funciona al mismo nivel.

También hay una gran lección que se marca constantemente, pero que termina de mostrarse en su totalidad al final: dejar de ser hijo e independizarse emocionalmente de la familia, y que es la lección que le dan la madre y los hermanos al personaje principal.

Sí, digamos que ahí está la cuestión generacional, justamente, y se podría leer la novela como una novela de iniciación, en el sentido de que es una novela en la que el personaje tiene que madurar, pero no es la novela de iniciación clásica, donde un niño o un adolescente tienen que renunciar al mundo infantil, al mundo de la fantasía e integrarse al mundo adulto, sino que es una novela en la que un adulto inmaduro tiene que ocupar el lugar de los padres, es el momento en que los padres ya no pueden cuidarse a sí mismos, han perdido su autonomía, y también, por supuesto, en el horizonte está la muerte, por un tema simple de edad, entonces los hijos tienen que asumir el lugar de los padres, que es el momento en que la maduración se completa y no pueden seguir aplazando algo que es ya inevitable.

Tienes en la novela un punto, cuando aparece la persona herida junto con el lobo, que en algún momento te hubiese permitido armar una estructura más apegada a una “narcoliteratura”, ¿no te llamó la atención, tú que conoces bien lo que ocurre en Lagos de Moreno, la situación por la que está pasando, o cuál es tu opinión acerca de este tipo de literatura?

Yo he escrito un par de novelas que tienen como tema la violencia del narcotráfico, Fiesta en la madriguera (Anagrama, 2010) y No voy a pedirle a nadie que me crea y yo creo que en esta novela también está presente dicha violencia, pero está presente solo como amenaza. No solamente está este personaje que mencionas, sino también esta presencia constante de la pastilla te habla de un mundo en el que continuamente se están ofreciendo drogas, y el bar al que acude el personaje, tiene un encuentro ahí con un “dealer”, pero todo ocurre en un nivel no de la violencia real, no de encontrarte con el gran capo, sino con personajes muy secundarios, que son ya representantes de esa violencia, pero muy cotidianos, por decirlo de algún modo, y esa violencia sí que está presente en esos elementos que aparecen fotografiados, más que como personajes, digamos que la violencia del narco en la novela es como una atmósfera, es un clima, y de hecho parte del miedo que tiene el personaje y parte de su incapacidad para reaccionar y todo eso que le van diciendo los distintos familiares y amigos tiene que ver con justo cómo se ha transformado Lagos de Moreno por culpa del narcotráfico.

Cómo evitar que en algún momento la novela se volviera maniqueísta, que quedarán como muy bien establecidos los personajes buenos y los malos.

Sí, pero también es verdad que ese personaje dentro de sus buenas intenciones, por decirlo así, es muy, no sé si llamarlo irresponsable, pero si es alguien que su falta de decisión, su falta de voluntad su inmadurez, se podría cuestionar y se podría decir que es alguien que por omisión, no por obra, acaba contribuyendo a la maldad, entonces creo que la situación te califica en juzgar a los personajes como villanos o como buenos, no debería quedar muy clara, la novela es el territorio de la complejidad, y creo que los novelistas deberíamos trabajar con lo complejo, con los matices, con los grises, con las zonas en las que las verdades no están tan claras, y buscamos la verdad, por supuesto, pero buscamos un tipo de verdad más profunda, que no es esa verdad, como bien dices tú, blanco y negro.

AQ

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