Literatura infantil y juvenil: entrando a la cueva del león

Día del Niño

¿Por qué escribir para niñas, niños y adolescentes? Autores, críticos, editores y promotores de la lectura dan algunas claves.

Muchos prejuicios aún rodean a la Literatura Infantil y Juvenil. (Shutterstock)
Raquel Castro
Ciudad de México /

La literatura infantil y juvenil (LIJ) es, ella misma, joven. Sí, existen libros especialmente dedicados a la infancia al menos desde la Edad Media, pero se trata de obras instructivas, con una función pedagógica más que artística. Esto en parte se debe a que, durante muchísimo tiempo, la infancia no era vista como una etapa emocional y psicológicamente importante, distinta a la adultez. En el mejor de los casos, se consideraba a los niños como adultos pequeños, defectuosos o incompletos.

Es apenas en el siglo XIX que comienza a cambiar la idea sobre la infancia, con autores como Lewis Carroll, que no sólo escribió para la niñez, sino que, además, lo hizo desde la rebeldía (burlándose de la escuela y las absurdas reglas del mundo adulto). El caso de la adolescencia es similar, pero aún más reciente: fue hasta después de la Segunda Guerra Mundial que empezó a tomarse en serio esta etapa de la vida.

Desde entonces, las cosas han cambiado. En México, por ejemplo, muchas casas editoriales, lo mismo independientes que trasnacionales, tienen una línea infantil o juvenil; y hay muchas que han surgido exclusivamente para promover obras dirigidas a los lectores más jóvenes. Como reflexiona Ana Romero, ganadora del Premio Bellas Artes de Cuento Infantil Juan de la Cabada 2011 por Puerto libre. Historias de migrantes: “Finalmente [los niños] son personas, por más que los adultos cometamos la insensatez de tratarlos como seres de menor importancia”.

Tiene razón: el prejuicio de que la infancia y la adolescencia corresponden a intelectos menores no acaba de desaparecer, y autores que no escribían para un público joven, pero que fueron adoptados por éste, han sido relegados como “inferiores”. Quizá esto explique la molestia que, en su momento, mostró Hans Christian Andersen al ver que sus historias para niños tenían más éxito que sus intentos como novelista y dramaturgo “serio”.

Sin embargo, hay esfuerzos permanentes en contra de este cliché: autores, editores, críticos y lectores contribuyen a que se modifique, un libro a la vez. Como dice la poeta y narradora Martha Riva Palacio, autora de, entre otras obras, Lunática, ganadora del Premio Hispanoamericano de Poesía para Niños 2014: “La literatura es literatura, sin importar a quién vaya dirigida. Niñas, niños y adolescentes viven en el mismo mundo que las personas adultas”.

Muchas editoriales lo consideran así también. Como nos dice la editora y ensayista Laura Lecuona, quien durante un lustro dirigió el departamento de Literatura Infantil y Juvenil de Ediciones SM: “El rigor en el trabajo editorial no es menor al que siempre he aplicado a libros serios para adultos (obras de ciencias sociales y humanidades, por ejemplo), pero no es extraño que a veces me divierta más”.

Adolfo Córdova, quien como autor ganó el Premio Nacional Bellas Artes de Cuento Infantil Juan de la Cabada 2015 y The White Ravens 2017 por El dragón blanco y otros personajes olvidados (FCE, 2016), y que, además, hace un trabajo formidable como mediador de lectura y crítico de LIJ en diversos medios (su blog Linternas y bosques es referencia obligada), afirma: 

“Como [la LIJ] es relativamente reciente, y todavía más reciente que se le tome en serio, queda mucho por estudiar. Para mí es vital leer críticamente lo que se publica, porque cada vez se publica más y no equilibradamente, en términos de calidad literaria y plástica. Leer y cuestionar, seleccionar y contrastar, señalar un pasado, proponer continuidades y rupturas en una tradición, esbozar tendencias, vanguardias, para analizar más profundamente lo que se publica, es un compromiso social”. 

Adolfo Córdova


A esto podemos agregar la opinión de la doctora Dalina Flores, editora de la revista de crítica y divulgación sobre LIJ Navegantes y especialista en literatura infantil y juvenil: “Me interesa que se repiense la LIJ desde todos los ámbitos posibles, porque pienso que la literatura ofrece una serie de posibilidades para detonar y desarrollar el pensamiento crítico, la sensibilización estética, el juego y, sobre todo, vínculos solidarios para formar comunidad”.

La editora Libia Brenda Castro, quien trabajó en el Fondo de Cultura Económica, Ediciones SM y Editorial Castillo, recuerda: “Editar de manera especializada me hizo entender de manera muy amplia la importancia de que una persona en formación se haga afecta a los libros y a la lectura”.

Todas estas opiniones están lejos de dos ideas muy extendidas, sobre todo a partir del fenómeno Harry Potter: que escribir para niños y jóvenes es fácil y que garantiza fama y fortuna. Lo cierto es que en México las condiciones editoriales (y las condiciones generales de la economía y la cultura del país, por no hablar de la situación de violencia en que vivimos) no dan para eso. Entonces uno podría preguntarse: ¿por qué escribir para niños, niñas y adolescentes?

