Villoro en el corazón del área

Al margen

'No fue penal. Una jugada en dos tiempos' es un guiño a varios episodios y personajes del futbol mexicano, es también una reflexión sobre el mundo en que se mueve, todo con la puntillosa ironía y el humor de un cronista todoterreno.

Portada de 'No fue penal. Una jugada en dos tiempos', de Juan Villoro. (Almadía)
Alma Gelover
Ciudad de México /

“Las jugadas polémicas dependen de quien las mira, No fue penal (Almadía, 2023) pone en escena una desconcertante condición del deporte: lo que para unos es legítimo, para otros es un agravio”, se lee en la contraportada de este libro en el que Juan Villoro vuelve a una de sus grandes pasiones, el futbol, a través de una historia que enfrenta a dos hombres a quienes unió una amistad entrañable fracturada por el infortunio: en una práctica de la selección nacional, uno de ellos —apodado el Tanque— sin pretenderlo lesiona gravemente a la mayor promesa del balompié mexicano, su amigo Valeriano Fuentes, al que no le gustaba el futbol pero lo jugaba con una facilidad fuera se serie. Muchos años después, vuelven a encontrarse: el Tanque, de mediocre pasado, como entrenador de un equipo en peligro de descender a la segunda división, y Valeriano, lisiado, como árbitro revisor en el VAR.

Desde sus respectivas posiciones —o soledades— ambos observan, analizan y sufren el partido: el Tanque desde la “jaula sin rejas” del área técnica, su “oficina del dolor” y Valeriano desde “la pantalla del destino” del VAR. Recuerdan su amistad y la tragedia que la pulverizó, cada quien da su versión de los hechos, pero coinciden en que fue un accidente que a los dos les cambió la vida para siempre.

El libro se divide en dos partes. En la primera habla el Tanque, en la segunda Valeriano. En sus remembranzas cabe todo el mundo del futbol mexicano: las supersticiones, el fanatismo auténtico de las porras desterrado de los estadios por la violencia mercenaria de las barras importadas de Argentina, infiltradas en ocasiones por el crimen organizado, la rudeza innecesaria de algunos comentaristas deportivos, la indolencia de muchos jugadores, la eterna maldición del “ya merito” de la selección, el fracaso como constante. Los recuerdos se mezclan con comentarios sobre el partido que ambos ven, el Tanque con su habitual delirio y Valeriano con una serenidad machacada por la tristeza. Los dos están conscientes de la presencia del otro, pero nunca se ven mientras la pelota, impulsada por jugadores indolentes y malones rueda por la cancha hasta llegar a esa zona de donde ya no hay retorno.

No fue penal. Una jugada en dos tiempos es un guiño a varios episodios y personajes del futbol mexicano, es también una reflexión sobre el mundo en que se mueve, todo con la puntillosa ironía y el humor de un cronista todoterreno.

AQ

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