La danza y la música: armonía de dos mundos

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La primera bailarina Elisa Carrillo y el pianista Simón Ghraichy hablan sobre el estreno mundial de ‘Alma en movimiento’, una producción en la que confluyen varias tradiciones.

Simón Ghraichy y Elisa Carrillo en imagen promocional de ‘Alma en movimiento’. (Foto: Yan Revazov)
Laura Cortés
Ciudad de México /

La potente conexión entre la música de piano y la danza protagoniza el proyecto artístico Alma en movimiento, encabezado por Elisa Carrillo, la bailarina que se ha convertido en una leyenda de la danza, no solo por obtener los más altos reconocimientos internacionales en esta disciplina, sino por sus arriesgadas propuestas: lo mismo convoca a figuras preponderantes de la escena dancística internacional en una gala en su natal Texcoco, que presenta coreografías emblemáticas como Bolero con bailarines mexicanos o congrega en el zócalo de la Ciudad de México a 5 mil personas en una clase masiva de danza.

Para la creación de Alma en movimiento, producción original cuyo estreno mundial está programado para el 14 de agosto en el Palacio de Bellas Artes, la primera bailarina del ballet de la Ópera de Berlín cuenta con la complicidad del pianista franco-mexicano-libanés Simon Ghraichy (1985), a quien la crítica ha calificado como el “Rockstar del piano”, entre otras cosas por romper con la solemnidad de los conciertos de música clásica.

El binomio se antoja perfecto. El piano es el instrumento favorito de la bailarina mexicana. “Mi día inicia con música de piano. En el momento en que empiezo a escucharla, mi cuerpo comienza a moverse”. Por su parte, cuando el artista parisino lee una partitura, su imaginación transforma cada nota en una coreografía.

Alma en movimiento incluye obras como Le Parc, del coreógrafo Angelin Preljocaj, inspirada en música de Mozart, o Dying Swan, del ruso Michel Fokine, pero también se presentarán tres nuevas coreografías creadas especialmente para esta puesta escénica.

Ghraichy, una de las estrellas del sello Deutsche Grammophon y coautor del exitoso libro Toccata, bermuda, corona (prologado por el expresidente francés François Holland), ha realizado los arreglos originales para el piano, transformando algunas de las piezas orquestales más icónicas en interpretaciones íntimas y profundas. Esta producción ofrecerá a los espectadores la posibilidad de sumergirse en el mundo donde dialogan danza y piano.

¿Cómo surge este proyecto que muestra el poderoso vínculo entre el piano y la danza?

Elisa Carrillo: Desde el primer momento en que Simon y yo hablamos hubo una gran conexión. Los dos pertenecemos al mundo del arte, la música y la danza, pero creo que tener sangre mexicana también nos conectó. Queríamos hacer algo juntos donde el piano y la danza tuvieran la parte estelar. Así surgió la idea de crear un proyecto en el que pudiéramos unir la música con la danza de una forma diferente, porque siempre han estado unidas. Queríamos hacer algo en el que la gente pudiera sentir esa cercanía y ofrecer algo nuevo, Simon con el piano y yo bailando. Creamos un espectáculo íntimo que busca generar todo tipo de emociones.

Simon Ghraichy: En el pasado, ya había trabajado mucho y de diferentes maneras con la danza, con bailarines de la Ópera de París, de danza contemporánea y de hip hop. Ahora quería hacer otro proyecto que involucrara a la danza. Conocía a Elisa solo de nombre y sabía de su reputación, pero no había tenido la suerte de conocerla en persona. Nos conocimos en septiembre pasado en Berlín y coincidimos en trabajar en un concepto en el cual la música y la danza fueran protagonistas y se mostrara el diálogo entre el piano, mi instrumento, y la danza, el instrumento y el alma de Elisa.

Han estado en algunos de los escenarios más prestigiosos del mundo. Con este proyecto, Elisa vuelve a Bellas Artes después de cinco años y es la primera presentación de Simon en este recinto. ¿Qué significa para ustedes estar en Bellas Artes?

