En The Story of Film, que escribió el irlandés Mark Cousins en 2004, se revisa la historia del cine como se nos ha venido contando. Cousins dice, por ejemplo, que deberíamos entender al cine estadunidense más bien como “romántico” mientras que lo “clásico” está en el cine japonés. Cousins discute también la crisis que produjo el diluvio de cine industrial en Europa y cómo los artistas franceses tuvieron que afrontar el aluvión publicitario apelando a su tradición pictórica y literaria: Monet, Pissarro y Baudelaire. Sólo así, dice, a través de mujeres como Dulac, Francia pudo hacerse de un arte más complejo, sobre todo en torno al significado de la palabra “verdad”. Y justo por ello tiene tanta relevancia La Verdad (La Vérité, disponible en idioma original con subtítulos en Apple y con un pésimo doblaje en Google-YouTube).
La Vérité, dirigida por Hirokazu Koreeda, pareciera poner en escena las ideas de Cousins en The Story of Film. La película está dirigida en Francia y no en Japón, pero el director, consciente de su importancia, no se planta en París con la sumisión de un esbirro del colonizador, al contrario, en forma gentil e hilarante critica el estado del cine occidental usando a dos míticas actrices francesas y a un afamado hollywoodense. Con ellos la historia de La Vérité invita a reflexionar en este tema que discuten los teóricos del cine desde que se inventó la cámara oscura: ¿qué es la verdad?
Koreeda ofrece su propia perspectiva: verdad es el aquí y ahora en que una actriz pierde la memoria y el arte como realidad termina disuelto. Con La Vérité, Koreeda sigue la tradición de películas como Pequeña hermana, un retrato hermosísimo de la vida cotidiana en el Japón rural, o Tras la tormenta, una que, al igual que en La Vérité, explora la relación entre padres e hijos.
En cierto modo la visión de Koreeda es como la de un Dickens del siglo XXI. Desde la infancia él lo mira todo, pero en La Vérité, por primera vez sus ojos no son los de un niño o una niña japoneses sino una adorable chica rubia que hace de hija de Juliette Binoche y nieta de Catherine Deneuve. Resulta, además, que Binoche está casada con el hollywoodense Ethan Hawke, lo cual permite al japonés construir una historia hilarante en torno al estado del cine como arte tanto en Francia como en Estados Unidos y Japón.
Las discusiones de sobremesa son apasionantes, sobre todo porque Koreeda, con la maestría que lo caracteriza, consigue en esta comedia hacer una película dentro de otra película, lo cual le sirve de pretexto para burlarse en modo sutil de las grandes divas del cine francés. Es como si, de un modo extraordinario pudiéramos no sólo meternos en los ojos de un niño para contemplar el mundo de los adultos como han hecho Koreeda y Dickens, sino aún más, en los ojos de un niño oriental que es el director de esta película y que no entiende muy bien todos los problemas que se hacen los artistas en el mundo occidental.
La película es entretenida, una comedia de producir sonrisas, no carcajadas y, sobre todo, es entrañable por la forma en que se va mostrando que la verdad es un estado de ánimo. ¿Qué es la verdad? “Me encantan los inviernos en París”. Todo lo otro, si me equivoqué como madre, si te quise o no, si soy egoísta o no, ya lo dirán otras instancias, morales o religiosas, el arte no. Esta es la novedad de una película muy hermosa que habla de cine, verdad, infancia y amor. De cómo es necesario que se cierren ciclos para que otros puedan abrirse y el arte no deje de suceder.
La verdad
Hirokazu Koreeda | Japón | 2019
AQ