Vivimos en un mundo plagado de libros y narrativas que describen escenarios apocalípticos, fines de ciclo de la humanidad y desastres ecológicos, sin dejar espacio alguno para la esperanza. Al mismo tiempo, padecemos una proliferación de textos de autoayuda que parten de la premisa de que si decretamos algo desde la imaginación ya es nuestro y, además, que podemos quitarnos de encima todo tipo de pesares. En este mundo global, oscilamos entre el pesimismo absoluto y una pretensión casi infantil de que todo va a salir bien.
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Libros alegres (El tapiz del unicornio, 2024) se sitúa en medio de estos polos. Como su nombre indica, este libro espléndido nos ofrece la posibilidad de reconectarnos —a través de la obra de grandes escritores y filósofos—, con la felicidad, entendida no como globos y serpentinas (que a menudo esconden el síndrome de Garrick, el reír llorando), sino con el desparpajo y la alegría de vivir, que tan bien ejemplifica Zorba, el maravilloso personaje de la novela de Nikos Katzantzakis.
Armando Gónzález Torres nos lleva de la mano hacia textos que descubren vías no exploradas por nosotros que conducen hacia la alegría y la serenidad. Si Cioran señaló que la mayor desgracia es haber nacido, los autores que se encuentran en este libro forman una gran familia que afirma lo contrario. Sus obras se convierten en una celebración de la vida y sus infinitas posibilidades.
Llama la atención que el autor nos comparta que en su juventud fue lector voraz de escritores misántropos y desencantados y que ahora, en plena madurez intelectual y vital, haya resuelto volver los ojos a autores que no están peleados con la vida, sino que la festejan.
La vasta y profunda erudición de Armando González Torres va trazando un mapa de textos fundamentales. De la filosofía de la bondad de Philippa Foot al taoísmo de Chantal Maillard; del elogio de la artesanía de Richard Sennett a la historia de la alegría de Barbara Ehrenreich; de la poética del caminar de David Le Breton a las máximas de La Rochefoucauld; de los recuerdos “con inteligencia y mala fe” de Canetti a los aforismos de Stanislaw Jerzy Lec, Armando es el Virgilio de un espacio literario que es —como la Medina de Fez— un intrincado laberinto donde cada recoveco es un cuento de Las mil y una noches.
Si uno se detuviera en cada uno de esos rincones y leyera cada una de las obras, tendríamos un proyecto de lectura de enormes dimensiones que nos conduciría si no a la felicidad, sí, lo digo con certeza, a la serenidad y al placer de la lectura, que nos brinda la ilusión de hacernos comprender el mundo.
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