Marlon Brando: un niño maltratado que buscaba aceptación

Doble filo

El célebre actor, activista y mujeriego nació hace un siglo y se fue de este mundo hace dos décadas. Lo recordamos a partir de la apasionante autobiografía que escribió cuando tenía 70 años.

Marlon Brando en 1952. (Archivo)
Fernando Figueroa
Ciudad de México /

I

En 1994 la editorial Random House publicó el libro autobiográfico Brando: Songs My Mother Taught Me, que Grijalbo lanzó ese mismo año en México con el redundante título Brando sobre Brando. Las canciones que mi madre me enseñó.

El volumen es muy atractivo. En la portada aparece el rostro joven de Marlon Brando y en la contra se ve muy maduro. Son 500 páginas cuya lectura se va como agua por lo interesante de su contenido y, además, se incluye un buen número de fotografías en blanco y negro, impresas en papel couché, que muestran al actor desde que era un bebé hasta llegar a la cumbre en cintas como El padrino y Apocalipsis ahora.

A lo largo del libro, una y otra vez, Marlon Brando (3 de abril de 1924 - 1 de julio de 2004) afirma que la actuación fue para él solo una forma de ganarse la vida, y la fama un vehículo para dar a conocer sus ideas políticas y acostarse con muchas mujeres.

II

Del libro se desprende otro motivo por el cual Brando quería alcanzar el éxito: ser querido.

Cuando era niño, su padre (también llamado Marlon) le dijo muchas veces que era un inútil, bueno para nada, y que jamás lograría algo importante en la vida. Su madre, Dorothy, era una mujer jovial que se sabía la letra de cientos de canciones; “un ser noble y bueno” que tenía una grave enfermedad llamada alcoholismo.

Al papá le gustaban la parranda y los amoríos extramaritales, pero podría decirse que era un bebedor social. La mamá sí era de carrera larga y se desaparecía durante tres o cuatro días.

Marlon y sus hermanas (Jocelyn y Frances) tuvieron una especie de nana que un día se fue y dejó a Brando devastado varios años.

III

Marlon Brando Jr. (alias Budy) nació en Omaha, Nebraska y vivió parte de su infancia en una zona rural de Illinois, rodeado de animales. Su mejor amiga era una vaca a la que ordeñaba por las mañanas y tardes. El odio hacia su padre lo transfirió a sus maestros y cualquier otro tipo de autoridad, convirtiéndose en un alumno problemático.

Cuando llegó a la adolescencia, su papá lo envió a un internado militar en Minnesota donde él había estudiado. Ahí Budy pareció “enderezarse” con la disciplina castrense y la práctica del rugby, pero finalmente fue expulsado.

La travesura que más lo enorgullecía fue haber hurtado el badajo de la gran campana con la que los alumnos eran convocados a sus actividades. Mientras estuvo en esa academia, nadie supo quién robó la bola de metal que pesaba aproximadamente 70 kilos. La enterró en un jardín y él atribuía el éxito de la operación a no haber tenido cómplices y no decírselo a nadie.

IV

En la academia militar entró en contacto con el teatro amateur y le pareció divertido. Su hermana Jocelyn viajó a Nueva York para convertirse en actriz y tiempo después Marlon la siguió.

En la Gran Manzana, Brando conoció a Stella Adler, quien había estudiado en Rusia el método de actuación de Stanislavski. Ella se convirtió en su maestra y protectora.

En 1946, Brando trabajó en A Flag is Born, dirigida por Luther Adler, hermano de Stella, “una obra teatral de propaganda política que abogaba por la creación del Estado de Israel y condenaba indirectamente a los británicos por impedir que los refugiados judíos que viajaban desde Europa colonizaran Palestina”.

Como una forma de agradecimiento a la familia Adler, Brando se inclinó por la causa israelí, aunque muchos años después escribiría: “Durante la mayor parte de mi vida, me resultó atractivo y cómodo un mundo en blanco y negro. Así fue como tomé partido por los terroristas judíos sin saber que estaban asesinando palestinos inocentes en su empeño por crear el Estado de Israel; creía que todo era bueno o malo y que entre ambos extremos no había nada”.

Se refería específicamente a su apoyo al bando radical judío que se oponía al primer ministro David Ben-Gurión, a quien consideraban “demasiado moderado”.

Marlon Brando también recibió adiestramiento de Elia Kazan en el Actor’s Studio de Nueva York, quien luego lo dirigió a él tanto en la versión teatral como cinematográfica de Un tranvía llamado deseo, en 1947 y 1951, respectivamente.

El autor de esa obra, Tennessee Williams, en una carta a su propio representante escribió esto luego de conocer a Marlon: “No sabes el alivio que supone haber encontrado a este ‘Stanley’ que Dios nos envía en la persona de Brando. Nunca se me había ocurrido pensar lo valioso que resultaría elegir a un actor muy joven para este papel. Humaniza al personaje en la medida en que adquiere la brutalidad o la dureza de la juventud, más que la de un hombre mayor y malvado”.

