Marina de Tavira y el bosque blanco de su corazón…

Teatro

La reconocida actriz interpreta a Blanche en ‘Un tranvía llamado Deseo’, que comenzó una breve temporada en el teatro Julio Castillo bajo la dirección de Diego del Río.

Marina de Tavira en ‘Un tranvía llamado Deseo’. (Foto: Jesús Quintanar | MILENIO Diario)
Susana Iglesias
Ciudad de México /

Locura creativa y rebelión son hermanas gemelas, sin ellas el mundo estaría destruido. Deseo, amor, muerte: motores que nos hacen salir de la caja luminosa llamada: realidad. Existen seres que rechazan la realidad, ¿por qué?, ¿tú lo sabes? No me atrevería a decir que lo sé, intuyo que puede estar relacionado como una protesta anticipada al posible rechazo, intuyo también que la realidad ordinaria es tan aburrida que las personas prefieren ir sabiamente al teatro que formarse en la asquerosa fila del banco.

Hace unos días hablaba con un músico sobre el deseo, concluimos que es todo, ¿nunca han deseado a alguien como se desea tener una pierna rota? Pienso en el deseo mientras cae la noche sobre el bosque de Chapultepec; la lluvia es música puerca y casi pornográfica estrellándose en el pavimento bajo esa luz fría de los andadores de la zona de teatros del Complejo Cultural del Bosque. Cerca de aquí ocurrieron escenas trágicas como la batalla de Molino del Rey, siguen ocurriendo historias trágicas en el Teatro Julio Castillo, tristemente luce deteriorado, lo recuerdo más saludable en mis épocas de estudiante en las que iba a mis clases de danza, el paseo favorito de los viernes eran los andadores de este lugar, antes del cierre de la cafetería nunca faltaba el guapo barista-bailarín que me regalaba un café y un pedazo de pastel, en ese entonces podía beber café sin taquicardia. La mayoría de mis compañeras vomitaban todo, hasta el agua, una de ellas solía decir: “primero muerta que gorda”, hace diez años me enteré que murió por anorexia. En aquella época no éramos gordas, aunque las maestras de ballet se empeñaran en decirnos que lo éramos.

En esos paseos nocturnos me acompañaba a veces —cuando mi novio músico no iba por mí— el primer Stanley de mi vida, un pianista rudo que conocí en los ensayos de una obra de teatro; él despertó en mí momentos repulsivos y sublimes. Decía que amaba mi cabello, mi olor, mis vestidos, en realidad eran lencería, camisones vintage pequeños o largos de encaje, encima usaba corsetes o bras vintage, finalizaba mi atuendo con ligueros y botas cortas estilo victorianas de piel o botas de látex o charol altas, arriba de la rodilla. Al pensar en todos los rituales que algunas mujeres tenemos para ponernos un “simple vestido”, viene a mi mente la obsesión por el mundo femenino de algunos hombres, algunos canalizan al arte esa obsesión, otros intentan controlar / castigar / regular nuestros cuerpos, emociones y mentes.

Inevitablemente pensé en todo esto un viernes al salir del ensayo del Tranvía llamado Deseo, al otro día acudiría al estreno. Tennessee Williams sí conoció un tranvía llamado Desire en New Orleans, existió… fue un dramaturgo obsesionado con la mente humana, admiraba el espíritu libre y rebelde femenino, sus personajes son mujeres a las que los hombres temen, tan es así que desean aplastarlas… son trágicas, heroínas de su propia tragedia, que no ostentan el ridículo papel de ser “damas”, qué patético ser una “dama”. No son mujeres que dicen tener la razón, ni mujercitas mesuradas, hipócritas, santas, “puras”, se niegan a ser accesorios de hombres minúsculos. Son personajes fuera del canon, adelantadas a su tiempo. Algunos de sus personajes masculinos también están dotados con la sutileza seductora del ser que se refugia en su imaginación, porque ahí jamás será derrotado. Sí, he visto muchas puestas en escena del Tranvía llamado Deseo, nacionales y extranjeras, también como examen en escuelas de teatro, no he visto la película completa, ni me interesa, solo la pongo en dos escenas, cuando Stanley (Marlon Brando) entra buscando a Stella y el final. Puedo afirmar que lo que vi el sábado 3 de agosto, fecha en que se estrenó la adaptación de Un tranvía llamado Deseo bajo la dirección de Diego del Río y la impecable complicidad de la productora Producciones 25 a cargo del talentoso David Castillo, fue una atinada percepción acerca de la obsesión del dramaturgo: mostrarnos la obsesión y deseo de las mujeres como algo que escapa a la lógica puritana de todos los siglos, incluido el siglo XXI, que aún tiene tabúes hacia las mujeres que eligen libremente.

