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Luis Barragán sin la máscara de la leyenda

En un libro de bella factura, César Cervantes recoge el testimonio de Adriana Williams, el amor incondicional del arquitecto tapatío.

Guadalupe Alonso Coratella
Ciudad de México /

La historia de un amor con dos bodas canceladas, viajes y lecturas compartidas, correspondencia, fotografías, conforman un libro que es una obra de arte, un libro tal como Luis Barragán lo hubiera imaginado: lanas y tintas naturales que lo hermanan con Francisco Toledo; papel antiguo, apergaminado; tipos metálicos con su tipografía personal. Todo coincidió para arropar esta historia narrada por Adriana Williams, la mujer más importante en la vida del arquitecto mexicano. Luis Barragán. Del tiempo pasado. Remembranzas (La Joplin, 2025) tiene un tiraje de 123 ejemplares, los mismos años que habría cumplido Luis Barragán el 9 de marzo. El proyecto es una iniciativa de César Cervantes, habitante de la Casa Prieto en el Pedregal de San Ángel, la primera que proyectó Barragán en esa zona volcánica. Transitar por esos espacios conventuales y reconstruirlos hasta dejarlos en su forma original lo ha llevado a recorrer los caminos del tapatío, su infancia, sus archivos, y a los seres más cercanos, para descubrir al hombre detrás del mito. La conversación con César Cervantes tiene lugar en su casa del Pedregal, en la sala que mira hacia un extenso jardín.

¿Qué te lleva a este proyecto, cómo se origina la idea del libro?

Siempre he estado del lado de la verdad. Desde chico fui el único hijo y el único amigo que no decía mentiras. Cuando entré al universo de Barragán me di cuenta que estaba lleno de falsedades, mitos, verdades a medias. Me interesaba el personaje más allá del privilegio de vivir en una de sus casas. Al arquitecto lo conozco bien y eso me atrajo al personaje, saber qué había detrás de sus decisiones y propuestas. Descubrí cosas que no me cuadraban, de la vox populi o de los barraganistas. Conocí la historia a través de gente cercana a él: Andrés Casillas, su discípulo, y Antonio Canales, su amigo y secretario particular. Durante años tuve conversaciones que me hacían cuestionar lo que se decía de Barragán. Entonces, busqué a Adriana Williams, su amiga y compañera. Lo poco que sabía de ella me resultaba atractivo. Es nieta del general Plutarco Elías Calles, una bailarina y modelo guapísima. Mis intentos por acercarme no prosperaban. Entiendo que siempre quiso mantener su intimidad, llevar una vida lo más elegante posible y no le interesaba tocar el tema de Barragán. Sabía, igual que yo, de su historia llena de falsedades, pero no pretendía aclararle nada a nadie. En cambio, yo sí, porque de Barragán siempre se han contado los mismos chismes, las mismas historias: de sus colores, sus jardines, su vida sexual. Después de muchos intentos, Adriana me contestó un correo. La vi días después de que cumpliera 90 años, en la Ciudad de México. Nos caímos bien y terminó proponiéndome la posibilidad de publicar estas remembranzas de Luis Barragán.

¿Por qué es importante este testimonio?

Es una historia de amor, de muchísimo amor y de una gran amistad. Adriana Williams fue una compañera de vida para Barragán en las buenas y en las malas. Algunas muy malas porque Luis le canceló la boda dos veces. Aun así supieron perdonarse y se acompañaron siempre. El día que muere Barragán, el 22 de noviembre de 1988, Adriana estaba en su casa, en San Francisco. Siempre se mantuvieron en contacto, pero en los últimos años fue difícil. Barragán, en la etapa final de su vida, estuvo, entre otros, con su amigo y socio Raúl Ferrera. También acudía gente que lo había negado y hasta odiado, pero como ya había cierta fama y prestigio se le acercaban para ver qué podían sacarle, de qué se podían aprovechar, y Adriana estaba muy a disgusto con esa situación. En fin, me cuenta que ese día de noviembre se despertó muy inquieta y pensó en llamarle a Luis y cuando estaba a punto de tomar la bocina, el teléfono sonó. Era la llamada para avisarle que Luis había muerto. De inmediato viajó a México y estuvo a tiempo para hacer la segunda guardia en la despedida de Luis Barragán en el Palacio de Bellas Artes.

