'Novecento': el pianista que no ha tocado tierra

Teatro

A sus 49 años, Benny Ibarra toma el riesgo de actuar en un monólogo escrito por Alessandro Baricco, un montaje lleno de elocuentes hallazgos que rompe prejuicios.

Benny Ibarra se comunica franco desde las palabras de Baricco al hacerlas suyas. (Cortesía)
Alegría Martínez
Ciudad de México /

La historia de un hombre que conjura todos sus deseos, un ser fantástico que toca el piano como sólo él puede hacerlo, un ser humano que desde que llegó al mundo vive en un barco donde conoce el exterior a través de lo que lee en la mirada de los pasajeros: imágenes, sabores, aromas e historias, que percibe con el mar bajo sus plantas y el cielo sobre su cabeza, incapaz de poner los pies en tierra firme.

Qué podría impulsar a un espectador a trasladarse a una sala teatral para ver la escenificación de una novela publicada en 1994 que a la fecha lleva mucho más de una decena de ediciones en su traducción al español, historia a la que se puede asomar a través de la cinta de Giuseppe Tornatore La leyenda del pianista en el océano. Quizá la nostalgia por la dulzura de un relato envuelto en música de jazz, solidaridad, perseverancia, humor y amor sin sexo. La necesidad de acercarse a una historia del mar, que se desarrolla a ratos sobre el vaivén del oleaje, en la inmensa calma de un océano inabarcable o bajo la tormenta que rasga y desgaja hasta el retorno de la calma.

Pudiera ser que ese espectador necesite el vuelo de palabras dichas sobre un escenario, donde el actor requiera nutrirlas de imágenes, soportarlas con la creación inmediata de emociones que se renueven con cada respiro, aunque se hayan fijado antes para liberarse cada noche antes de que se petrifiquen.

Conocido por sus conciertos, películas, doblaje y participación en obras musicales, Benny Ibarra, a sus 49 años de edad, toma el riesgo de actuar en un monólogo escrito por Alessandro Baricco: Novecento.

En el escenario, las piernas de delgado plástico hacen las veces de velas a ratos hinchadas por el aire. Un breve banco de pianista, en madera, con ruedas giratorias, se yergue al centro. Al fondo, de un extremo a otro, la borda es el límite del espacio vital del joven bautizado como Dany Boodmann T. D. Lemon Novecento, “el pianista más grande que ha tocado en el océano”.

Y la magia sucede. Benny Ibarra de Llano se transforma en el narrador, trompetista que consigue trabajo en el Virginian, trasatlántico que navega entre Europa y América en los años treinta, donde la música se vuelve parte del oxígeno para pasajeros ricos, de clase media y baja, con quienes el pianista se permite la única libertad que es capaz de ejercer.

El único actor sobre el escenario, pantalón de casimir, tirantes y camisa clara, se interna cálidamente en la ficción de la historia, se dirige al público y le cuenta como si le hablara a un grupo de viejos amigos la historia de Novecento, con un breve micro adherido a su mejilla, que deja de percibirse al poco rato, mientras se desliza por el barco y transmite la sensación del pianista, el asombro de su propio personaje, la llegada de Jelly Roll Morton, la revancha, la inocencia, el duelo.

El actor se despoja de su etiqueta y su cuerpo emite, sin tocar instrumento, sin canto, la música que hace vibrar las venas de Novecento. La voz de Benny, la sonoridad del piano en grabaciones que remiten al ragtime de Morton, a las tonadas que el joven aprendió solo de escucharlas, al universo sonoro que nutre la vida de un personaje prisionero del mar y de su infinito miedo, llenan la sala.

La escenografía de Ingrid SAC, que trae un fragmento interior y a la vez abierto de barco al teatro; la iluminación de Víctor Zapatero que remite a calma chicha, vaivén y tormenta; el vestuario de Mario Marín que nos remite a los años treinta y al día de hoy; la composición musical de Pablo Chemor que emite el amor por la música de Baricco; el concepto sónico de García Lozano, Vico Gutiérrez y Benny Ibarra; la dirección residente de M. Santa Rita con producción de Ana Bracho, Paula Sánchez Navarro y producción asociada de Jacobo Márquez, generan la grata experiencia de un cuento vivo.

Novecento rompe prejuicios. Ibarra de Llano se comunica franco desde las palabras de Baricco al hacerlas suyas, ante un público que se le entrega agradecido. El director, Mauricio García Lozano, adapta el texto certeramente y retoma, a buena distancia de sus inicios, la mayor de sus virtudes: el acercamiento, el detalle, la sutileza y la hondura, el entramado fino de una historia llena de significados y elocuentes hallazgos.

'Novecento' se presenta en el Teatro Milán.

ÁSS

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