EC: Estoy muy emocionada. Bellas Artes es uno de los escenarios más bellos del mundo. Cuando empecé mi carrera soñaba con presentarme ahí. La primera vez que fui a una función en Bellas Artes, cuando era niña, dije: “Quiero estar detrás de ese telón”. Y siendo todavía una niña me presenté ahí con la Compañía Nacional de Danza para bailar El Cascanueces. Nunca he olvidado el momento en que entré al teatro, el olor a madera, las luces…Fue el lugar donde el sueño de ser bailarina se hizo real.

Cada escenario es importante, pero Bellas Artes tiene una conexión con mi niñez y con mi crecimiento como bailarina. Cuando me convertí en bailarina profesional, mi primera gala fue en el Palacio de Bellas Artes. Aunque para mí es como volver a casa, es también un escenario que siempre me impone.

SG: Elisa dice que es su regreso cinco años después. Para mí es mi regreso a México, también cinco años después. La última vez que estuve fue en noviembre de 2019 y con la pandemia ya no tuve la oportunidad de volver ni siquiera para ver a mi familia. Tengo mucha familia en México. Estoy emocionado porque es mi debut en el Palacio de Bellas Artes, un lugar que es el alma de la Ciudad de México, por su simbología, su arquitectura, sus colores. Cuando desde Europa pienso en la Ciudad de México, la primera cosa que viene a mi cabeza, a mi imaginación, es Bellas Artes.

"Cuando el público asiste a un concierto está en busca de emociones y 'Alma en movimiento' le dará eso". (Foto: Carlos Quezada)

Sus trayectorias se han caracterizado por romper convencionalismos y por llevar el arte a públicos y sitios diferentes. ¿Esta producción sigue esa línea?

EC: Desde hace tiempo, Misha, mi esposo, y yo hemos pensado en algo que pueda llegar a diferentes espacios y públicos, que no se quede en un solo recinto. Es un honor estar en la sala principal de Bellas Artes, pero nuestro sueño es que Alma en movimiento pueda llegar a muchos espacios. Justamente por eso creamos un concepto profundo y a la vez íntimo que pueda adaptarse a diferentes escenarios. Me presento con grandes compañías, en las galas de ballet, pero esto es un concepto en el cual solo estamos Simon y yo con un grupo pequeño de artistas.

SG: La danza y la música clásica siguen siendo un poco cerradas, con muchos códigos establecidos. Yo me considero un pianista disruptivo. No me conviene estar encerrado en las paredes del Teatro Champs-Elysées. Me gusta dialogar con otras formas de arte. La música clásica y la danza tienen que salir de los espacios ordinarios. Por eso a Elisa y a mí nos gusta este tipo de colaboraciones.

No hay que ver Alma en movimiento como un concierto de música clásica. Es un concierto de arte, una invitación para tener una experiencia nueva, que puede vivirse de la misma manera que como cuando uno asiste a un concierto de rock o de flamenco o a un museo. Es importante no poner la música clásica ni la danza clásica bajo candados. No tenemos que hacer diferencias: como esto es clásico necesitas más preparación intelectual que para un concierto de pop. Cuando el público asiste a un concierto está en busca de emociones y Alma en movimiento le dará eso.

¿Qué representa para cada uno el instrumento del otro?

EC: A pesar de que amo todos los instrumentos, el piano es mi favorito. Mi día empieza con música de piano. Lo primero que hago al levantarme es escucharla. Puedo estar cansada, triste o feliz, pero en el momento en que escucho el piano mi cuerpo empieza a moverse. Cada nota es un movimiento. Es una conexión con la parte más profunda de mi ser. Para un bailarín, el piano es como una medicina que ayuda a calentar el cuerpo y que lo moldea. A veces no tienes a la orquesta entera, pero tienes al piano, que te permite escuchar claramente toda la música. Es un instrumento muy completo, con mucha personalidad y muy importante en el día a día de una bailarina. Además de todo, es muy bello. Puedo decir que siempre quise estudiar piano. Tal vez en el futuro Simon me dé clases.

