“La carrera de Pina Pellicer —breve y singular— brinda testimonio de las inquietudes y de los sueños que ocupaban a los jóvenes artistas a finales de los años cincuenta y principios de los sesenta. Pina surgió del teatro universitario y se formó en Poesía en Voz Alta, movimiento que transformó la escena teatral en México y en donde figuras como Juan Soriano, Héctor Mendoza y José Luis Ibáñez crearon una nueva generación de actores y directores”, afirma su hermana, la escultora Ana Pellicer, en el prefacio de Pina Pellicer. Luz de tristeza (1934-1964), libro que escribió en coautoría con Reynol Pérez Vázquez.
Publicado por la UNAM en 2006, el libro es un reconocimiento y una bitácora de la fulgurante trayectoria de la actriz discípula del legendario director japonés Seki Sano. Como parte del elenco de Poesía en Voz Alta actuó en obras como El buen amor, que tuvo como director literario a Octavio Paz y como director de escena a Héctor Mendoza, y Un hogar sólido, de Elena Garro.
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El teatro fue su pasión y en sus últimos años dedicó sus mejores esfuerzos a la fundación de una compañía llamada La Comedia Mexicana. “Para tal cometido convocó a figuras relevantes del ámbito artístico y cultural de México. Su demanda encontró eco, con lo cual quedaron como miembros fundadores del Concejo Literario y Artístico de la Comedia Mexicana los siguientes personajes: Francisco Monterde, Carlos Pellicer, Agustín Yáñez, Rufino Tamayo, Max Aub, Rosario Castellanos y Juan José Arreola”. El proyecto —dicen los autores— quedó como un sueño ante la muerte prematura de la actriz.
Pina Pellicer nació en la Ciudad de México el 3 de abril de 1934. Ella y su hermana Pilar estudiaron danza en la adolescencia y posteriormente ingresaron a la Facultad de Filosofía y Letras. Entre los amigos de Pina de aquellos años estaba Carlos Monsiváis, con quien escribió artículos para la Gaceta Universitaria y solapas para libros publicados por la UNAM. Asimismo, entre sus actividades estaba la lectura de textos y poemas en Radio UNAM.
En 1958 debutó profesionalmente en el teatro con El diario de Ana Frank, donde el productor estadunidense Frank Rosenberg la vio, convocándola para un coestelar con Marlon Brando en la película One Eyed Jacks. “A su regreso de Estados Unidos en junio de 1959 —dicen Ana Pellicer y Pérez Vázquez— fue invitada a actuar en Macario bajo la dirección de Roberto Gavaldón”. La producción mexicana, en la que alternó con Ignacio López Tarso, fue nominada al Óscar como mejor película extranjera, se estrenó antes que One Eyed Jacks (en español El rostro impenetrable) y quedó registrada oficialmente como su debut en cine.
En su carrera cinematográfica participó también en Días de otoño, de Roberto Gavaldón, en 1962; Rogelia, en España, de Rafael Gil, en 1963, y El pecador, de Rafael Baledón, en 1964. Por otra parte, trabajó en la serie norteamericana El fugitivo y en algunos capítulos de La Hora de Alfred Hitchcock.
El libro recoge testimonios de familiares, amigos y compañeros de Pina Pellicer. Era tímida, introvertida, melancólica, coinciden varios de ellos, y su carácter oscilaba entre la alegría y la tristeza. Sobrina de Carlos Pellicer, disfrutaba la poesía y era ávida lectora. Sobre esto, su hermana Pilar recuerda: “compartíamos lecturas: Sartre, Camus. Estoy segura que platiqué con Pina sobre El malentendido, también de El segundo sexo de Simone de Beauvoir. Ella hizo teatro clásico, admiraba la poesía de los clásicos españoles: Góngora y Quevedo”.
El 6 de diciembre de 1964, a los treinta años, Pina Pellicer decidió terminar con su vida. Se suicidó con una sobredosis de barbitúricos en su departamento de la colonia Condesa. Queda en este libro el registro puntual de las obras en las que actuó y de su breve carrera fílmica. Quedan las fotografías en las que se advierte, aun cuando esté sonriendo, la profunda tristeza de su mirada.
ÁSS