Christine de Pizan nació en Venecia en el año del Señor de 1364, pero tuvo la suerte de que a su padre, Tommaso di Benvenuto da Pizzano, médico, matemático y astrólogo, le ofrecieran trabajo en la corte del rey Carlos V de Francia, por lo que se trasladó a Francia muy pequeña, donde creció y se educó en un ambiente de florecimiento cultural en el que se valoraban los libros, los debates y el conocimiento. Tuvo la suerte de que su padre pensara que las mujeres debían de educarse igual que los varones, así que le enseñó todo lo que sabía al igual que a sus hermanos.
Se casó a los quince años con Étienne de Castel, el secretario de la corte, con quien congenió y tuvieron un buen matrimonio. Diez años después, tanto su padre como su marido murieron de forma repentina.
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Con tres hijos a cargo, más su madre, Christine tomó la decisión más extraña y radical para su época: montar un scriptorium para mantenerse como escritora profesional. Hoy en día lo describiríamos como un despacho donde ella supervisaba la labor de los calígrafos, copistas, encuadernadores e ilustradores. Y lo más increíble es que lo logró. Escribió baladas y canciones, y poemas de duelo y de amor. En solo dos años compuso El libro de las cien baladas y recibió encargos de Felipe II de Borgoña y Juan de Valois, los hermanos del soberano, e incluso de la reina consorte, Isabel de Baviera.
En este ambiente se desarrolló un debate llamado “La querella de la rosa”, surgido de un poema escrito cien años atrás, titulado el Romance de la Rosa, que adopta la forma de un sueño alegórico sobre el amor cortés y fue muy exitoso en su época. En el romance se dice que las mujeres son un simple objeto para servir los deseos sexuales de los hombres. Christine inició una discusión argumentando que la inferioridad femenina en realidad no era natural y que si las niñas tuvieran una educación igual a la de los niños “aprenderían y entenderían las dificultades y las sutilezas de todas las artes y las ciencias tan bien como los hombres”. Si las mujeres quedaban relegadas a las cuatro paredes domésticas y no recibían educación, ¿cómo podían aspirar a los logros que conseguían los hombres?
Christine escribió sobre temas de religión y política, de amor cortés y hasta de táctica militar, poesía y prosa. Muchos de sus escritos son autobiográficos y aluden a temas como la plaga, la inestabilidad de los reinos, la guerra civil y la ocupación extranjera.
Luego, por suerte, acometió la misión de escribir un libro llamado La ciudad de las damas, en donde hace una extensa recopilación de mujeres ilustres de la antigüedad: algunas históricas, otras míticas, santas, gobernantes, guerreras y defensoras de la fe, entre otras. Su principal objetivo al escribir dicho libro fue resarcir las “calumnias” que había visto proferidas en contra de las mujeres en todos los libros que leía.
Qué suerte que esta mujer del siglo XIV-XV nos haya dejado este legado maravilloso.
AQ