¿Cómo se cifró esa relación?

Creo que los motores, en ambos lados, fueron la belleza, la cultura y la elegancia. La atracción física, intelectual, emocional. Compartían intereses, viajes. Entrar en el universo de Luis era fantástico, era rodearse de gente notable, historiadores, arqueólogos, pintores, músicos. Adriana venía de un ambiente culto y sensible. Había estudiado en las mejores escuelas, en México, Estados Unidos, Europa. Para ella, era potenciar todo eso y para Luis, mantener un espíritu joven, volver, a través de Adriana, a universos pasados. Hubo una integración total. Los dos batallaron por dejarse algunas veces y siempre fue fácil reencontrarse. Cuando se pudo fue una relación amorosa, pero también de amistad.

César Cervantes, propietario de la Casa Prieto en el Pedregal de San Ángel. (Cortesía)

Un sentimiento amoroso tan intenso que ninguno de los dos logró separarse incluso cuando tuvieron otras relaciones.

Luis fue el amor de su vida, así me lo comentó ella. Lo fue a pesar de dos matrimonios. Y, por lo que he podido ver, él se refiere a ella también como el amor y la mujer de su vida. Lo que hubo entre ellos dos es amor total.

¿Qué registros hay de esa relación?

Hay muchas fotos, documentos, cartas, libros, notas. En el archivo de Luis Barragán debe haber más, pero nadie ha buscado. Ahora que Adriana va a estar en México quiero visitar con ella el archivo porque ya está mejor clasificado. Ahí he encontrado cosas interesantísimas, libros dedicados, subrayados por Luis y por Adriana, con comentarios manuscritos de ambos. Algo de eso descubrí en un ejemplar de Cyril Connolly, La tumba inquieta. No he querido ir más allá de lo que Adriana ha decidido compartirme, pero con el tiempo todo eso seguirá saliendo.

¿Cómo es que Adriana decide publicar esta historia?

Es un deseo que ha venido creciendo en ella, contar una historia de amor precioso y desmitificar ciertos rumores en torno a Luis. Una historia de amor que estuvo enterrada, incluso con su familia ella tuvo reservas porque también velaba por la privacidad de Luis. Ahí está la historia de cuando le ofrecen el Premio Pritzker. Luis no lo quería recibir, pensaba que en ese momento su carrera iba a alterarse para siempre. Es Adriana quien lo convence y lo acompaña. De la vida personal de Luis se sabe poco y creo que ella siente ese deseo de compartir una parte de la historia, quizá para dejar a Luis en un lugarcito que merece como el gran amante, el gran caballero, así se refiere a él. Adriana se ocupó de buscar fotos, cartas, mensajes, en cajas que tenía guardadas. Imagínate qué bello haber transitado por dos matrimonios con esas cajitas que siempre mantuvo cerca.

¿Qué facetas de la vida y la personalidad de Luis Barragán se van a desmitificar a través del texto de Adriana?

Creo que se abren nuevos capítulos para investigar o cuestionar la validez del rumor que alguien desató sobre sus preferencias sexuales. El caso es que nadie lo ha cuestionado, ni su propia fundación en México, que resguarda los archivos personales; la parte profesional está en Suiza. Habría que revisar fotos, cartas, personajes que pasaron por ahí. ¿Por qué no abrir ese capítulo? Poco se sabe de Barragán fuera del ámbito cultural, pero lo que todo mundo supone es que fue gay. Adriana está dejando en el libro una semillita o un cuete prendido para que más gente se involucre, se atreva a hablar. Bienvenido quien tenga interés en conocer las fuentes de inspiración, qué música escuchaba y por qué, con quién; a qué dedicaba su tiempo libre; qué opinaba de la sociedad, de las mujeres. Adriana hace un retrato de Barragán desde su propia mirada.

