La piedra de Jerusalén es la única piedra
que siente dolor. Hay en ella una red de nervios.
De tanto en tanto Jerusalén se congrega
en una multitud que protesta como en la Torre de Babel.
Pero con grandes macanas nuestro Dios-policía azota a
sus adentros: las casas son derruidas, las vallas infringidas,
y entonces la ciudad vuelve a dispersarse
entre plegarias y quejas musitadas por aquí y por allá
que vienen de las iglesias y de las sinagogas y de las mezquitas.
Cada uno a su sitio.
Traducción del hebreo: Claudia Kerik
ÁSS