La tertulia y sus enemigos

Escolios

Las reuniones de esta índole suelen convocar a las más diversas profesiones artísticas e intelectuales en una interdisciplinariedad espontánea.

La tertulia tiene como enemigo la infiltración de temperamentos tóxicos
Armando González Torres
Ciudad de México /

La tertulia es una de las variantes más gozosas del moderno arte de la conversación: se trata de un encuentro social periódico que suele realizarse en lugares públicos (cafés, bares, restaurantes) y que se caracteriza por su apertura, heterogeneidad e informalidad. Si bien la tertulia tiene una paternidad fundamentalmente literaria, las reuniones de esta índole suelen convocar a las más diversas profesiones artísticas e intelectuales en una interdisciplinariedad espontánea que resulta formativa para todas las partes.

La tertulia no es un grupo formal de estudio, aunque en su relajado espacio surgen muchas ideas; tampoco, aunque supone camaradería y afinidad entre sus miembros, consiste en una simple red de intereses y, de hecho, una de sus características históricas es su carácter relativamente abierto y plural. En la tertulia se intercambian novedades, intuiciones y chismes; se come, se bebe, se ríe y se polemiza; se consolidan amistades y se generan proyectos. De hecho, para muchos estudiosos, este gimnasio de las destrezas sociales e intelectuales, que es la tertulia, ha moldeado momentos memorables de la civilización y ha contribuido a la democracia y el pluralismo. Sin embargo, la tertulia enfrenta varios enemigos, la mayoría tienen que ver con la infiltración de temperamentos tóxicos, exacerbados por atmósferas políticas enturbiadas.

Algunos de los temperamentos enemigos de la tertulia son: el especialista miope, el sabelotodo, el ególatra, el aprovechado y el militante. Por ejemplo, la tertulia acoge gustosa a los especialistas que gustan salir de su zona de confort; sin embargo, aquel especialista que observa todo desde la óptica de su disciplina y que se rehúsa a considerar otros enfoques resulta un enemigo natural de esta reunión. El sabelotodo también amenaza la tertulia pues, pese a que esta reunión celebra los espíritus omnívoros, el sabelotodo no tiene curiosidad, sentido de la duda o ánimo de aprender y solo busca pronunciar la última palabra en todos los temas.

El ególatra es otro carácter difícil de encajar en el intercambio dialógico más o menos equitativo de la tertulia y la propensión a perorar interminablemente de sí mismo lleva a que este espécimen acapare o fragmente, siempre a su favor, la conversación. El aprovechado es otro enemigo de la tertulia, pues si bien ésta genera algunas de las formas más nobles de altruismo intelectual, confundirla con un espacio para el propio beneficio y lucimiento tiende a deformarla. Sin embargo, el adversario más temible de la tertulia es el militante político, presto a introducir el pensamiento único, a desconfiar de la convivencia no utilitaria y a sospechar de la mundanidad y el humor. Afortunadamente, la tertulia cuenta, en su ancestral etiqueta no escrita, con los anticuerpos para conjurar las amenazas que representan sus enemigos y para, aun en las más difíciles condiciones, reproducirse y seguir brindando aprendizaje y solaz a sus asiduos.

Tertulia del Café Pombo, por José Gutiérrez Solana

​LVC

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