La leyenda de Miroslava

Personajes

El 9 de marzo de 1955, el suicidio de la actriz ocupó las primeras páginas de la prensa nacional. La tragedia parecía inexplicable y llena de enigmas que el tiempo no ha podido despejar.

Miroslava Stern, 1926-1955. (Archivo)
Andrea Serdio
Ciudad de México /

El 9 de marzo de 1955 el suicidio de Miroslava Stern ocupó las primeras páginas de la prensa nacional. La tragedia parecía inexplicable: era una de las actrices más hermosas y codiciadas del cine mexicano —que vivía el esplendor de su época de oro— y su fama traspasaba las fronteras. Además, ese mismo año había filmado con Luis Buñuel la comedia negra Ensayo de un crimen, en la que también participaron Ernesto Alonso, Rita Macedo y Ariadna Welter.

Tenía 29 años, llevaba diez de carrera y había trabajado con los más reconocidos actores de la época: Arturo de Córdova, Pedro Armendáriz, Jorge Negrete, Mario Moreno Cantinflas, Pedro Infante, además de Ernesto Alonso, compañero en su primera y en su última película.

Nació el 26 de febrero de 1926 en Praga, Checoslovaquia (actualmente República Checa), de donde tuvo que salir con su familia en 1939, al comenzar la Segunda Guerra Mundial. Con sus padres, Oscar y Miroslava, y su hermano Yvo, después de escalas en Finlandia y Suecia, llegó a México en 1941. Era una niña, pero estaba consciente de los peligros que corrían sus parientes que se habían quedado en Praga, atrapados en la locura bélica de Hitler. Se sentía sola y ese sentimiento se hizo más grande cuando fue enviada a estudiar a Nueva York, donde comenzó a padecer una fuerte depresión. Al regresar a México fue inscrita en el Colegio Americano y posteriormente estudió pintura. En 1945 fue electa reina de belleza en el concurso anual “Blanco y negro” del Club Campestre Churubusco, donde la descubrió el productor Salvador Elizondo Pani, padre del escritor del mismo nombre, debutando al año siguiente en la película Bodas trágicas, dirigida por Gilberto Martínez Solares, basada en Otelo de Shakespeare.

A partir de entonces comenzó su ascenso, participó en varias películas malas o mediocres, pero también en realizaciones sobresalientes como La casa chica y Las tres pefectas casadas, de Roberto Gavaldón; Trotacalles, de Matilde Landeta y, desde luego, Ensayo de un crimen.

Otra de sus películas fue Más fuerte que el amor, dirigida por Tulio Demicheli, un melodrama barato que solo destaca porque durante su rodaje en Cuba, conoció al torero Luis Miguel Dominguín, de quien se enamoró. Para muchos, él fue el causante de la decepción que la llevó a suicidarse porque, mujeriego empedernido, la dejó para casarse con la actriz italiana Lucia Bosè, con quien tuvo a su hijo Miguel Bosé, que no guarda buenos recuerdos de él. También intervino en ¡A volar, joven!, de Miguel M. Delgado, protagonizada por Cantinflas, con quien vivió un romance que la dejó deshecha y hay quienes, como Ernesto Alonso, que lo culpan, así sea sin mencionarlo, de la muerte de la actriz. En una entrevista con Adelfo Fernández publicada en la revista Somos en 1999, Alonso, uno de sus amigos más cercanos, dice que ella no se mató por el torero español: “Ella tuvo muchas… no puedo dar nombres, pero hizo una película con un cómico muy famoso, quien la engañó diciéndole que se iba a quedar con ella [Cantinflas era casado]… total, cualquier cosa… ella acababa con una frustración: imagínate. Era un ser extraordinario, un ser maravilloso”.

La vida de Miroslava inspiró el relato homónimo de Guadalupe Loaeza incluido en el libro Primero las damas, publicado por Cal y Arena en 1989 y llevado al cine por Alejandro Pelayo en 1993. En Miroslava, con guion de Vicente Leñero, Pelayo aborda la vida tormentosa de la actriz. “Fue un personaje trágico al cual las cosas no le salieron bien —le dijo el cineasta a la periodista Macarena Quiroz, directora de Somos—: se casó y poco tiempo después descubrió que su marido era homosexual. Por otra parte, su relación con Mario Moreno Cantinflas no funcionó. Miroslava llevó estas y otras tragedias por dentro, nunca mostró su dolor ni su soledad y finalmente murió joven, sin haber despegado realmente como actriz”.

Se suicidó en su casa de Polanco, en su recámara, cuando descubrieron su cuerpo estaba perfectamente arreglada; en una mano tenía tres cartas, una para su padre, la segunda para su hermano y la tercera para su abogado. En la otra mano tenía una fotografía de Luis Miguel Dominguín. En la carta le decía a su padre: “Papá, perdóname y olvida. No puedo seguir, no tengo valor, gracias por todo y perdóname que no tenga suficiente voluntad para vivir”.

Han pasado setenta años del suicidio de Miroslava y los enigmas continúan encendiendo la hoguera de su leyenda.

AQ

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