SG: Sería un honor… Para mí, la danza es un arte muy especial. Cuando tocas un instrumento musical buscas inspiraciones en otras formas de arte. A veces uno busca inspiración en la ópera, en el bel canto, en la música de cámara, en los sonidos de una orquesta para tener más imaginación. La danza, en todas sus formas, ha sido una de mis primeras inspiraciones. Cuando veo una partitura para piano, la veo como puros ritmos y cada uno de esos ritmos representa un paso de danza, un movimiento; por eso siempre me ha gustado colaborar en proyectos de danza. Concibo una forma de coreografía sobre la partitura. Cuando estoy tocando, diseño una coreografía imaginaria sobre cada ritmo, sobre cada acorde. La danza es la prolongación de mi propio instrumento y de mi propio arte.

"Buscamos que al llegar a ese espacio la gente se olvide de lo que está pasando afuera y se deje llevar". (Foto: Yan Revazov)

Alma en movimiento incluye, entre otras, coreografías originales para obras como Danzón núm. 2 de Arturo Márquez. ¿Qué pueden decir sobre esta pieza?

SG: El Danzón núm. 2 es una obra emblemática de México. He soñado con esta pieza desde hace mucho tiempo. Cuando la escuchaba con la orquesta, me preguntaba por qué no hay una versión para piano de esta música tan hermosa. Cuando grabé mi disco Hèritages (Deutsche Grammophon, 2017), hice dos versiones de esa obra: un arreglo para piano solo y otra en la que incluí las percusiones para orquesta. Es una música llena de ritmos y cada ritmo es un movimiento, así que se puede combinar de manera hermosa con la danza.

En mis conciertos en Europa, siempre que toco el Danzón le digo al público que esta obra es como el Bolero de Ravel: es el Bolero mexicano. Por eso, cuando empezamos a pensar en el tipo de obras en las que el piano y la danza pudieran dialogar como protagonistas era obvio que Danzón debía estar incluido.

EC: El programa está compuesto por duetos muy famosos del repertorio de ballet, con algunas piezas emblemáticas, pero también con piezas nuevas, creadas para este proyecto, y el Danzón es parte de lo que se estrenará mundialmente en Bellas Artes.

La obra tiene un gran significado. Es una música maravillosa que a Simón y a mí nos conectó desde el principio. Ahora estamos afinando los últimos detalles de esta pieza, una de las más conocidas.

Ambos han coincidido en la importancia de ver y sentir el arte como un refugio, un alivio en tiempos convulsos. En este sentido, ¿qué aporta este proyecto?

EC: El arte logra tocar la parte más profunda del espíritu de los seres humanos. Este proyecto es un viaje por las emociones que una persona puede sentir. Queremos que quienes nos acompañen conecten su amor, tristeza, coraje, con la música de Mozart, de Bach o de Arturo Márquez, y que, a través de esa conexión, vivan su propia historia. De ahí el título, Alma en movimiento: va a ser mi alma moviéndose en el escenario, lo mismo que el alma de Simon dándonos energía con su música. Las almas que estemos en ese recinto tenemos que conectarnos. Cada quien puede sentirlo a su manera, pero buscamos que al llegar a ese espacio la gente se olvide de lo que está pasando afuera y se deje llevar, que por lo menos el tiempo que dure el espectáculo pueda, al escuchar la música o ver la danza, trasladarse o imaginar cosas distintas.

Al final, todos luchamos por tener algo que te inspire para levantarte cada día. Buscamos a alguien o algo a quien amar. Eso es lo que me pasa con la danza y a Simon con el arte. Queremos que las personas sientan que su alma se mueve.

SG: Lo más importante en este mundo en el que vivimos, un tiempo de guerras, contradicciones y dolor, es que el público que asista logre desconectarse de sus problemas exteriores y vivir de manera inmersiva un momento de alivio, que procure una emoción que ojalá dure, y que, aunque no permanezca después del espectáculo, haya conseguido un momento de alivio.

Puedes ir a un concierto de piano, pero solo tendrás la música, o puedes ir a una función de danza, pero solo tendrás la danza. Esta producción ofrece la oportunidad de vivir una inmersión en ambos mundos. Es por esa conexión entre el arte y el público que hago música, que salgo al escenario o que doy conciertos. Necesito ese contacto y ese alivio.

AQ

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