Kyra Galván (Ciudad de México, 1956) se rebeló contra el encasillamiento al que editoriales someten a los escritores y se reveló como autora de ciencia ficción con la novela futurista Las mansiones de Zatar.
Dedicada a su esposo Arturo, fallecido hace un par de años, el libro de la poeta y narradora se ambienta en Texico, un nuevo país en un futuro no tan lejano, formado tras una nueva pérdida de territorio en el norte de México, arrebatado por Estados Unidos con el pretexto del combate a los cárteles de la droga.
En Las mansiones de Zatar (FCE, 2025), título que alude a un videojuego con reminiscencias inconscientes a la nobleza perversa del Marqués de Sade o del Conde de Lautréamont, Liliana, una sexagenaria que vive el doble luto de perder al marido por otra mujer y al hijo por la vía de un suicidio inexplicable, adopta un perro robot como asistente terapéutico, que motu proprio investiga esta muerte.
La autora también de Los indecibles pecados de sor Juana recibe a Laberinto en su casa, donde cuelga un retrato de tamaño natural de la intelectual novohispana; cuenta la historia de su cuadro La Maga que exhibe en su sala, por supuesto inspirado en la Rayuela de Julio Cortázar, que realizó el pintor y grabador José Luis Calzada, a quien conoce desde sus tiempos en el taller de poesía de Juan Bañuelos; y se relaja mientras muestra al fotógrafo Jesús Quintanar sus cianotipias, porque también es fotógrafa.
“Las mujeres sobre las que escribo siento que de alguna manera fueron agraviadas”, aduce cuando sale el tema de cómo vincula a su Liliana con Juana de Asbaje o con Nefertiti, que han sido sus personajes.
“Terminé Las mansiones de Zatar durante la pandemia, a la que hago un poco referencia en el libro. Quería que el personaje principal fuera una mujer mayor, que no es común de ver en la literatura, y que se hablara de las preocupaciones o vivencias que pudiera tener. Y, también, que el segundo personaje principal no fuera humano, como contrapunto para ver nuestra humanidad”, dice la novelista y poeta.
Así unió los destinos de Liliana Spert (en el nuevo país la mujer asume el apellido del marido, a la gringa) y del perro robótico (CUD, Canine Utilitarian Device) que le impone el Estado utópico de Texico para su rehabilitación y a quien bautiza Dagaz, la luz al final del túnel, como una runa vikinga.
El perro, como en cualquier fantasía robótica que se respete, rebasa sus labores asignadas. Y asume el rol de perro policía para investigar el suicidio de Nigel, que liga al videojuego Las mansiones de Zatar.
“La idea de la novela es que, finalmente, a pesar de todos los avances tecnológicos que pueda haber, seguimos siendo humanos; seguimos enfrentándonos a problemas humanos, emocionales. Y eso no cambia con los avances tecnológicos de los que estamos rodeados”, expone Kyra Galván en la charla en la que se recuerda que una mujer estrenó en 1818 el género de la ciencia ficción: Mary W. Shelley.
“Conocí la ciencia ficción muy joven, desde que estaba en la secundaria, y me fascinó. De niña veía la serie de televisión Viaje a las estrellas (Star Trek). Y quizás fue por mi generación que nació esta inquietud por la ciencia ficción, de ver qué había más allá y hasta dónde podíamos llegar.
“Conocí a Ray Bradbury, y me encantó, porque era una combinación sobre especular qué podía existir en el futuro, con una poética, literaria, que me impresionó mucho. Bradbury fue uno de mis pilares, él me introdujo a la literatura, pero a través de la ciencia ficción. Y siempre tuve ganas de escribir una historia de ciencia ficción”, cuenta Galván, que espera publicar otras novelas del género y de fantasía.
Las mansiones de Zatar se presentará el 2 de agosto en la librería Octavio Paz, en Miguel Ángel de Quevedo 115, y el 6 de septiembre en la Rosario Castellanos, en Tamaulipas 202, ambas del FCE. Y, más adelante, 6 de diciembre, también sábado, en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara 2025.
Hay un movimiento de escritoras latinoamericanas que están reivindicando géneros literarios como la ciencia ficción, la fantasía o el terror, que habían sido soslayados. ¿Se adhiere a éste?
Puedo decir que sí. Incluso Rosa Montero escribe ciencia ficción (su serie de Bruna Husky) y es gran admiradora de Ursula K. Le Guin. Es un género que se sigue soslayando, me costó trabajo encontrar editor, por esta idea que tienen las editoriales de que no se vende la ciencia ficción. Sí se publican traducciones de autores extranjeros pero no se apoya a escritores de ciencia ficción nacionales.
Qué irónico, porque la primera obra de ciencia ficción, Frankenstein o el moderno Prometeo, la escribió una mujer, Mary W. Shelley. Y hay autoras tan emblemáticas del género en el siglo XX y XXI, usted ya mencionó a dos, que no consideran género menor a la ciencia ficción o al terror.
