Las arengas de Greta

Toscanadas

"Si la gente estuviese sinceramente preocupada por el cambio climático, la personalidad del momento sería un científico y no una niña", escribe David Toscana.

La activista Greta Thunberg. (Foto: Tino Romano | EFE)
David Toscana
Ciudad de México /

Si la gente estuviese sinceramente preocupada por el cambio climático, la personalidad del momento sería un científico y no una niña. Pero en la civilización del espectáculo, el mayor efecto periodístico de la Cumbre del Clima en Madrid lo tuvieron Greta y Bardem, lo cual causó que buena parte de quienes exigían acciones al gobierno terminaran exigiendo boberías. Según una encuesta, la principal petición de los españoles a su gobierno fue que se prohibieran los autos de gasolina y se permitieran sólo los eléctricos. Supondrán ellos que la electricidad se genera por fotosíntesis. Lo cierto es que el carbón sigue siendo el principal generador de electricidad, por eso, algunos tienen la sana ironía de pegar a sus autos eléctricos una calcomanía que dice: “Propulsado por carbón”.

Los políticos lanzan promesas de cambio cada vez que miran una multitud y se preguntan adónde irán los votos, y la Unión Europea se fijó el objetivo de reducir a cero las emisiones para el año 2050. Para esto se creó un fondo de cien mil millones de euros y habrá que crear modos de gastarlo; aunque Polonia dice que hace falta cinco veces más. Los planes son ridículamente inviables, mientras que la verdad no se pronuncia: es probable que dentro de treinta años se estén consumiendo más combustibles fósiles que al día de hoy. Por eso, cuando uno ve el espontáneo derroche de cien o quinientos mil millones, empieza a maquinar la existencia de cierta agenda y a responderse quiénes estarán detrás de la niña verde.

Los mismos que ahora salen a la calle para protestar por el cambio climático serán quienes protesten porque habrá más apagones que en Venezuela, porque la factura de calefacción se duplica, por el alto precio de viajar en coche eléctrico. Con esas nuevas protestas, los gobiernos se olvidarán de lo que acordaron en Madrid, tal como se olvidaron de lo que firmaron en Kioto o París. Hoy bastan tres días sin gasolina para una insurrección. A Macron casi lo guillotinan por subir un poco el precio del combustible.

Las consecuencias económicas de volverse enteramente verdes serían tan catastróficas para la economía y vida, que el mundo acabará por confiar en la capacidad del ser humano para adaptarse a cualquier cambio de clima.

Pero fantaseemos con que la Unión Europea se lanza contra los no renovables con alma, corazón y vida. ¿Para qué, si no lo hará el resto del mundo? No salvará ni un pingüino y a cambio logrará derrumbar las finanzas del planeta; y cuando se extienda la hambruna y llegue a la misma Suecia, y desesperados tengan que quemar sus bosques para calentarse, ya nadie escuchará las arengas de aquella antigua niña a la que bastó un sonsonete para seducirlos como flautista de Hamelín y llevarlos al abismo.

RP | ÁSS

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