Tras la segunda cancelación de la boda, Adriana viajó a África. Allá conoció a su primer marido, con quien tuvo un hijo. El matrimonio duró poco y más adelante contrajo nupcias con el señor Williams. Sin embargo, la presencia de Barragán estaba ahí, latente.

Adriana tiene claro que el amor de su vida fue Luis a pesar de dos matrimonios.

¿El amante de su vida?

Podría ser, pero no sé si ella quisiera contar algo al respecto. Imagino que sí. Por lo poco o mucho que sé, siempre que estuvieron en condiciones de amarse profundamente lo hicieron. Lo que vamos a encontrar en este texto es una bellísima historia de amor donde se abre el tema de que Barragán se negaba al matrimonio pues, según él, un amor no tendría por qué pasar por el filtro civil o social a riesgo de volverse un compromiso. Para mí es obvio que el amor con Luis nunca terminó ni terminará. Tengo entendido que la familia de Adriana, su gente cercana, no conoce a detalle la historia tal y como se cuenta en estas páginas. El libro es un documento para quien aprecie la historia, el arte del testimonio, de la edición, la literatura, la fotografía.

Hablemos de la factura del libro. ¿Cómo lo pensaste, dónde se formó, qué es lo que contiene esta edición, una verdadera pieza de arte?

Quisiera que fuera una edición abierta, bilingüe, pero por ahora tenemos que mantenerla privada. Se decidió hacer con la Cooperativa La Joplin. Fueron los únicos que entendieron el nivel del libro que queríamos. En cada detalle, es un homenaje al gusto por los libros de Luis Barragán y de Adriana Williams.

De hecho, Humberto Tachiquin, “Tachi”, responsable de la Cooperativa La Joplin, había destacado, durante la presentación del libro, algunas características de la producción: “Todos los materiales fueron hechos especialmente para el libro, no hay nada comercial. La tela es lana de Nueva Zelanda, y se tejió en una fábrica textil. Los colores responden al tono de los pantones originales de la Casa Barragán: rosa, verde, gris. El teñido se hizo en Oaxaca, con grana cochinilla y cáscara de granada. El papel, reciclado, se creó en un molino del siglo XVIII en Barcelona y las fotografías están impresas con la técnica glicée, libres de ácido. Para el texto se usaron tipos móviles, letras de metal que se van poniendo una por una, armando así las cajas. La tipografía se rescató de la papelería que usaba Barragán en su época y el encuadernado también se hizo a mano, cosiendo pliego por pliego”.

Algo que me gusta mucho, continúa César Cervantes, es confirmar, por fin, que entre Toledo y Barragán, por muy antagónicos que parecieran (uno de huaraches y vestido de manta y el otro siempre en el cashmere), hubo una gran admiración mutua. Por esto, decidimos imprimir esas lanas en Oaxaca. La elegancia de Luis y su afición por las buenas telas se mezcla con los tintes naturales que Francisco Toledo tanto enarboló en Oaxaca. Entonces se junta todo. En cuanto al contenido, hay muchas fotos del archivo personal de Adriana, una o dos del archivo Luis Barragán. La Fundación Barragán en Suiza también facilitó ciertas fotografías y documentos. Son básicamente fotos inéditas que quizá solo se habían visto en el volumen anterior, en inglés, que hizo Adriana.

Ya que mencionaste a las fundaciones, ¿qué pasará con el archivo Barragán que está en Suiza?

Pienso que para bien o para mal, más para bien, ahí seguirá. Creo que de no haber sucedido esa atrocidad del anillo (el brillante que Jill Magid hizo con las cenizas de Barragán), el archivo podría estar en México. Federica Zanco, responsable de la Fundación Barragán en Suiza, y su equipo, pensaron que sería bueno que regresara, siempre y cuando se pudiera garantizar su cuidado, mantenimiento y conservación, porque ellos han invertido millones de euros en llevarlo al nivel en el que está y hacer el catálogo razonado. Hoy, dada la inmadurez que demostró la gente de la fundación en México y el hecho de que en este país hay otras prioridades, creo que está en el mejor lugar del mundo.

AQ

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