V

Cuando ya era muy famoso, Marlon Brando recibió otra misiva, esta vez de Mario Puzo, en la que el autor le decía: “He escrito un libro titulado El padrino que ha tenido cierto éxito y creo que usted es el único actor capaz de representar al Padrino con la fuerza serena y la ironía que requiere el papel”.

Las cartas siempre fueron importantes en la vida de Brando, sobre todo cuando estaba recluido en la academia militar y extrañaba por igual a sus conflictivos padres y a sus queridas hermanas. Les pedía que confiaran en él porque estaba seguro de que lograría “hacer que se sientan orgullosos de mí”.

VI

Después de su apoyo juvenil a la causa judía, el actor se convirtió en un activista por los derechos de los afroamericanos y estuvo presente en Washington el día en que Martin Luther King Jr. ofreció su célebre discurso “Yo tengo un sueño”. Luego vendría su defensa de la comunidad indígena de Estados Unidos, rubricada cuando no asistió a la entrega de los premios Oscar; en su lugar envió a una joven apache para que rechazara la estatuilla que la Academia le otorgaba por su trabajo estelar en El padrino, de Francis Ford Coppola.

Brando sobre Brando. Las canciones que me enseñó mi madre, escrito en colaboración con Robert Lindsey, aborda con detalle la faceta política del actor y la feliz convivencia que tuvo con los nativos de la isla Tetiaroa, que él compró para construir un lujoso hotel que conserva, en lo posible, el equilibrio ecológico. Se ubica a 42 kilómetros de Tahití.

Ejemplar de 'Brando: Songs My Mother Taught Me'. (Especial)

VII

Muchas páginas del libro están dedicadas a las aventuras sexuales del histrión, quien las comenta con un tufo misógino que en la actualidad crearía gran escándalo: “Disfruto identificando y apretando el botón emocional de las mujeres, que por lo general significa hacerlas sentir que tienen para mí algún valor”.

Dice que las fiestas en Hollywood eran el mejor sitio para conocer damas y llevarlas a la cama de inmediato. Sabía que la fama era un imán muy poderoso para atraerlas y solía elegir a las que le parecían muy guapas, pero de preferencia con sentido del humor.

En su lista de amoríos fugaces hubo muchas fans que lo acosaban, a veces hasta un punto peligroso. Una de ellas tenía su cuarto tapizado con posters del actor y su mayor ilusión era, literalmente, destazarlo y comérselo. Otras se las ingeniaban para introducirse en las habitaciones de hotel a donde él llegaba y no faltaba quien, de pronto, se aparecía dentro de su casa a cualquier hora del día o de la noche.

VIII

No todas sus conquistas fueron con mujeres anónimas. Cuenta que conoció a Marilyn Monroe en una fiesta y se hicieron amigos. Luego de varias charlas por teléfono, un día él le dijo: “Quiero ir a verte ahora mismo, y si no me das una buena razón por la que no deba hacerlo, dímelo ahora”. Luego añade: “Me invitó a su casa, y poco después se convirtió en realidad el sueño de todo soldado”.

La última vez que habló con Monroe fue un par de días antes de la muerte de la actriz. Afirma: “Yo habría notado que algo funcionaba mal si Marilyn hubiera tenido la intención de suicidarse. Quizás murió a causa de una sobredosis accidental, pero siempre he creído que fue asesinada”.

En el libro, Brando no habla de sus esposas ni de sus descendientes, aunque de pasada menciona que tuvo once hijos y que pagó mucho dinero por pensiones alimenticias. Con algunos de los más pequeños pasó días felices en su isla.

También dice que gastó cientos de miles de dólares en terapias con varios psicólogos que no le aportaron nada, hasta que encontró a uno con el que sintió empatía y lo ayudó a conocerse a sí mismo.

IX

Marlon Brando asegura en su autobiografía que, a fin de cuentas, “la actuación consiste en crear una ilusión de naturalidad”. Si acaso lo logró en tal o cual película, cada espectador tiene la última palabra. Él hizo su parte transformándose en variopintos personajes en cintas como El salvaje (un motociclista pendenciero), Nido de ratas (un maloso en busca de redención), El último tango en París (un viudo sádico), El Padrino (el jefe de la mafia), ¡Viva Zapata! (como el Caudillo del sur), Désirée (interpretando a Napoleón), Julio César (en el papel de Marco Antonio), Apocalipsis ahora (un coronel desquiciado) y hasta fue el papá de Supermán.

X

Durante algunos años, el padre del actor administró el mucho dinero que su hijo ganó en el cine, pero luego de varias inversiones fallidas casi lo dejó en bancarrota. La venganza del niño maltratado llegó el día en que Budy corrió a su progenitor de ese trabajo y le dijo repetidamente que era un perfecto inútil, bueno para nada.

AQ

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