Lanzarse a la búsqueda de su propia personalidad, ser auténticos; encontrar aquellos elementos que los hacen diferentes y aceptar a los demás, pero también aquellos que los hacen parecidos entre sí; o el valor que cada uno tiene y la importancia de la lucha por la igualdad son algunos de los descubrimientos que estas niñas y niños han hecho a través de los libros.
Ya que el Día del Niño está a vuelta de página, entrevistamos a noveles lectores que, desde que se iniciaron en el mundo de las letras, fueron atraídos por las historias que aguardan en el papel, a la espera de una nueva mirada. Sí, la mayoría empezó a leer en la escuela, como marca la regla; otros más fueron inspirados por sus padres, pero al final todos coinciden en que la lectura les ha hecho regalos, en múltiples dimensiones, y que de no ser por aquellos que crean mundos en papel difícilmente habrían aprendido tanto en tan poco tiempo.
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Esta vez no se trata de los autores, de las mentes detrás de las historias, sino de Mariana Montes Hernández, Lisbeth Gonsen Muñoz, Cristian Cabrera Aguilar, Frida Alejo Gómez, Camila López Castro, Santiago Herros Hernández, y Layla, Santiago y Eva Lutteroth Marín, niños y niñas de entre 5 y 16 años que encuentran en la lectura lo mismo aprendizajes que grandes sueños por cumplir.
Casi todos empezaron a leer cuentos o historias cortas, como Mariana, que ahora tiene 12 años y entre sus libros favoritos —cuenta— está El libro salvaje de Juan Villoro, “porque además de ser el que más veces he leído, siempre me recuerda el cariño que le tengo a los libros y me hace sentir identificada con el tío del protagonista, que transmite a los demás su gusto por los libros”.
El título más reciente que leyó es El viajero científico, de Carlos Chimal, del que se queda con “todo lo que puede saber una persona si se lo propone y todo lo que es posible aprender sobre la historia de la ciencia de una manera amena”.
Cristian Cabrera, de 16 años, se inició como lector con El diario de Greg, una serie del escritor y caricaturista estadunidense Jeff Kinney. “Después del primero terminé leyéndolos todos. Me atrajo porque tiene muchos detalles chistosos, pero también me dejó ver qué está bien en nuestro actuar y percibir cómo otros quieren ser”. La historia relata las andanzas del protagonista, y sus relaciones con sus hermanos y amigos. “Cuenta toda su vida: en la escuela, su casa, algunas festividades como Halloween y Navidad. Su hermano mayor lo molesta mucho, es como el tipo al que le gusta el rock y tiene una banda. Su hermano menor es el consentido; así es como lo ve Greg porque siempre lo regañan a él en lugar de a su hermano”.
Además del entretenimiento, esta lectura le mostró, sin sermones, la gravedad del acoso entre compañeros de colegio. “Uno de los libros cuenta cómo molestaban a Greg por su manera de vestir en Halloween. Al leerlo y ver cómo se sentía Greg, pude comprender que molestar a otras personas por cómo deciden ser no estaba bien, y que molestar a alguien en la escuela no es correcto por ninguna razón”.
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A Frida Alejo, de 9 años, le gustan los libros de historia mexicana, de aventura, de terror, pero también lecturas en las que encuentra historias reales e inspiradoras, como Cuentos de buenas noches para niñas rebeldes, escrito por Elena Favilli y Francesca Cavallo. Tal vez el título de este libro —que cuenta ya con dos volúmenes y se encuentra entre los más vendidos de las librerías— hizo que Frida recordara los días en los que sus papás le leían antes de dormir, ya que gracias a esto, dice, adquirió su gusto por la lectura. O tal vez en el espíritu de Frida ya resuene la rebeldía necesaria para ganar algunas batallas cotidianas con las que se enfrentará al crecer.
Lo cierto es que lo que más gustó a Frida de este libro fue recorrer historias sobre “cómo las mujeres han luchado por la igualdad de género, por contribuir a la paz y a la ciencia. Muestra que todos somos importantes”.
Superar los miedos también ha sido otro de los aprendizajes que estos pequeños han adquirido. Como Camila López, de 11 años, que cuenta cómo venció su miedo a no leer con fluidez cuando estaba por entrar a la primaria.