No diría que son menores, al contrario, son géneros difíciles. Y por eso no todo el mundo puede escribirlos. Primero, porque debes tener un background; luego, porque no son géneros fáciles. A mí, por ejemplo, el terror me parece muy difícil.
No obstante, en Las mansiones de Zatar mezcla géneros, y es una novela de terror también.
Sí, también, porque está ese lado oscuro de una distopía que sí da miedo, por la sofisticación que puede llegar a tener la inteligencia artificial y ser mal utilizada por grupos como el narcotráfico.
¿Por qué decidió ambientarla alrededor del año 2060?
Porque me pareció que era más o menos un espacio de tiempo plausible. Ya adelantarme más sería realmente no tener muchas bases.
¿Por qué llevó tantos temas a una novela? Toca la biología, la robótica, la inteligencia artificial, además de asuntos sociales y de salud tan fuertes como el suicidio; políticos, como la pérdida de territorio de México, o de seguridad, como los cárteles del narcotráfico y la criminalidad.
Eso fue lo que me pareció más interesante del relato, que abordara todas esas vertientes. El suicidio, por un lado, y el duelo, por otro, me parecieron temas muy importantes, muy humanos, que era relevante tocarlos en esta historia precisamente para dar la dimensión humana en contraposición a la tecnología y a la inestabilidad emocional a que puede llevar la tecnología, en este caso el juego virtual, que lleva a un personaje a cometer suicidio. Y, por otro lado, hablar de un problema sociopolítico: imaginar cómo podría llegar a ser México dentro de 40 años, era muy tentador.
¿Y cómo concluyó que México se partiría en dos países? En su novela parece idealizar a la sociedad estadounidense con ese Texico imaginario, pero vemos que EU no es tan ideal, más bien ya es una distopía (un poco como lo ha anticipado Margaret Atwood en El cuento de la criada)
Me lo imaginé como parte de la historia de México. Si sucediera, no sería la primera vez que ha sucedido que Estados Unidos nos quite una parte del territorio. Entonces, no sería algo impensable, por un lado. Y, por el otro, pues sí, era un poco la idea de hacer parecer Texico como con estas características de la sociedad estadounidense. Sería como una utopía, pero al final nos damos cuenta que en la utopía también hay una cosa horrible debajo del agua, subterránea. Esa era un poco la idea: hacer que desde fuera se viera que todo funcionaba muy bien, que todo era limpio y bonito y ordenado. Pero en el fondo había tragedias. Porque las cosas no estaban funcionando como en esa aparente utopía.
La misma Liliana es una contradicción: una mujer que necesita ser rescatada de su soledad y dolor por el Estado.
Así es. Y que además está la cuestión de que el Estado tome las riendas para poder invadir su vida.
¿De qué manera Kyra Galván se vincula o identifica con Liliana?
Pues Liliana es este personaje que, como te decía, es una mujer mayor. De sesenta y tantos años, que fue más o menos en el momento en que yo empecé a escribir su historia. Y pensé que era importante que hubiera un personaje de esa edad con problemas de su edad, porque la mayoría de los personajes femeninos en la literatura son mujeres jóvenes, y no se habla de la mujer mayor en la literatura. En ese sentido, era un reto hablar de ella, y hablar a través del duelo, del dolor. Curiosamente, yo no lo había vivido así, pero fue un poco premonitorio de cuando mi marido falleció. Traté de ponerme en los zapatos de una mujer que había perdido un hijo, que además es algo muy común y da un dolor terrible.
¿Fue catártico para usted escribir Las mansiones de Zatar?
Sí, definitivamente.
Cuando leía sobre Liliana y su hijo Nigel recordé las historias de tres escritoras que vivieron algo semejante: Piedad Bonnett, Chantal Maillard y Esther Seligson. ¿Las recordó a ellas?
Y a una amiga cercana también.
Cuando se entera de sus historias ¿cómo es que toma la decisión de plantear una novela distópica, dentro de ciencia ficción, y no una novela realista, aunque paradójicamente es realista?
Pues era ese reto de plantear quizás la actualidad con una perspectiva futura.
¿Considera desesperanzadora, pesimista, su novela?
De alguna manera, sí. Las gentes que ya la leyeron me dijeron. “¡Ay, es que el final es muy triste!”. Y, pues sí, no pretende ser una novela optimista.
Pero termina bien. Hay una reconciliación entre la ciencia y las personas. Dagaz, que no es ya un androide sino un perroide, entra de manera muy positiva en la vida de Liliana, no como ocurre con otros robots (acabo de ver la película M3egan, por ejemplo, que no acaba muy bien).
Y también está el punto de la música y la poesía. Al final de la novela se menciona esta pieza de jazz, que a mí me gusta mucho, “Someone to Watch Over Me”, y la comprensión de Dagaz de la poesía que Liliana le enseña. Ahí está esta vinculación entre lo humano y la inteligencia artificial.
