AK está la poesía
Al terminar de leer La piel del llanto (Brown Buffalo Press, 2021), de Arminé Arjona, se cumple el decreto: quedar abatido.
Para la palabra abatido pensé —y usé— uno de sus varios sinónimos: desmoronado y a partir de ahí, desde ahí, como quiera que se llame el lugar: Ciudad Juárez o Monterrey o cualquier ciudad del norte o el nombre asignado a la hecatombe de circunstancias convertidas en daños colaterales: anfiteatro, cartelito pegado en el poste que dice desaparecido se busca, o cementerio, o alerta Amber, o activismo o reclamos, o reunión con la prensa para exigir, a partir de ahí, a partir de entonces, establecer nuestra estrategia para sobrevivir: no hacernos preguntas, contestarlas. No llorar, suspirar esperanzado. No gemir dolorosamente sino pronunciar hermosos decretos, porque entendámoslo bien como ya lo entendió Arminé: hay algo que hace estremecer a la ciudad además de las balas: la poesía.
Soñar que despertamos
Alguna vez ante tanta Balacera me sentí igual que la autora y busqué justificaciones y culpables entre tanta rapiña, entre tanta rabia, entre tanta pugna, entre tanta droga, entre tantas almas secas, entre tantos demonios desatados solicité una anuencia a la razón y a la inspiración para dar con la justificación y la encontré: naturaleza humana le llaman. Entonces desenfundé y apunté hacia el abecedario, me sentí obligado a ajustar cuentas y contar no los casquillos percutidos sino los versos permitidos, Arminé Arjona (Ciudad Juárez, 1958) en este libro hace lo propio, no tiene clemencia, tiene fe y nos advierte o nos pone a salvo desde el papel, —ese es su papel—, desde su trinchera de palabras rafaguea una plegaria:
Atajemos los silencios
comodinos
liberemos nuestro apego
a la indolencia
que no cese el escozor
del compromiso
sacudamos esa inercia
a la violencia
Levantemos la voz
por los caídos
reanimemos nuestro asombro
aletargado
recordemos que el amor
es transgredido
despojémonos de todo
lo inhumano.
Arranquemos la coraza
de tibieza
un buen día quiero soñar
que despertamos.
(credo, pág. 29)
¿Dónde está la autoridad?
Los poetas son su propia ley, dictan sentencias, imponen imágenes, La piel del llanto es un invaluable decreto que pide su cuota de lectores bajo la potente amenaza de las palabras bien empalmadas, Arminé es una mujer pequeña que despliega su grandeza y estalla en imágenes potentes y desgarradoras que son simple y sencillamente la cotidianidad, pero recordemos que la cotidianidad incluye las voces levantadas de muchos y de muchas que alientan a otras voces.
Arminé nos rescata a sabiendas de la herida abierta porque es completamente necesario, ¿la vuelve más profunda?, tal vez, pero la ilumina y ojo, no es consuelo, ni una buena frase para un epitafio, es, insisto, un acto de autoridad, los poetas, los que escriben son las autodefensas que despliegan las estrategias que alimentan este desierto como un manto de agua cristalina ante lo incierto.
La poesía es resistencia
Al leer el libro de Arminé Arjona siento que definitivamente la poesía es resistencia. Además, cómo no sentir empatía con ella que durante años ha plasmado en la piel de su ciudad (en sus bardas) un testimonio fragmentado y lucido sobre la tragedia cotidiana que vive Cd Juárez, sus frases llenas de ironía son denuncia y apuestan por la vida; este libro lo ubico como necesario entre este subgénero de la literatura negra a la que bautizaré en honor a ella como “poesía necra”. La piel de la ciudad está junto a Te diría que fuéramos al río Bravo a llorar, pero debes saber que ya no hay río ni llanto de Jorge Humberto Chávez, a Antígona González de Sara Uribe, a AK47 de Luis Aguilar, por mencionar a algunos como referencia para su atención y estudio porque hay que recalcar que este subgénero se distingue de su par narrativo por una simple y sencilla razón: la poesía necra no es ficción, es testimonio, es crónica, no es netflixeable en serie, —pero sí en documental— porque aquí la ironía no caricaturiza, humaniza.
AQ