1. El tiempo que te quede libre…
La minificción es uno de los géneros literarios donde hay una mayor complicidad entre el autor y el lector, ambos corren el riesgo —mayor— de estar ante un mal chiste, un comentario desafortunado o, por el contrario, de encontrarse una joya; por su tamaño, no por su dimensión que aquí cobra otro sentido, siempre en sí mismo un escrito de esa índole es una convocatoria, porque exige rapidez en el entendimiento, reflexión inmediata e incluso la inteligencia para resolver acertijos o ganar juegos de mesa.
Antes de entrar a un museo por lo general hay un área donde colocan los folletos, una pequeña isla que, como todas las islas, contiene muchos mundos en uno solo; curioso, tomo uno que parece más bien un libro, no estoy seguro, no sé si es un anuncio, una invitación, una advertencia, un reto, dice: Lector atemporal, si se da tiempo para jugar a leer este libro, le sugiero que lo conciba como un paseo largo por un museo, bienvenido al Museo de las nimiedades (BUAP, Dirección general de publicaciones).
Radicado desde hace tiempo en Ciudad Juárez, Chihuahua, su autor, José Juan Aboytia (Baja California 1974), es un reconocido cuentista y novelista que ahora no ha alargado su trabajo con este (mini) género, más bien lo ha alegrado y se ha tomado el tiempo —ni mucho ni poco, solo el necesario— para visibilizarlo haciendo antologías —propias y colectivas—, encuentros en los que se discute y estudia a la minificción y todo lo que se le parezca; y además realizando homenajes a quienes apuestan por una de mis máximas favoritas de la literatura: “La brevedad encierra cierta dosis de humanismo, no hay que escribir mucho, mejor escribir muchos pocos”.
2. Vámonos por partes
El autor divide las más de doscientas minificciones del libro en doce capítulos a manera de salas de exposición. Aquí una crónica de mi recorrido por algunas de las salas de este museo:
En el área de folletos anuncia autores clásicos de una manera divertida: Poe es el nombre de una veterinaria que ofrece cuervos como mascotas bajo su propio riesgo en la crianza; la compañía de fumigaciones para plagas e insectos se llama Kafka; reparaciones El Quijote se especializa en arreglar molinos; la funeraria Nietzsche presume su experiencia y garantiza que entierra a todos, incluso a deidades; granjas Orwell pone en oferta la carne de puerco; Prometeo es una marca de encendedores.
En Términos que terminaron mal, siguiendo el ejemplo de Ambrose Bierce con el Diccionario del diablo o de Gustave Flaubert y el Diccionario de lugares comunes, Aboytia, de la A a la Z, demuestra que aunque lo terminal termina mal, el humor “bien acabado” no está acabado. He aquí unos ejemplos:
Amorfo: Cuando el amor no tiene forma.
Argumento: Mentir con argucias
Zoológico: Lugar de observación. Se ignora quién mira a quién.
Zutano: Iba a ser el último fulano pero le ganó perengano. Aunque aquí si es la postrera palabra.
En la exhibición permanente, hay pergaminos de papiro y hasta hojas sueltas, el contenido en esa sala me hizo preguntarme el por qué me hago tantas preguntas; lo dije en voz alta y todos me miraban, yo estaba admirado, no les hice caso, se podría decir que los dejé en visto.
Exclamar
¿Qué pasa cuando los signos de admiración dudan?
Dudar
¡Qué pasa cuando los signos de interrogación exclaman!
3. La importancia de llamarse como uno se llama
Aboytia es generoso como un museo, no se exhibe, comparte, es agradecido, incluyente, es compa, una muestra de ello es Exhibición pública, un capítulo que es un índice onomástico de autores y autoras que practican y celebran la minificción, ahí hace mención de un total de cincuenta y ocho, en lo personal me resultó útil porque quien abre la lista es mi homónimo Armando Alanís Canales, algo que de vez en cuando provoca confusiones. Aun ante la brillante y exigente idea de mi madre de que firme mis textos también con mi apellido materno, que es Pulido, las confusiones siguen pasando. Mi tocayo cumple años el 26 de agosto, entonces para bajar el promedio de las disculpas por la confusión (“es que se llaman igual y los dos escriben”) a mi felicítenme en enero porfis, de cualquier manera curioso como yo mismo soy, porque yo soy yo aunque a veces sea otro, acudí al diccionario de Aboytia, me fui a la Y, esto encontré:
Y (griega): letra mal importada.
