“Como casi cualquier artista, estaba repleto de conflictos y tenía una casi absoluta incapacidad para relacionarse con su entorno”, leemos en las páginas iniciales del libro Las verdades infames (Literatura Random House) a propósito de uno de los personajes, un pintor empeñado “en generar una obra valiosa”. Esta caracterización no es un gesto eventual de pedantería; es la nota que sobresale a lo largo de la primera —“Chatarra”— de las tres noveletas que entrega Damián Comas.
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Convertir a los personajes en voceros de un ideario puede parecer la fórmula más expedita para deshacerse de una forma, el recipiente donde reposan las novelas con aliento literario. Todo adquiere entonces una densidad pontificia: “Somos generadores de medios”, dice otro de los personajes de “Chatarra”, “desde el inicio de la existencia humana hasta nuestros días, y casi nadie genera ideas”. Regañado, escarmentado y un tanto encandilado, el lector baja la mirada y promete tomarse la segunda noveleta no tan en serio.
Pero qué pasa cuando “Caos” incurre de nuevo en las admoniciones. Mientras observamos cómo una metrópoli sucumbe frente a la falta de luz y agua y cómo la política se convierte en una oportunidad de negocios, la narradora pone palabras de este calibre en boca de uno de sus protagonistas: “Viven traumados por una conquista que sucedió hace más de quinientos años, pero nadie entiende lo que significó el siglo veinte para este país y menos les interesa el tema del agua” (lo que sea que signifique el tema del agua).
Llegados a este punto, nada asegura que la tercera noveleta —“Cinética”— contradiga la voz pontificia o admonitoria a la que nos hemos acostumbrado. Y así nos va. El encuentro fortuito de una ex pareja en un vuelo de México a Madrid sirve para presentarnos a un escritor que imagina una novela “construida a partir de hipertextos, fragmentada en escenas y breves secuencias, entre analepsis y prolepsis”. Si a esta pedantería sumamos una prosa que imita las anotaciones al margen de un guion televisivo (“Todo su cuerpo tiembla. Sube las escaleras. Golpea la puerta de Carla y Pablo. Ésta se abre sola”), obtenemos una insalvable desolación.
¿Qué está ocurriendo? ¿Qué mundo es éste, en el que la redacción menesterosa guía cada vez más los criterios de calidad? ¿Hay, acaso, una oficina que defienda a los lectores que no se conforman con poca cosa?
Las verdades infames
Damián Comas |Literatura Random House |México | 2019
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