La reina de las curvas

Artes visuales

Zaha Hadid rompió con la inercia geométrica y le dio expresividad a un hacer arquitectónico que ya se ve en Gaudí y en Félix Candela, y que se enriquece con una plasticidad que quizá le venga de la pintura

Vista de la exposición Diseño como segunda naturaleza. Foto Oliver Santana. Cortesía MUAC
Miriam Mabel Martínez
Ciudad de México /

Entrar a la exposición Diseño como segunda naturaleza es como viajar a ese futuro que en la década de 1970 imaginábamos imposible. Las formas de la arquitecta Zaha Hadid (1950–2016) contrastan con la gravedad del MUAC, que exhibe por primera vez en América Latina una retrospectiva de la contribución de esta artista iraquí–británica, la primera mujer en ganar el Premio Pritzker (2004). 

Apodada “la reina de las curvas”, Hadid rompió con la inercia geométrica y le dio expresividad a un hacer arquitectónico que ya se ve en Gaudí y en Félix Candela, y que se enriquece con una plasticidad que quizá le venga de la pintura (incluida en la muestra). Curiosa de la historia del arte, su trabajo también refleja la necesidad de dialogar con sus contemporáneos, como Rem Koolhaas. A través de maquetas, el espectador se introduce en un trabajo posmoderno que reparte guiños a otras formas de hacer (como la del brasileño Oscar Niemeyer). 

Hadid expresa la voluptuosidad del oasis. Quizá porque el desierto es el paisaje de su infancia, explora su exuberancia, que permanece escondida hasta que se aprende a mirarla. Si bien sus diseños son impactantes, al recorrerlos minuciosamente lo son aún más. Cada obra esconde su precisión como matemática (su primera carrera), una visión que la conecta con las paraboloides hiperbólicas de Candela y que la inspira para trazar curvas que se integran sinuosamente al entorno. Sus inmuebles se apropian de la naturaleza del contexto y la fusionan, como se observa en la maqueta para competir por el NAICM (junto con el despacho del mexicano Francisco Serrano). 

La exposición, además de mostrar la aportación de Hadid a la arquitectura global, transita por el proceso creativo, la búsqueda de materiales y el uso de la tecnología para la creación de inmuebles (y también objetos, véanse sus muebles) que, sin dejar de responder a las funciones prácticas y habitables de la arquitectura, se erigen como esculturas al presumir sus volúmenes. 

Hadid entendió y experimentó su tiempo. Así lo evidencia el “parametricismo” (término acuñado por su socio–sucesor Patrik Schumacher), que usa la animación digital en la creación de ecuaciones para el diseño, una estrategia que para el crítico inglés Rowan Moore es “el estilo arquitectónico del capitalismo”. Y esta ironía invita a ver la propuesta de la hoy firma Hadid y del legado de Zaha como un provocativo juego que tienta a la lógica del diseño, de la vida urbana aspiracional, el consumo y el dinero. 


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