Y: la misma letra que ya cambió de nombre a Ye. Ese apelativo lo tenía la doble ele (Ll) que ya fue separada del grupo. Tenemos un vocabulario rebautizado y delimitante.
Yo: Primera persona del singular que siempre amenaza con aparecer.
4. Brevísima antología de refranes largos
En esta visita al museo, Aboytia es el guía y ya desde el vestíbulo nos ilustra con datos históricos y curiosidades de la minificción, género emparentado con el aforismo, el epigrama, la greguería, la anotación, la viñeta, la estampa, el refrán, el etcétera, la adivinanza e incluso en algunos casos con el albur y su doble sentido; el autor cita por ejemplo los sinónimos que algunos autores han acuñado cuando los hacen propios, Luisa Valenzuela les llama “repentistas”; Agustín Monsreal (uno de nuestros mayores minificcionistas) los nombra “pigmeos”; Espidio Freire, “ramalazos”; Ana María Shua, “incrustaciones”; Juan José Millas, “Articuentos”; Laura Elisa Vizcaíno los bautiza como “cucos”, que proviene de “cuentos cortos”, y Ramón Gómez de la Serna que escribió muchas gregarias, definió a esta como “metáfora más humor”. Entre mis favoritos tengo y agrego a la lista de Aboytia a Nicanor Parra que les llamaba “artefactos” e incluso les agregaba —sin agrandarlos— dibujos o esculturas, por supuesto a Efraín Huerta con los “poemínimos” y a la poeta y traductora Jeannette Clariond que amorosamente les llama “amonites”, sirva este último adjetivo para confirmar lo que José Juan escribe en uno de los postit para un joven minificcionista II:
“Las minificciones empiezan desde el título y no terminan con el punto final, te acompañan varias horas, días, semanas, meses… El efecto es perpetuo”.
5. - ¿Conoce “El dinosaurio” de Monterroso?
—Lo estoy leyendo
Antes de entrar al auditorio del museo nos recibe un cartel que nos orienta y que dice:
Tú
Te encuentras leyendo aquí.
6. Textos de sala
Siguiendo con fósiles y con la relatividad del tiempo, dos datos interesantísimos que nos encontramos en el vestíbulo:
*La icónica revista El cuento, que dirigía Edmundo Valadés, contenía dos secciones para el género: “Caja de sorpresa” para plumas consagradas y “De concurso”, para los textos enviados por los lectores, de los que se hacía una selección; esta revista es parte de los cimientos de la brevedad.
*Existe una edición crítica sobre “El dinosaurio” de Augusto Monterroso, coordinada por Lauro Zavala que contiene en sus 130 páginas el trabajo de 25 autores, quince versiones, cuatro ensayos, dos testimonios, un prólogo y el manuscrito original.
7. Al fondo a la derecha
En una autoentrevista inédita, Aboytia se confesó a si mismo que algunas de sus ideas provienen de la lectura de los grafitis en baños públicos y que en la escuela donde da clases esperaba a que acabara el turno para ir al baño sin levantar sospechas y recabar información y hacer apuntes, él mismo se cuestionó que tal declaración podría acarrearle sospechas y traer malentendidos, pero se tranquilizó —a si mismo— cuando aclaró que iba al baño de maestros, seguro de ahí salió esto:
Siento que ya no me amas y tu amas que ya no me sientas.
“El amor es cavernoso”, profundizo Platón.
Está tan cansada de él, que solo le quedan fuerzas para mandarlo a la chingada.
8. Visite nuestro libro
Qué mejor crítica que la autocrítica y el autor, sin que nadie lo vea, pasa a firmar el libro de visitas para darse ánimos, sin embargo existen sospechas de que críticos literarios frustrados y envidiosos dejaron comentarios como los siguientes:
Este es el mejor libro de minificciones que he leído desde hace cinco años. Porque desde hace cinco años no he leído ningún libro del género.
Si hacemos una lista de todos los escritores del mundo, José Juan Aboytia aparecería en primer lugar, solo si esa lista es por apellido y en orden alfabético.
Museo de las nimiedades son de esas reuniones extraordinarias que solo pasan una vez, esperemos.
Pare de sufrir, lea minificciones y visite este Museo de las nimiedades, ilústrese, diviértase y tómese su tiempo con la brevedad manejada con maestría por Aboytia; su libro decora bien el lugar y el lector es el paisaje, este libro es el pasaje a una historia que es multiplicada en un gabinete autodidáctico que despierta una curiosidad pasional por las cosas, humor e inteligencia al bote pronto, yo voto para que pronto o antes, usted este también recomendando este museo.
AQ