Cada vez que visito Oaxaca
y entro al convento de Santo Domingo
me detengo a la entrada,
justo debajo del coro,
y contemplo el artesonado
donde un desbordante Árbol de Jesé
sobrepujado en oro
se ramifica del modo más caprichoso
hasta llenar todo el espacio posible.
Y entonces me digo:
“Que no se te olvide…
esto es lo que en México
se entiende por línea recta.”
No es solo el horror vacui
que caracteriza el barroco en todas partes,
y más aún el churrigueresco en México;
no es nada más la admirable
pericia e inventiva de los artesanos
dándose vuelo con su oficio;
Acaso es algo más…
Me parece estar viendo una radiografía
de la historia del país
y del modo de ser de gran parte
de los mexicanos.
Esto se puede constatar a cada paso
y en cualquier momento.
Así lo vio Italo Calvino cuando visitó Oaxaca:
“La profusión barroca de las frondas
es una redundancia aparente
porque el mensaje transmitido
está justamente en esa profusión,
y no se puede quitar o añadir una hoja
ni una figura ni un racimo”.
Y entonces me digo:
“Que no se te olvide…
tu país es un árbol de oro
en medio de la pobreza”.
Hay que aceptarlo: en México
la distancia más corta entre dos puntos
es siempre un laberinto.
AQ