Occidente compra el griego

Bichos y parientes | Nuestros columnistas

No es la geografía quien determina de dónde provenimos, sino las narrativas con las que nos adjudicamos tal o cual tradición.

'La escuela de Atenas', Rafael Sanzio. (Wikimedia Commons)
Julio Hubard
Ciudad de México /

Por una notable reseña de Peter Thonemann, me enteré del libro The West, de Naoíse Mac Sweeney, una joven arqueóloga. Valen la pena el libro, la reseña y el asunto. Mac Sweeney busca “desarmar la gran narrativa” de la cultura occidental, aquella afirmación “que supone que los orígenes de Occidente residen en un mundo greco-romano culturalmente puro e internamente coherente”. Por supuesto, esa ingenuidad se viene abajo con sólo decirla, pero ese no es su propósito real sino rescatar, después de 14 ensayos de historiografía biográfica, una idea de la historia que sigue valiendo la pena: Occidente como cultura y civilización. Cosa interesante, viniendo de una mujer joven y formada entre vituperios contra la tradición occidental. Y más interesante es el cambio de perspectiva. No es solamente un cambio metodológico sino de mentalidad: deja atrás la marcha elegante y el condecorado atuendo militar para meterse en la casa de los civiles. Ya no es el Occidente altanero y civilizador de encuerados.

El momento actual pone a Mac Sweeney en posición justificatoria. Pero esa misma justificación, que parece errática, viene con una renovación no calculada: el entusiasmo de descubrir que algunos vejestorios dados por muertos no sólo sirven sino que funcionan mejor que los nuevos. Ella cree pertenecer a una larga tradición occidental. Pero no: la halló viva cuando estaba dada por muerta. Es una adquisición arqueológica de una mentalidad que aún conforma la consciencia.

Con todo, recoge y reproduce un equívoco: el griego. Y por “griego” hay que entender, sí, a Homero y Platón y Plotino. Pero, sobre todo, la lengua. Que sea más antiguo no significa que haya llegado antes. De hecho, el griego es la más reciente adquisición, la novedad.

Tan inventada es la lengua antigua de Grecia, que no sabemos su pronunciación. Y no digamos acentos o tonos sino cosas simples: el sonido de... ¿ponemos “ípsilon” o “úpsilon”?, ¿“eta” o “íta”? Hay dos escuelas irreductibles de arqueología fonética: la erasmista y la de Reuchlin. El debate no sólo es muy divertido; es muestra de que la lengua de la gran cultura occidental tiene en sus cimientos una suposición ficticia. Interesante, también, que la suposición fonética de Erasmo coincida con el territorio católico de Europa: Francia, España, Italia, mientras que los protestantes recurren a la de Reuchlin, excepto por los ingleses, que tienden a usar la de Erasmo. Lo que sale de aquí es importante para la historia del pensamiento y las mentalidades: la recuperación del griego vino de España, primero, con las traducciones toledanas del siglo de Alfonso el sabio: del griego antiguo al árabe; del árabe al latín medieval (a su vez, un latín muy desvencijado si se le compara con la musculosa lengua de Virgilio y Cicerón). Tomás de Aquino adquiere su Aristóteles por vía de Averroes. El griego vino a Occidente por el Islam. Pero fue sólo el primer contagio. El segundo llegó con la caída de Bizancio y la contratación de Manuel Crisoloras como profesor de las academias de Medici. De ahí, Ficino tradujo por primera vez a Platón, Plotino y algunos textos gnósticos.

De las 3 fuentes de Occidente, una es tradición ininterrumpida: el judeo-cristianismo; otra, a medias: el latín clásico fue una reinvención de auténticos filólogos expertos, como Lorenzo Valla, y de aficionados, como Petrarca. Y el griego antiguo es por completo inventado y, con él inicia el Renacimiento. Conste que esto es un dibujo de palitos y bolitas. Pero de los tres elementos, 1.5 es transmisión y 1.5 es invención. Lo propio de Occidente es, a mitades, heredado y adquirido.

Occidente no sólo es esas confluencias, inventadas todas (siempre que no perdamos de vista que invenire es lo mismo inventar que descubrir). Hay otro elemento, muy poco tomado en cuenta: la forma del comercio y de la riqueza dinámica. Y tenemos dos sentidos en los que decimos que algo es propio: por tradición y por adquisición. Como dijo Quevedo de la abundante cabellera de una mujer: es suya porque la compró.

Ya habrá espacio para hablar del comercio y la dinámica del capitalismo (según la llamó Fernand Braudel) como uno de los principales componentes culturales de la civilización occidental. El griego fue financiado por la hacienda de Alfonso; luego, literalmente comprado por Lorenzo de Medici, que lo percibió como un activo, en movimiento de producción y oferta, y no como tesoro acumulable y guardado. El griego es de Occidente porque lo compró.

AQ

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