Se abre el telón y se ilumina una cocina en la sierra alta oaxaqueña. En el centro de la mesa, un telegrama mantiene sobre sí las miradas de una madre joven y dos hijas, la pequeña de 14 años pronto dará a luz. El hombre de la casa ha anunciado su regreso. ¿Cómo le dirán que el vientre de la niña está bendito?
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En la segunda escena de Palomillas de San Juan, de Flor Velasco, las jóvenes obedecen a regañadientes a la madre y van en busca de lo necesario para agasajar al hermano mayor. En el mercado, a lo largo de los pasillos de un universo social complejo, entre los puestos de semillas y chiles secos sufrirán el desprecio de mujeres y hombres. Las hermanas se saben condenadas al exilio, pero… ¿dónde será eso? ¿Con qué dinero?
La obra no representa la historia de un feminicidio ni de una violación multitudinaria. Aquí la violencia y el machismo se ponen en acción casi con naturalidad, porque así ha sido desde hace siglos. Las raíces son hondas y están envenenadas. Velasco reconoce que una denuncia penal en contra del sacerdote del pueblo resulta impensable hasta para la propia víctima. Entonces, ¿cómo cortar las raíces venenosas, tan extendidas, de violencia contra la mujer?
Sin lugar a dudas, el nuevo gobierno debe dar soluciones inmediatas frente a la violencia de género y, a su vez, planear una estrategia integral, de largo alcance, para garantizar el bienestar de las mujeres.
Y a nosotras… ¿qué nos toca hacer? Poner en el centro de la mesa, como un telegrama recién llegado, la discusión sobre la violencia largamente sufrida, nos coloca en un momento irrevocable. Quizá esta toma de conciencia en torno al significado de ser mujer en el México de hoy nos lleve a formular nuevas preguntas “para encontrar respuestas distintas”, como plantea Marta Lamas. Aquí mi ensayo: ¿la violencia en contra de las mujeres se habrá desbordado a tal grado como para destruir el cuerpo femenino e incluso los cuerpos de los hijos? ¿También han sido violentadas las mujeres que perdieron a sus esposos, padres y hermanos en la guerra contra el narco?
En la última escena, la joven pregunta a la madre si de verdad su vientre está bendito, apaga la luz de la cocina y cae el telón.
ÁSS