Esta noche vas a dormir
el sueño de ti mismo.
Bajando por un camino de asfalto.
Subiendo por una vereda de piedras
y tierra suelta.
Vas a caminar por las calles
de una ciudad nocturna
tú mismo dormido
caminando despierto.
Vas a caminar por las veredas
de una montaña luminosa
tú mismo despierto
caminando dormido.
Vas a ir por donde anduviste de niño,
yendo a la escuela
del barrio.
Adonde iban los que no sabían
ni leer ni escribir.
Irás por donde fuiste
a jugar canicas, trompo,
escondidas.
Irás por donde te llevaron
tu papá, tu tío, tus amigos:
a la plaza de toros, a la arena
de boxeo, al béisbol, al estadio,
al llano, a tirar con la resortera.
Tu papá y tu mamá.
Has de ir.
Ganar el tiempo en la ganancia.
Perder espacio en la pérdida.
Da la ventana hacia la calle.
Hacia la plena oscuridad
desde una luz
surtida de luna llena.
Se puede tocar el filo de la banqueta
o de la azotea.
Hasta tocarse uno mismo.
Dentro.
En su fondo o sus alturas.
Desde afuera:
poner el azogue
al cristal del momento.
Aclarar la visión
de lo que has visto
o inventado.
Desaparecer una parvada
de un parpadeo.
O aparecer de oídas
un pájaro de canto inexistente.
Ceder una misma
cantidad de espacio
a cambio de cierta
cantidad de tiempo.
Fijar el movimiento.
Mover la fijeza.
Fijar la fijeza.
Mover el movimiento.
La vida te dio el día
y te dio la noche.
Te dio el polvo de la muerte.
Y el agua de la vida
te dio.
En el centro de Guadalajara
el destino del día
da de sí al momento
de vertirse un mínimo.
Acontecimiento:
la paloma pasa caminando
por debajo de la silla de alambres
picoteando el instante
con alta precisión de diamante.
¿Gusta algo más, caballero?
Me pregunta el mesero de mi agua
mineral.
Alguien va fumando su cigarro apagado.
El reloj anticipa las campanadas
de otra tarde cualquiera pero actual
y única.
Otras palomas (¿o la misma
muchas veces?) vuelan
sobre la fuente apagada del centro
de Guadalajara (es un decir:
su centro está en otra parte
inexplicable por ahora).
La tarde del día de hoy
extiende su tapiz a dos aguas, alto
entre el verde, el naranja y el azul
a plomo bajo los niños que corretean
el globo que vuela de sus manos.
Es decir: comprimir, sintetizar
especializar en cápsulas de espacio
todo el tiempo posible:
Vamos a Guadalajara
—decíamos— y estábamos
en Guadalajara. Pero en Santa Tere
más creíamos ser jaliscienses
que tapatíos. Y lo éramos.
Era la orilla de la ciudad el barrio:
sus calles de tierra. Y poco
después de ayuntadas piedras.
El que un día caminó sobre las aguas
paseaba su sombra clara
obre nuestros juegos de niños.
No había mucha distancia
entre el Paraíso prometido
y aquellos paraísos.
Estar ganando tiempo.
Salir ganando tiempo.
No dinero.
La ciudad te vive desde adentro.
El centro de la ciudad
viene a ser tu corazón.
Tú vives la ciudad
desde sus afueras.
Eres el corazón de la ciudad.
Las afueras de la ciudad
vienen a ser tus adentros.
Comprimiendo.
Sintetizando.
La ganancia es la eternidad
gloriosa.
Vamos a Guadalajara —decíamos—.
Y ya estábamos ahí.
Un día uno de los presentes.
Se levantó. Y pidió la palabra.
La palabra vino a él. Y habló.
Dijo: esto es apenas el principio.
Texto publicado con autorización de los editores de la antología 'Marca de fuego', publicada por la Universidad de Guadalajara.
AQ