México según Juan Carlos Rulfo, Ida Cuéllar y González Iñárritu

Doble filo

Ver los más recientes trabajos de estos tres directores resulta una especie de diplomado exprés acerca de lo que sí y lo que no somos.

Daniel Giménez Cacho en 'Bardo'. (Netflix)
Fernando Figueroa
Ciudad de México /

Luego de leer notas y críticas acerca de Cartas a distancia (Juan Carlos Rulfo), El secreto del doctor Grinberg (Ida Cuéllar) y Bardo. Falsa crónica de unas cuantas verdades (Alejandro González Iñárritu), acumulé interés por ver esos materiales cinematográficos. Finalmente, me armé de valor y los vi todos en un mismo día.

La experiencia con ese bufet fue alucinante y tardé un buen rato en digerir tal cúmulo de imágenes, realidades, misterios, reflexiones y, por supuesto, la arrogancia de Iñárritu.

Juan Carlos Rulfo y González Iñárritu nacieron y crecieron en México, aunque este último radica en Los Ángeles. Ida Cuéllar es catalán, pero su película documental trata acerca del científico mexicano Jacobo Grinberg y la trama se desarrolla en nuestro país, donde Cuéllar pasa largas temporadas.

Ver todo de un jalón en la Cineteca Nacional fue como tomar un diplomado exprés sobre lo que es y no es México.

Cartas a distancia, de Juan Carlos Rulfo, muestra emotivamente y con crudeza las dificultades que tuvieron para comunicarse con sus familiares los enfermos de covid-19 ingresados en la Clínica 27 del IMSS, en Tlatelolco.

Tales inconvenientes fueron subsanados por la buena voluntad de enfermeros y personal administrativo del hospital, quienes no solo la hicieron de carteros sino que también grabaron mensajes en video con sus celulares y los hicieron llegar a las partes interesadas.

En Cartas a distancia hay un héroe de la vida real llamado Jorge Gómez, apodado Calavera, un enfermero que se dio tiempo para ser el enlace principal entre pacientes y sus familiares, además de cumplir con agotadoras jornadas laborales y soportar en la calle el rechazo de la gente, tal como le sucedió a él y muchos otros de sus colegas que tenían que viajar en transporte público sin su uniforme para evitar agresiones.

La música del documental es de Philip Glass y Leonardo Heiblum, mientras que el diseño sonoro estuvo a cargo de Martín Hernández.

Pachita y Margarita

El secreto del doctor Grinberg, de Ida Cuéllar, también es un documental aunque está realizado de tal manera que parece un emocionante thriller. Narra la historia de Jacobo Grinberg, quien estudió psicología en la UNAM y psicofisiología en Nueva York. Sus investigaciones y experimentos estaban dirigidos a demostrar las capacidades del cerebro humano hasta un punto que lindaba con lo esotérico.

Cuéllar entrevistó a familiares, amigos y colaboradores de Grinberg para tratar de dilucidar qué sucedió con él, pues desapareció en diciembre de 1994 cuando tenía 48 años de edad. También habló con el comandante Clemente Padilla, de la entonces Procuraduría General de Justicia del Distrito Federal, quien estuvo a cargo de la investigación oficial y que fue despedido cuando planteó la posibilidad de que el científico hubiera sido secuestrado por agentes gringos para obligarlo a llevar a cabo sus experimentos en Estados Unidos.

Al igual que Alejandro Jodorowsky, Jacobo Grinberg fue testigo de muchas de las mágicas sanaciones que realizó la célebre Pachita y eso le cambió la visión del mundo. La curandera nacida en Parral, Chihuahua, operó a personas de todas las clases sociales y durante algún tiempo tuvo las puertas abiertas en Los Pinos porque Margarita López Portillo era una de sus admiradoras.

El contacto con Pachita impulsó a Grinberg al estudio de la forma en que la mente crea lo que se denomina cotidianamente como “realidad”. Uno de sus últimos experimentos tenía que ver con la telepatía entre personas ubicadas en distintos continentes.

En entrevistas, Ida Cuéllar ha dicho que su película no trata de resolver los enigmas del caso Grinberg sino de crear interés en un personaje multifacético y apasionante.

El laberinto de la pachequez

“Ya no me interesa hablar de la realidad como en Amores perros porque no existe, es la que construyo en mi cabeza”, dijo Alejandro González Iñárritu al presentar Bardo. Falsa crónica de unas cuantas verdades en el Festival de Cine de Morelia.

Con varios premios Oscar en sus vitrinas, González Iñárritu puede darse el lujo de hacer lo que le plazca, al igual que cualquier hijo de vecino o crítico reconocido puede expresar su opinión acerca de esa película y de cualquier otra cosa.

Ya Jorge Ayala Blanco le hizo la autopsia a Bardo en el periódico El Universal, cuyo título condensa el contenido de su demoledor texto: “González Iñárritu y el narcisismo desaforado”. En el otro extremo, Kyzza Terrazas escribió en El País una defensa a ultranza de la película: “Había leído algunas críticas destructivas que se publicaron después de su estreno en el Festival de Venecia, pero algo en la virulencia con que algunas estaban escritas me hacía desconfiar del lugar desde el cual estaban enunciadas”.

Entre muchas otras cosas, Terrazas dice que llegó al éxtasis viendo Amores perros y que, 20 años después, le pasó lo mismo con Bardo.

No recuerdo haber llegado al éxtasis viendo Amores perros, aunque es innegable que su buena factura fue un parteaguas en el cine mexicano. En Bardo se nota que la técnica sigue siendo el fuerte de González Iñárritu, aunque dos décadas después su preciosismo se percibe más hueco y aburrido.

Lo que para Kyzza Terrazas es un ensayo de Iñárritu acerca de la “identidad nacional”, a mí me parece un discurso grandilocuente aderezado con un “Burdo” regaño desde el Olimpo para sus detractores.

¿Y de qué trata Bardo?, se preguntará el lector que no la ha visto. Se supone que es algo así como una síntesis del pensamiento de Octavio Paz y la imaginería de Juan Rulfo y Julio Cortázar más la influencia de Fellini, Buñuel y otros genios de ese calibre para hablar (desde la perspectiva onírica de Iñárritu) del México de ayer y hoy. Aunque en realidad es un licuado indigesto con algunas imágenes y secuencias memorables, dignas de los espectaculares anuncios comerciales que tan bien se le dan al director.

Si de alucinar barato se trata, imaginemos al conductor de televisión Pedro Ferriz Santacruz preguntándole al concursante del tema “El cine de Alejandro González Iñárritu”:

—Y por 64 mil pesos, dígame ¿de qué carajos habla Bardo. Falsa crónica de unas cuantas verdades?”.

—Esteee… ¿Me repite la pregunta?

AQ

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