“Estaba muy nerviosa por ingresar a primer año y no leer tan bien como mis compañeros; por eso practicaba durante las vacaciones de verano”.
Ese miedo fue una motivación para llegar a una meta. Su travesía tuvo la compañía de Guillermo y el miedo, escrito por la autora austriaca de literatura infantil y juvenil Christine Nöstlinger. Como los personajes de J. R. R. Tolkien, logró conquistar sus temores. Ahora lee El Hobbit, del afamado autor británico. Y aunque Camila es ya asidua a cuentos y novelas de ciencia ficción o fantasía, la novela Juan Salvador Gaviota, de Richard Bach, tiene un lugar especial entre sus lecturas, por la autenticidad de su protagonista.
También están quienes, como Santiago Lutteroth, de 14 años, y sus hermanas Layla y Eva de 8 y 11 años, encuentran en la lectura una forma de diversión. Layla y Eva comparten el gusto por los libros “de aventuras, viajes, cosas inesperadas e historias de terror”, porque, dice Layla, “me dan escalofríos”.
En cambio, Santiago encuentra ese entretenimiento con libros de divulgación científica, “porque es una manera eficaz de obtener información que, si bien, a una persona le pudo haber tomado años obtener, incluso una vida, poder aprender eso en días es increíble”. Sin embargo, Santiago no deja de lado literatura ya clásica como Cien años de soledad o Crimen y castigo, que llaman su atención por los detalles con los que se describen los hechos ocurridos.
El interés científico comienza siempre por la curiosidad. El gusto por los dinosaurios ha sido un propulsor para que Santiago Herros, el más pequeño de los entrevistados, de apenas cinco años, ya se sienta atraído por las descripciones detalladas de toda clase de especies extintas, “monstruos, tiburones prehistóricos como el megalodón y dinosaurios que vivían en el mar”. Al mismo tiempo, ha sido atrapado por otro tipo de misterios, como el de “El corazón delator”, de Edgar Allan Poe.
Los tesoros de la lectura
En la niñez, unos pocos años hacen un mar de diferencia entre las aproximaciones que estos pequeños tienen hacia la lectura. Por ejemplo, a sus 12 años Mariana Montes es fiel a los libros de literatura fantástica y a las novelas juveniles, como Renata y la fábrica de juguetes, de Armando Vega-Gil, que “trata de una niña que tiene un cerezo afuera de su casa hasta que un jardinero lo fumiga y con ayuda de su amiga Sofía lo devuelven a la vida fabricando juguetes de madera”.
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Santiago Lutteroth prefiere los libros con los que aprende “sobre la historia de la ciencia de una manera amena” y Cristian Cabrera, quien lee actualmente El juego infinito, de James Dashner, aprende sobre cómo crear comunidad para resolver problemas.
“Lo que me gusta mucho es que son tres niños que se conocieron jugando un videojuego en línea. No se conocían en la vida real, pero siempre que tenían un problema se ayudaban; siempre estaban unidos”, dice.
Cristian ve en los libros la posibilidad de crear su propia visión de las narrativas, independiente de otras formas de imaginar, ajenas.
“Una cosa que escuché una vez es que los libros son como una película en tu cabeza, y creo que es verdad porque te imaginas la historia y tienes la libertad de crear a los personajes y la posibilidad de ver todo en tu mente. Leer expande tu vocabulario y ejercita tu mente, porque no es lo mismo sentarte a solo ver algo que ya está hecho a leer algo que puedes imaginar”.
También están quienes, como Lisbeth Gonsen, de 15 años, encuentran en los libros un escape a la realidad. “Con ellos puedo viajar a donde sea y ser quien sea. Como dice Carlos Ruiz Zafón: ‘Nada como leer los problemas ajenos para olvidar los propios’ ”.
O quienes encuentran por primera vez la importancia del trato igualitario y el valor de la amistad en historias como El día que los crayones renunciaron de Drew Daywalt, una de las favoritas de Frida Alejo, y Doña Menudita, de M. Hargreaves, el primer libro que leyó Eva Lutteroth.
Estas son sólo algunas historias de niños lectores que, sin dejar los juegos y entretenimientos típicos de su edad, enriquecen sus vidas de maneras muy diversas con la lectura. En ella encuentran herramientas para enfrentar las complejidades de una vida cambiante, de dilemas éticos reales y cotidianos.
ÁSS