Aspecto de la puesta en escena de 'Un tranvía llamado Deseo' en el Teatro Julio Castillo. (Foto: Jesús Quintanar | MILENIO Diario)

Una mujer libre

Si bien la adaptación que hicieron cambia palabras fundamentales del texto original, “te casaste con un violento”, cuando en realidad Blanche le dice a su hermana Stella que se casó con un “demente”, no le resta valor, al contrario, le dan otro matiz, la adaptan al espectador de un siglo moribundo ya —personalmente siento que pudo impactar más al conservar la palabra “demente”— para estrellar en la cara de los que culpan a Blanche por “mentirosa y libertina” (una mujer libre en realidad) quién es en realidad el demente… hombres como Stanley y su pandilla indudablemente padecen de enfermedades mentales incurables o rasgos criminales incurables también. Millones de mujeres y hombres son víctimas de personas violentas, miserables. Stella es consciente de quién es Stanley, no huye, lo ama, lo desea, abraza su violencia, le seduce su furia, a veces desea abandonarlo, cuando casi está a punto de hacerlo nos revela que ella habita a Stanley que son cómplices de deseos y pensamientos. Stella no es víctima de nadie, desafía a su propia hermana haciéndole ver que ella no está atada a nada que no desee. Cuando Stella y Stanley se abrazan no hay nada más poderoso que ese acto simbiótico. Stanley no es nadie sin ella y viceversa, los amantes se fundieron en una danza mortal, no hay salida, “todo será mejor” cuando la “loca” se haya ido de su casa, cuando él deje de beber, cuando bailen de nuevo solos. Blanche odia “la realidad”, nos dice que quiere magia, vive refugiada en su ficción, es más saludable elegir vivir fuera de la realidad que ser una mujer violenta, porque ella podría serlo, podría matar a quien sea después de todo lo vivido… muchas personas han abusado de ella, desde la familia hasta un regimiento entero de soldados, han abusado de la niña alegre que fue, esa niña que pese a la mierda derramada encima de su alma y cuerpo por personas dañadas, existe mientras baila sobre el escenario un calipso con su hermana Stella… la han tratado como un pedazo de basura sin serlo, ella es una mujer con un corazón blanco, hermoso como un bosque lleno de vida. Sus mentiras no dañan a nadie más que a sí misma. Cobardes simiescos la han usado, aunque ella en su mentira dice que los usa. Soldados acuden a su casa noche tras noche… lastimándola una y otra vez… ella tras el suicidio de su esposo homosexual solo buscaba un poco de amor y protección, lo dice abiertamente al cobarde Mich (Alejandro Morales), cuya vida está dominada por su madre, al enterarse del pasado de Blanche debido a la violencia de Stanley que investiga todo sobre Blanche, Mich… que la ha cortejado de forma tierna, decide abandonarla y antes de eso abusar de ella como los otros, no lo logra porque por primera vez Blanche se defiende gritando: “FUEGO, fuego, fuego”…. Alejandro Morales nos conmueve con su fuerza en el escenario. Tennessee se inspiró para crear a Blanche y su mundo interno en su hermana Rose Isabelle Williams, catalogada como una esquizofrénica paranoide, el éxito del estreno de la obra en 1947 le permitió pagar la estancia en el hospital psiquiátrico de Rose. La actuación de Marina de Tavira interpretando a Blanche es deslumbrante porque su personaje está alejado de la luz, habita su sombra, ¿no es ahí donde somos más genuinos… en nuestros fragmentos de sombra? Baila La Varsoviana con ojos cerrados o abiertos en un escenario que de no dominar bien sería una “trampa mortal”, palabras del librero que se materializan en la escenografía 360 “brutalmente arriesgada”, concuerdo con Lucila, teóloga feminista. En el escenario visualizamos elementos irreales que parecen simples, en realidad no lo son, la complejidad de manejo de los cuerpos en el espacio es latente en cada segundo. Todas las actrices están descalzas, los actores no. Simbolismo y detalle brutal. Los cuerpos de los actores parecen caer al vacío ante la penumbra o el exceso de luz, los cuerpos desaparecen entre el humo de un cigarro, susurros, gritos, neblina, vapor y el humo existencial que se rompe con la palabra… madera, vidrio, un baúl de época, vestidos vintage, humo, luces. Todo es sonido, ya lo he escrito antes, la puesta en escena suena muy bien, las voces son claras, precisas… actrices y actores han estudiado/ analizado muy bien la textura junto a su director, es muy fácil caer en el melodrama si no se entiende el tono de los textos de Tennessee Williams, estamos ante un finísimo y detallado trabajo de dirección.

