La maldición de la fama persigue a las estrellas de rock, en movimiento perpetuo por el mundo, sin apenas tiempo para ver o disfrutar algo durante sus viajes. Siempre son acosadas y tienen los minutos rigurosamente vigilados, por los empresarios, los managers, la prensa, los fans, o por ellos mismos; viven sin pausa. Esto resalta el mérito del periodista argentino Fernando García, autor de Cómo entrevistar a una estrella de rock y no morir en el intento (Jus, 2016), con prólogo de Juan Villoro.
A lo largo de su carrera, García ha logrado formar una extraordinaria galería (polaroids, las llama él) de la que en este libro selecciona dieciséis de íconos del pop que, así sea a cuentagotas, le concedieron su valioso tiempo, con lo que ha construido relatos que trascienden el registro periodístico y se convierten, siempre y sencillamente, en literatura.
John Lydon, Bon Jovi, Paul McCartney, Neil Young, Lou Reed, Phil Collins y David Bowie forman parte de esta nómina de personas con “un oficio donde el más apático escupe fuego”, como apunta Villoro, quien dice también que aquí: “Las entrevistas son intervenidas por una narración donde los temores y las pasiones del autor resultan tan significativas como el hastío y los logros de sus personajes”.
Fernando García afirma que las entrevistas con una estrella de rock son una performance: “Son personas obligadas a hablar en el trance de una resaca, o que tienen personalidades imprevisibles, y en el mejor de los casos están hundidas en viaje de tedio o son incapaces de comunicarse debido a las cicatrices del pasado”.
A todas estas y otras circunstancias se enfrenta el reportero, y las supera. Por ejemplo, en su esperado encuentro con David Bowie en el estadio de Sao Paulo, su grabadora deja de funcionar casi desde el principio. El Delgado Duque Blanco se da cuenta y, amable, se ofrece a ayudarlo y resuelve el problema. Pero el aparato falla otra vez mientras el cronometro avanza inexorablemente. Entonces, García recuerda los consejos de un viejo maestro de periodismo: “No grabes ni tomes notas: escucha y presta mucha atención a cómo te dicen las cosas. Luego estarás más libre para escribir, y la libertad en la escritura es lo más importante”. La polaroid de este momento es entrañable y divertida.
Bono le habla de sus propuestas, de cómo U2 mira hacia adelante, mientras otros se empeña en mirar por el retrovisor y niega que la banda se haya considerado a sí misma heroica en alguna época. “En realidad somos anti-héroes —dice convencido—. Es ridículo crees que las estrellas de rock puedan ser héroes o príncipes. Los verdaderos héroes están en la vida cotidiana: son las madres, los bomberos, los médicos, la gente y sus pacientes… La gente de la calle”.
Con John Lydon, o Johnny Rotten, el alma de Sex Pistols, en el Sheraton de Buenos Aires sostiene este breve diálogo:
—Hey, si te doy plata, dólares o pesos, ¿podrías traerme cigarrillos?
—¿De dónde?
—¿Qué importa de dónde? ¡Podrías o no!
Como puede, evade el encargo. “Hice como si no hubiera entendido. Me hice el tonto y conseguí que John Lydon no me aplastara con su pulgar. Sobreviví. Y obtuve media hora de algo que por momentos fue una entrevista y por momentos una especie de prueba de resistencia o el monólogo de un Robespierre zombi…”.
El libro es un regalo para los amantes del rock, o simplemente de las buenas narraciones.
AQ