Las monarquías parecen instituciones que se destruyen para reconvertirse. La autobiografía del príncipe Harry vendió en su primer día un millón y medio de ejemplares, una cifra histórica para un libro de no ficción.
La serie The Crown que empezó a emitir su quinta temporada en noviembre es un éxito de público y de crítica (según The Telegraph, "la mejor telenovela de la televisión"), aunque también recibió críticas por sus errores factuales.
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El año pasado también pudimos ver Salvar al Rey, una versión sobre la vida de Juan Carlos I. En ese relato, las historias de sus amoríos (con Barbara Rey y otras amantes poniéndole micrófonos para después chantajearlo), compiten con las de sus negocios ilícitos en Saudi Arabia y sus relaciones íntimas con Corinna Zayn Wittgenstein. Fue ella, siendo ya ex pareja, quien lo acusó de haber cobrado una comisión de cien millones de euros por la adjudicación de la línea de alta velocidad La Meca-Medina.
En The Crown, por su lado, descubrimos que la princesa Margarita, hermana de la reina Isabel, se enteró que tiene a cinco primas en un asilo mental. Para que nadie supiera que tenían esa enfermedad, la corona las había declarado muertas, en un acto de suprema crueldad. La razón: mantener la apariencia de la pureza de la raza. Esa manía por la pureza es la misma de la que Harry acusa a su familia, en sus memorias, respecto a su esposa Meghan.
La corona española y la británica son objeto de la atención mediática por sus secretos. Por supuesto nadie recuerda a Carlos Gustavo y Silvia, los reyes de Suecia (país de tradición socialista donde surgen vientos republicanos hoy en día). Tampoco se habla de Margarita, la reina de Dinamarca, que se ha convertido en la reina actual con más años en el trono luego de la muerte de Isabel. Otros reyes y reinas siguen en el anonimato relativo. La lista incluye a dos latinoamericanas, la cubana María Teresa Mestre, gran duquesa consorte de Luxemburgo, y la argentina Máxima Zorreguieta, reina consorte de los Países Bajos. Muchos de ellos coincidieron esta semana en los funerales de Constantino, ex rey de Grecia y hermano de Sofía de España.
Lo que demuestran las series y libros sobre las familias reales es algo que ya sabíamos pero que nos deleita redescubrir. Los reyes y reinas son seres tan banales, corruptos y frágiles como todos nosotros. Y como lo muestra Harry, son tan llorones como cualquiera. En realidad, no merecen el trato que reciben. Y sin embargo se lo seguimos dando. En un mundo donde los reyes se derrumban, no renunciamos a ellos. Uno se pregunta qué sentido tiene la monarquía en un universo como el de hoy. Y sin embargo mantenemos un instinto de endiosar algunos nuevos líderes. Tal vez el fin de la monarquía en el mundo tenga que ver con el surgimiento de tantos reyezuelos, en la América Latina y en todas partes. Ya tendrán también sus libros y miniseries donde aparecerán como lo que son. La historia está del lado de quienes tienen la última palabra.
AQ