'Un tranvía llamado Deseo' se presenta en el Teatro del Bosque Julio Castillo este mes de agosto. (Foto: Jesús Quintanar | MILENIO Diario)

La “locura” en Blanche

Un músico y un cantante en escena suman emotividad a la atmósfera. Sí, gustó mucho el pequeño fragmento de Summertime interpretado por la voz de Diego Medel, en una de las escenas… ¿No sería brutal si Eunice, la vecina, interpretada por Mónica Jiménez o Paty Vaca que interpreta a la “mexicana” vendedora de flores y a la “extraña” (una enfermera) lo acompañaran y la cantaran completa?... ambas tienen unos resonadores y registro de voz estupendos.

Esta obra merece una temporada más larga, solo se presentará durante el mes de agosto, merece recorrer todos los teatros del país y otros países. Marina de Tavira es una actriz enorme, a Rodrigo Virago lo he visto en otras obras, ha crecido mucho sin duda, su interpretación logró algunos momentos altos, llegar al centro de Stanley no es fácil, los gritos y arrebatos violentos deben venir desde el interior, desde la ausencia, desde el dolor de un niño herido por su padre, por su falta de identidad que lo enloqueció hasta convertirlo en un hombre violento que necesita demostrar su poder aplastando a otros, el grito debe ir más allá de lo físico, el grito debe ser una extensión de su irracionalidad e incapacidad de controlar sus instintos más crueles. El momento más bello es cuando Stanley se queda inmóvil en el vapor, sin mecer las manos, ni llevárselas a la cabeza, sin mover el cuerpo fuertemente como sucedió en caso toda la obra, apostaría por más momentos así. La suavidad en su cuerpo inmóvil, casi de piedra, es terrorífica. El actor Fede Di Lorenzo interpretó a un Steve dinámico. Diego Santana, que interpretó a un amigo de Stanley además del médico/ extraño, impresiona el dominio de cuerpo y voz, también tocó la armónica. Dos Stellas en escena, Astrid Mariel y Ana Clara Castañón que compartió con nosotros su embarazo en el escenario, este enfoque de presentar a dos Stellas y una de ellas embarazada es sin duda novedoso, las dos actrices lograron una coordinación asombrosa de emociones y movimiento corporal, de pronto se mimetizaban sus rostros, causando muchas emociones confusas en los espectadores. Vi lágrimas en los ojos de los que miraban, rabia e impotencia en los rostros ante en las escenas violentas, a una fila de mi asiento un hombre estuvo a punto de levantarse para pegarle a Stanley, su novia lo detuvo, discutieron en voz baja, “no puedo soportarlo, ¡mira! la está aventando muy fuerte, le voy a romper su madre, me vale si me sacan, se le pasó la mano”… ese momento nos impresionó a los que estábamos cerca, algo se detonó dentro muy de él para reaccionar así.

Caso especial en el montaje es el músico, compositor y actor Andrés Penella, que toca el piano vertical, la flauta, el acordeón y un banjo al abrir la obra. Para Tennessee Williams la existencia, la realidad y toda búsqueda humana sin imaginación no es nada, es ahí donde habitan todos sus personajes. Su objetivo no fue poner sobre la mesa una respuesta o solución a problemas sociales, mucho menos mostrar la “realidad”. Su objetivo es hacer preguntas que a veces no tienen respuesta como la “locura” o la locura. No olvides que la palabra es un eterno spell, es magia, es alquimia, ahí no hay realidad, solo transmutaciones imposibles de explicar. Reírse de la locura es peor que morirte. En el Tranvía llamado Deseo todos tienen miedo de estar locos excepto una valiente mujer, por eso encierran a Blanche, porque ella tiempo atrás renunció antes de acabar como todos ellos: hundidos en su realista y miserable violencia pasiva, tan patética. La única locura en Blanche es vivir exiliada en su imaginación. Por favor, no olviden que estoy hablando de una obra de teatro, no de la realidad. La luz expone lo más terrible, por eso la única salvación para no enloquecer es continuar en nuestro fragmento de sombra y en la huida, no hay nada más ciego que la luz.

AQ

LAS MÁS VISTAS

¿Ya tienes cuenta? Inicia sesión aquí.

Crea tu cuenta ¡GRATIS! para seguir leyendo

No te cuesta nada, únete al periodismo con carácter.

Hola, todavía no has validado tu correo electrónico

Para continuar leyendo da click en continuar.