I
Las abuelitas y un anuncio de cámaras fotográficas decían que “recordar es volver a vivir”. Marcel Proust escribió En busca del tiempo perdido, una de las más ambiciosas novelas de la historia de la literatura, en torno a la memoria. Los neurólogos y cualquier hijo de vecino del siglo XXI saben que la capacidad de recordar es requisito indispensable para la existencia racional, así que tanto en el periodismo como en la calle hablar de los muertos es hablar de la vida.
Marcel Marceau, quien nació el 22 de marzo de 1923 y murió el 22 de septiembre de 2007, realizó varias visitas a México.
II
Un día entre semana de septiembre de 2023 veo a un mimo chilango en el centro de Coyoacán y la memoria me traslada al domingo 28 de mayo de 2000, cuando Marcel Marceau se presentó ahí en un accidentado evento gratuito. El célebre artista francés apenas actuó durante 12 minutos porque la organización del acto fue un desastre. La lluvia y los empujones de cientos de personas asustaron al artista, quien habrá pensado al estilo mexicano: mejor aquí corrió que aquí quedó. Miles de curiosos llegaron antes que yo y coparon todos los accesos, así que ni siquiera alcancé a ver de lejos a Marceau.
III
Me hubiera encantado ver a Marcel Marceau no sólo al aire libre en Coyoacán, también en el máximo recinto cultural del país: el Palacio de Bellas Artes. A manera de compensación, lo vi en el Teatro de la Ciudad, en el Metropólitan y en el Auditorio Nacional.
IV
En 1999 fui a San Francisco, California, para cubrir la presentación de un disco del grupo Metallica. La disquera ofreció una comida a todos los periodistas que íbamos de México y luego teníamos la tarde libre. En los postres, se estableció que dos horas después nos reuniríamos para visitar el Distrito Castro, famoso barrio gay de esa ciudad.
De camino al hotel para hacer una escala técnica, vi un discreto cartel callejero en el que se anunciaba, para ese mismo día, una presentación de Marcel Marceau en el Theatre on the Square. No lo podía creer.
Me disculpé con mis colegas y me fui solo al hermoso recinto que entonces tenía capacidad para 700 personas; no tuve problema para adquirir un boleto en la taquilla. Luego de varias remodelaciones, actualmente ese teatro tiene menos butacas y se llama San Francisco Playhouse. Está ubicado dentro del hotel Kensington Park, de arquitectura gótica. Fue el mejor sitio en el que vi actuar a Marcel Marceau: de cerca y en un entorno íntimo.
La técnica del mimo era portentosa. Con MM era posible observar a un escultor que se enamora de su propia obra, al hombre común que busca la oficina indicada en un laberinto burocrático, al hacedor de máscaras que cambia de rostro cada segundo, al equilibrista tembloroso, al domador de leones destinado al fracaso, al comerciante de delicadas porcelanas y al suicida poco convencido.
V
En 1994 lo entrevisté para el periódico El Nacional y opté por un juego de asociación de ideas. Así lo decidí porque, en una conferencia de prensa previa, él ya había dado respuestas bastante largas acerca de su quehacer artístico. Lo suyo era el silencio en el escenario y las cataratas verbales ante los medios de comunicación.
Así se desarrolló lo que ahora llamo ping-pong:
Dios.
La eternidad.
Religión.
Una decisión.
Buda.
La paz.
Cristo.
La pasión.
Tíbet.
Disciplina.
Proust.
El estilo.
Sida.
Peste del siglo veinte.
Placer.
Ilusorio.
Poder.
Otra ilusión.
Abstinencia.
Conservación de la energía.
Gastronomía.
Saber elegir.
Cognac.
Con medida.
Agua.
Indispensable.
Droga.
Peligrosa fantasía.
Máscara.
Hipocresía.
Personalidad.
Secreto.
Sicosis.
Violencia.
Salud.
Búsqueda.
Equilibrio.
Difícil.
Aborto.
Ligado a todas las épocas.
Muerte.
Máxima obsesión del ser humano.
Dinero.
Segunda obsesión del ser humano.
Mediocridad.
Mala educación.
Suicidio.
Valentía de la desesperanza.
Demonio.
Está en cada uno de nosotros.
Envidia.
Defecto común.
Felicidad.
Tercera obsesión del ser humano.
Niño.
El porvenir.
Mujer.
Necesaria para el equilibrio.
Erotismo.
La vida sería aburrida sin él.
Violación.
Algo muy grave.
Pornografía.
Lo contrario de lo erótico.
Cómic.
Continuidad de los sueños.
Pelé.
Malabarista.
Michael Jordan.
No lo conozco.
Corrida de toros.
La hora de la verdad.
Picasso.
Genio de la forma.
Impresionismo.
Puerta de la pintura contemporánea.
Muralismo mexicano.
Una fuerza que proviene de sus raíces.
Hernán Cortés.
Sed de poder.
Louvre.
Nuestro Teotihuacán.
Egoísmo.
Estancamiento.
Sarajevo.
Detonador de guerras mundiales.
Apocalipsis.
Antiguo Testamento.
VI
Al finalizar el juego, el creador del célebre personaje Bip se sintió libre para decir: “No podemos ser justos con una sola palabra. Te voy a poner un ejemplo: durante un programa de televisión en Francia, le preguntaron al escritor Le Clézio, en una sesión de preguntas y respuestas como esta, qué era lo que más odiaba. Él contestó que el silencio. Esa respuesta me llegó directamente. Para mí, el silencio no existe, sólo si estamos muertos”.
“Le Clézio lo decía por su temor a no poder comunicarse como autor. Para nosotros, el silencio está más allá de las palabras. En la Biblia se dice que en el principio fue el verbo, pero no se refiere tanto a la palabra como a la acción. Los mimos hacemos énfasis en los gritos del silencio”.
AQ