Jaime Alfonso Sandoval, uno de los autores con más trayectoria en nuestro país y ganador de innumerables premios, comenta:

“Encontré en la literatura para niños y jóvenes una zona de deliciosa libertad, donde ningún lector levanta la ceja ante un subgénero; la fantasía y el terror son bien recibidos y celebrados. Pero también son los lectores más implacables al juzgar y eso me obliga a trabajar más duro”.

Coincide con él Alberto Chimal, autor que ha sido adoptado por un público juvenil desde sus inicios, pero que recientemente ha incursionado en la LIJ con libros como La distante (El Naranjo, 2018), ganador del Premio de la Fundación Cuatro Gatos 2019:

“Me gusta contar historias donde haya espacio para la imaginación y las mejores cualidades de los idiomas y de las personas. Además, creo que es importante acompañar a la gente joven en su descubrimiento del mundo y hacerlo de manera amena, respetuosa y retadora”.

​​Bernardo Fernández Bef, quien tiene en su haber varios libros y novelas gráficas favoritos de niños y adolescentes (como El instante amarillo, publicada por Océano), dice: “Además de divertirme mucho, pues escribo los libros que me hubiera gustado leer a esa edad, me reconecto con la persona que fui a los 8 o 15 años y vuelvo a ver el mundo con esa mirada de asombro”.

“Escribo para ellos porque al hacerlo me construyo una infancia a mi medida. Es que, por azar, mis lecturas infantiles estuvieron mezcladas con libros para adultos, sobre todo libros de Historia. Supongo que fue debido a eso que me convertí en una niña un poco melancólica, que reía poco y tenía unos miedos nocturnos infernales. Sigo con los miedos, aunque ya no son nocturnos y me río el triple que cuando era niña. Me encanta escribir los libros que debí leer, sobre todo por el sentido del humor que, para los primeros lectores, es un asunto de gran importancia”, dice Verónica Murguía, quien ganó en 2013 el Premio SM de España por su novela Loba, que mezcla historia (medieval, en este caso) con fantasía.

Bef

Algo parecido explica Lorena Amkie, una de las autoras favoritas de las y los adolescentes de nuestro país gracias a su trilogía Gothic y sus novelas El club de los perdedores y Las Catrinas, que tratan temas como el bullying, el suicidio y los extremos de la presión social a la que se enfrentan los jóvenes: “Escribí lo que yo habría querido leer, con las emociones a flor de piel, y esos son los lectores con los que conecté. Se trata de un público honesto, exigente y cálido. Es importante escribir con y para ellos con honestidad, con candidez, de todos los temas, especialmente los difíciles”.

La novelista Karen Chacek, autora de la serie Los elegantes, la niña y…, publicada por Ediciones Castillo, comenta: “Un libro es un hogar temporal para quien lo escribe y para quien lo lee. Divina mi fortuna de poder compartir con otros seres las moradas de palabras que construyo para alegrar a mi niña interior”. Mientras que Jonathan Minila, creador de varias obras para niños, la más reciente de ellas Futuro, publicada por Planeta, comenta: “Escribo para reencontrarme conmigo mismo en el tiempo, pero también para comunicarme con aquellos niños y niñas semejantes a mí, que esperan historias de todo tipo. Aquellos que se cuestionan todo. Es un juego. Yo narro algo, tú me crees, y nos encontramos en medio del camino, en la hoja en blanco donde cabe todo”.

Juan Carlos Quezadas, ganador de varios premios nacionales e internacionales y autor de más de veinte libros, agrega: “[escribir LIJ] representa todo un reto. Me parece que los niños y jóvenes son el público más complicado. Son muy listos, su mente va a mil por hora y además están bombardeados por estímulos explosivos: videojuegos, internet o series, lo que convierte en una gran aventura escribir para ellos. Es como meterse a la jaula del león”.

Por su parte, Lizbeth Alvarado, editora en Norma, reflexiona: “Editar libros para niños y jóvenes ha sido una travesía que al inicio descubrí maravillosa (los autores con una variedad y frescura en su pluma, la amplitud de temas y géneros de interés para los lectores, el encanto visual que los ilustradores son capaces de crear y mucha, mucha pasión por todo en su conjunto para hacer un libro) pero, como todo viaje, ha tenido sus altibajos pues publicar libros que se comercializan en el circuito escolar tiene algunos inconvenientes; por ejemplo, no podemos abordar temas controversiales. Quitando eso, me queda el gozo de publicar libros que sé que acercarán a los lectores a la literatura y la esperanza de que en el futuro sean lectores por placer”.

Y es que la infancia y la adolescencia son etapas clave para que la gente se enamore de las letras. Volviendo con Verónica Murguía: “¿Qué puede ser más importante que contribuir al gusto por la lectura en un niño? Es casi tan importante como ponerles las vacunas. Es más: leer es una vacuna contra los prejuicios”.

Verónica Murguía

ÁSS​

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