Luz.
Más luz.
Más allá de la luz.
Las mismas palabras de siempre
gastadas por el uso y el abuso.
Esencia, espíritu, identidad,
arte, meditación, mente,
psique, alma, que-sé-yo…
Tiene razón el Dalai Lama:
las religiones son obsoletas.
Y nótese que habla de las religiones,
no de la religiosidad…
mucho menos de la vida del espíritu.
En todo caso, me parece que da en el blanco
cuando al hablar de la meditación,
despojándola de toda su carga mística
y la parafernalia esotérica, dice:
“Es muy sencillo meditar.
Se trata de observar con atención y despego,
con escepticismo y espíritu crítico,
y actuar en consecuencia.”
Claro que, por lo pronto, ya apareció
una palabra difícil de definir: “espíritu”.
Sin embargo se entiende:
hay que observar todo con atención,
comenzando por observarnos a nosotros mismos.
Hay que observar con desapego,
escepticismo y espíritu crítico,
y actuar luego en consecuencia.
En realidad suena fácil;
difícil es llevarlo a la práctica.
Y el maestro siempre ha de ser
el primero en pasar al pizarrón.
AQ