Lidya Romero: “El cuerpo tiene su propia música”

Doble filo

La bailarina y coreógrafa habla sobre aquello que distingue a la danza mexicana y qué ha aportado este arte durante la pandemia en este ping-pong verbal.

Lidya Romero y Cinthia Portes en el espectáculo 'NINA'. (Foto: Octavio López)
Fernando Figueroa
Ciudad de México /

Bailarina y coreógrafa, Lidya Romero se inició en el Ballet Nacional de México y fue directora de la Academia Mexicana de la Danza. En 1982 fundó El Cuerpo Mutable/Teatro de Movimiento, compañía que volvió mágicamente a las andadas presenciales en el Cenart con Vidrio obscurecido. Romero, quien en 2007 recibió la Medalla de Bellas Artes, hoy juega ping pong con Laberinto.

—¿Qué es la danza?

Vida.

—La mayor virtud de un bailarín.

Habitar a plenitud su cuerpo.

—Su principal tema como coreógrafa.

La ciudad.

—Lo más difícil de enseñar.

Que el alumno se conozca a profundidad.

—¿Qué aporta la danza en la pandemia?

Salud.

Vidrio obscurecido inició su gestación antes de la pandemia en salas de espera de hospitales. ¿Fue premonición?

Parece que sí.

—¿Qué distingue a la danza mexicana?

Lo genuino de sus coreógrafos.

—El primer espectáculo que la impactó.

Siendo niña, el Holiday On Ice.

—La principal aportación de José Limón a la danza contemporánea.

La musicalidad del movimiento.

—El legado de Pina Bausch.

Anteponer el lado humano.

—¿Qué opina la coreógrafa Lidya Romero de la bailarina Lidya Romero?

Que es extraordinaria.

—¿Es posible bailar sin escuchar música o sin pensar en ella?

Sí. El cuerpo tiene su propia música.

—¿Qué le gusta bailar en una fiesta?

Salsa y danzón.

—¿Qué le recomienda a alguien que tiene dos pies izquierdos y quiere aprender?

Que se vaya a Alemania para que pase desapercibido.

—¿Qué aprendió en la escuela de Nueva York?

Las cualidades del movimiento.

—¿Y en las calles de esa ciudad?

La intensidad y la diversidad.

—Gurrola en una palabra.

Provocador.

—¿Qué piensa cuando piensa en Marlon Brando?

En su genialidad histriónica.

—Del 1 al 10, Tin Tan como bailarín.

Diez.

—¿Y Cantinflas?

También diez.

—Un libro en una isla desierta.

El capital.

—La virtud que más admira.

La templanza.

—La última vez que sintió envidia.

A cada instante: de las aves, las nubes.

—El día más feliz de su vida.

Cuando cumplí dos años. Ese recuerdo lo utilicé en Vidrio obscurecido.

—¿Qué le dice la palabra “riesgo”?

Vivir intensamente.

—Su mayor temor.

Dejar de hacer lo que me gusta.

—¿Cómo se imagina a Dios?

En todas partes.

—Un deporte de los Juegos Olímpicos.

La gimnasia.

—¿Qué le atrae de la fiesta brava?

Todo. Es un ritual bellísimo.

—Música para sus últimos minutos de vida.

De Mozart.

—Su epitafio.

Como dijo Mae West: “Por las buenas, muy buena, pero por las malas, ¡impecable!”.

​AQ

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