¿Qué le inspiró a Dagaz y cómo lo fue construyendo?
Me inspiré también en unos robots perros que ya existen, que los produce una empresa que se llama Boston Dynamics. Dagaz camina un poco como ellos. Hay una parte donde describo que los CUD caminan más como arañas que como perros y no son tan agradables a la vista. Pero la idea de que fuera con otra forma también era como cuestionando la figura del androide que imita al hombre. Era un poco provocativo que fuera un perro y no uno con forma de hombre. Además de que en la ciencia ficción ya hay muchos antecedentes de robots o de androides.
El videojuego y el título de la novela, Las mansiones de Zatar, da la impresión que son más bien Las mansiones de Satán.
Sí, después resultó que había un poquito de eso ahí, pero simplemente es el videojuego y el personaje del videojuego, no hay más, nada hay oculto detrás.
¿Cómo se sintió describiendo las mansiones del videojuego? Parecen salidas del Marqués de Sade.
No lo había pensando, pero puede haber un paralelismo. Hubo partes que me costaban mucho trabajo, sobre todo donde piden a los jugadores hacer cosas a animales o a niñas.
¿Qué le dijo de usted como escritora el poder describir esas situaciones en una novela?
En alguna había descrito violaciones, nada más. Pues eso: que no hay límites morales que el hombre no haya cruzado y que todo es posible dentro de los márgenes de la maldad, podríamos decirlo así. Esta droga es una metáfora de la vida contemporánea, de la dependencia que uno tiene de la imagen.
¿Cómo se siente Kyra Galván en un presente donde lo que usted plantea en la novela de ciencia ficción ya existe?
Pues preocupada. Ese era un poquito el objetivo del libro, de plantear todas estas preocupaciones de que hasta los mismos videojuegos, que sí pueden parecer inocuos, utilizados con propósitos oscuros, pueden llegar a ser no solo inquietantes, sino muy destructivos.
Como el significado de Dagaz, ¿ve alguna luz al final del túnel, de la distopía actual?
Híjole, pues es que me estás haciendo la pregunta del millón. Tendrían que pasar muchas cosas para que cambiara la humanidad. Ahorita estamos viviendo una explosión de gobiernos que van a la derecha y que están haciendo cosas tremendas. Pues tendría que cambiar todo eso. Tendrían que cambiar los gobiernos, tendría que cambiar la mentalidad de las personas. Todo hacia una sociedad más espiritual, más de cuidado a la naturaleza, hacia las emociones de las personas, de respeto, de muchas cosas.
¿Y la poesía?
Es el patito negro de la literatura, no porque lo sea, sino porque es muy difícil publicar, llegar a un público grande. Pero desde ahí tratamos de levantar la voz contra las injusticias, por la mujer, en fin.
Liliana es un personaje inventado, pero usted ha contado historias de mujeres reales, que tuvieron roles importantes en la Historia. ¿Cómo ve a las mujeres de su tiempo? ¿A las Lilianas?
Siento que casi todas las mujeres sobre las que escribo son mujeres que de alguna manera fueron agraviadas. A Nefertiti se le obligó a tener seis hijas, seis partos para conseguir al heredero varón. Y de estos casos hay muchísimos. Acabo de leer un libro maravilloso de Maggie O'Farrell (El retrato de casada), una novelista irlandesa sensacional, que escribió un libro sobre Lucrezia, una de las hijas de Cosimo I de Medici, a quien casan a los 15 años y a los 16 la mata el marido porque no había podido concebir un hijo. Todas esas son violencias que ha vivido la mujer desde tiempos inmemoriales. Ahora siento que las mujeres están divinas, las jóvenes están viviendo cosas muy duras, feminicidios, acosos, en fin; sin embargo, ellas ya están en otro nivel, han aprendido mucho de sus propias vidas y no están dispuestas a vivir muchas cosas que vivieron las mujeres de generaciones anteriores, como mi abuela, mi madre, inclusive yo; están peleando por vivir su vida de otra manera.
¿Qué le deja Las mansiones de Zatar a Kyra Galván?
Me deja muy, muy contenta. No es porque diga que estoy muy satisfecha, pero me deja contenta porque era un reto que me había impuesto de no circunscribirme a un solo género. A mí me habían dicho en la editorial en que he publicado: “Es que te queremos perfilar como escritora de novelas históricas”. Y pues no, quiero escribir de todo, lo que pueda o lo que me salga. Quiero escribir ciencia ficción, tengo una novela, que aún no se publica, sobre maternidad subrogada. Hay muchos temas que me interesan. Un escritor no debe circunscribirse nada más a un nicho. Estoy pensando escribir otra historia de ciencia ficción; hice una novela histórica sobre la Segunda Guerra Mundial, pero con personajes fantásticos. Estoy empezando a darme permiso a experimentar más que hace unos años.
¿Esta novela es su rebelión contra estas decisiones editoriales?
Sí, podría decirse que sí.
AQ